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La troika cree en los pueblos Potemkin

En Grecia, Irlanda y Portugal, la UE y el FMI viven en su propio cuento de hadas de países que sanan gracias a la austeridad. Pero tras esa fachada, empezamos a darnos cuenta de la realidad de los bancos europeos plagados de malas inversiones, escribe el columnista David McWilliams.

Publicado en 12 octubre 2011 a las 15:33

¿Ha escuchado alguna vez la expresión un "pueblo Potemkin"? A finales del siglo XVIII, la elite rusa estaba ansiosa por mostrar al mundo que era más poderosa de lo que realmente era. Como consecuencia, la corte de San Petersburgo decidió salir a navegar por el río Dnieper con los altos dignatarios extranjeros y con los embajadores, para que fuesen testigos de lo agradecidos que estaban los campesinos de la recién ocupada Ucrania con los benignos señores rusos.

Conscientes de que los occidentales - los dignatarios eran británicos, franceses y prusianos- no esperaban una patraña, el mariscal de campo Potemkin construyó pueblos móviles, que montaba en los recodos del río justo antes de que apareciesen a la vista las barcazas reales en las que viajaban los extranjeros. En las orillas, los extranjeros veían campesinos exultantes, agradecidos y que vitoreaban el paso de las barcazas mientras piropeaban a Catalina la Grande. Cuando las barcazas desaparecían, Potemkin recogía el "pueblo" y lo transportaba río abajo para desplegarlo de nuevo más allá del punto en que las barcazas reales pernoctaban.

La troika verá lo que le convenga

Los extranjeros regresaron a casa maravillados por el poderío y la sabiduría de los rusos, que refutaban los propios ucranianos deshaciéndose en elogios hacia sus nuevos amos. Pero la clave para entender la candidez y el éxito de los pueblos Potemkin reside en que los extranjeros querían creerlo, porque necesitaban que Rusia fuese un éxito. A fin de cuentas, se trataba de 1787. La monárquica Norteamérica se había transformado en una república y la Francia imperial se tambaleaba. Las viejas certezas se estaban desmoronando por el Antiguo Régimen. Los dignatarios querían ver el mundo como querían que fuese, no como lo que realmente era.

Ahora, adelantemos hasta el presente. La así llamada troika – cuyo calificativo de resonancia tan rusa encaja perfectamente- está en Dublín. Y partirá diciendo que todo marcha a pedir de boca. Les mostramos los datos y las cifras de PIB – los pueblos Potemkin del presente- y se irán tan contentos, sin tener en cuenta el desempleo, la emigración, la equidad negativa o el hecho de que el consumo al por menor se haya hundido. Verán lo que quieren ver. La troika no quiere ver la realidad, la desagradable realidad, porque, al igual que a los dignatarios históricos en Rusia, no les conviene. Quiere creer su propia propaganda porque no puede enfrentarse a la posibilidad de un fracaso. Recuerde que para la troika los planes de austeridad deben prevalecer porque la mera posibilidad de que se produzca un efecto dominó es demasiado horrible para contemplarla.

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El juego se ha acabado. Déjeme confesarle un turbio secretillo: la troika es innecesaria. Sí, innecesaria. Los rescates del FMI/de la UE son historia. Hagamos lo que hagamos, la realidad nos ha superado. La troika ha fracasado porque el objetivo primordial de la troika no era enmendar la situación de Irlanda, Grecia y Portugal, sino aislarlos tras una barrera – infantería de una guerra mucho más ambiciosa, la de salvar al euro. Para ello, la troika tenía que manifestar que Irlanda, Grecia y Portugal eran casos aislados y que podrían tratarse manteniéndolos alejados. Esa política de aislamiento está diseñada como un tipo de cuarentena para prevenir el contagio.

Cuarentena sin reforzar las defensas

Si se pretendía cumplir con la misión de la troika, al poner en cuarentena a esos países se debería haber reforzado las defensas de los bancos europeos. Pero el objetivo de la UE/FMI no era salvar a esos países, sino asegurarse de que nadie plantease dudas acerca de qué era lo que realmente subyacía en los balances de los bancos europeos. No ha funcionado. Las hojas de balance de los bancos europeos están plagadas de inversiones tóxicas. Y esto hace que todos estén asustados. Por eso los bancos han dejado de prestar a otros bancos, porque no se fían los unos de los otros. Tampoco es de extrañar cuando todos han mentido. Es lo que se llama crisis de liquidez.

Esta crisis de deuda soberana refuerza el sentimiento de pánico e implica que el único comprador de deuda soberana será el Banco Central Europeo. Aunque esto contraviene las propias normas del BCE y hace que los alemanes se pongan nerviosos porque temen que su banco central se convierta en el contenedor financiero de todos los deshechos financieros de Europa. Parece que la troika hubiese debido prevenir este contagio, pero el enfoque de la "cuarentena estatal" ha fracasado. El contagio se extiende y la infección es endémica. Cualquier rescate futuro de todo el sistema financiero implicaría un coste de trillones de euros. Y no sucederá sin pagar el precio político de una integración política acelerada. Pero ahora la irresistible fuerza de la integración política reforzada se hace añicos contra los inmóviles ciudadanos de Europa que no son partidarios del federalismo. Espere a que se celebren referendos y verá cómo empiezan los fuegos artificiales de verdad.

¿Recuerda lo que ocurrió con el país que construyó los pueblos Potemkin? Fue invadido por la Francia napoleónica posrevolucionaria que era precisamente el tipo de Apocalipsis política que la mentirijilla de los 'pueblos' había tratado de evitar.

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