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Grupo de Fráncfort: ordeno y mando

Agrupados en torno a Angela Merkel y a Nicolas Sarkozy, a un pequeño grupo de representantes no electos de la UE se les ha asignado la tarea de gobernar la eurozona y deshacerse de los líderes que no sigan sus pautas, expone el semanario conservador británico The Spectator.

Publicado en 16 noviembre 2011 a las 15:00

La Antigua Ópera de Frankfurt, antes una de las más bellas ruinas de la posguerra de Alemania y ahora una sorprendente recreación, se ha convertido en el símbolo del renacer de Europa. Fue allí donde, el mes pasado, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy reunieron a la élite burocrática de la UE en lo que en otra época se denominaría un golpe de Estado.

Se habían cansado de las cumbres de la eurozona, en las que los líderes volaban de un lado para otro sin llegar a ninguna parte. Era necesario formar un grupo más pequeño que pudiera ejercer el poder con firmeza pero de modo informal. Esa noche, cuando se reunían para escuchar al director Claudio Abbado al frente de la Orquesta Mozart de Bolonia, surgió un nuevo escuadrón de la muerte en la UE.

Tal y como ha descubierto ahora Silvio Berlusconi, el denominado Grupo de Frankfurt se iba a tomar las cosas en serio. Hace tan sólo unos meses, habría sido impensable que el líder de un Gobierno europeo intentara desestabilizar o destituir a otro. Ahora, dos líderes de la UE han caído en una semana. Como bien sabe Sarkozy por su reciente experiencia, para hacer posible un cambio de régimen sólo es necesario tender una mano a los rebeldes.

Una operación para derrocar a Berlusconi

Al grupo no se le puede acusar de actuar en secreto. En la cumbre del G20 en Cannes, sus miembros se pasearon con insignias en la solapa en las que se leía ‘Groupe de Francfort (GdF)’ y se reunieron en cuatro ocasiones. Gran Bretaña no estaba incluida, pero las autoridades del ministerio de Exteriores hablaron como si participaran en el grupo. Tal y como afirmó una de las autoridades: ‘Estamos en proceso de echar a Berlusconi.’

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Una afirmación así habría sido todo un escándalo, pero a principios de noviembre era innegable que había comenzado una operación para derrocar a Berlusconi.

Cuando se organizó esa noche para asistir a la Alte Oper de Frankfurt el 19 de octubre, nadie pretendía formar un escuadrón de la muerte. La idea era organizar simplemente una de las habituales extravagancias pagadas con el dinero de los contribuyentes, una fiesta para celebrar la jubilación de Jean-Claude Trichet del Banco Central Europeo. Helmut Schmidt, excanciller de Alemania, de 92 años, al que ahora se considera padrino del proyecto europeo, dijo a los dignatarios reunidos que ‘una crisis en la capacidad de actuación de los organismos políticos de la UE’ constituía ‘un peligro mucho mayor para el futuro de Europa que el exceso de endeudamiento’. Había llegado el momento de actuar con seriedad.

Cuando habló Merkel, admitió su frustración con las cumbres europeas y su torpe mecánica democrática. ‘La capacidad de actuación de la UE y el margen de maniobra han demostrado ser lentos y complicados’, se quejó. ‘Si queremos aprovechar la crisis como una oportunidad, debemos estar preparados para actuar con más rapidez e incluso de modos no convencionales’. Sarkozy llegó tarde, pero justo a tiempo para el remiendo de la década.

Fusión entre la jerarquía de la UE y el poder financiero alemán

También asistieron el nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, un italiano con poca simpatía por Berlusconi. Estaba igualmente Christine Lagarde, la nueva directora francesa del Fondo Monetario Internacional, encargada de los rescates y que puede imponer condiciones humillantes (como luego hizo con Berlusconi).

Estuvieron presentes Jose Manuel Barroso, el cada vez más rebelde presidente de la Comisión Europea, y su compinche económico Olli Rehn. El omnipresente Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y director del grupo de los 17 países de la eurozona, acudió junto a Herman Van Rompuy, elegido como presidente de la UE porque no tiene opiniones sobre nada.

Así pues, el Grupo de Frankfurt es efectivamente una fusión entre la jerarquía de la UE y el poder financiero alemán: una especie de Bruselas en el Rin. Esto no habría sido posible en la era anterior a la crisis, cuando había tantos reparos sobre el poder alemán. Ahora los alemanes ya no se disculpan. ‘La cuestión de quién podría aceptar un modelo alemán la ha zanjado el mercado’, afirmó recientemente un portavoz del Gobierno alemán. ‘En realidad sólo estamos hablando de los detalles y del alcance de las medidas, no de su naturaleza’. Por todos lados se nota este nuevo tono pugilístico. Ahora se escuchan afirmaciones de las autoridades de la UE del tipo: ‘Sí, despierten de una vez. Ustedes son los que firmaron esto’.

Papandreu sirvió de práctica de tiro

El pobre Papandreu sirvió de práctica de tiro cuando amenazó con organizar un referéndum sobre el rescate. Este mismo verano había reprendido a la UE por ‘su indecisión y sus errores’. Y descubrió lo decisivo que puede ser el reducido Grupo de Frankfurt cuando le negaron el dinero del rescate, lo que precipitó su sustitución por Lucas Papademos, exfuncionario del BCE formado en Frankfurt. Incluso Barroso dio un importante paso para desestabilizar a Papandreu al hacer un llamamiento para formar una coalición, rompiendo así el protocolo y la pretensión de que la Comisión de la UE respetaba la soberanía de sus Estados miembros.

Berlusconi fue un objetivo más complicado. Había esquivado a sus enemigos durante sus más de 17 años en la política, desde la oposición a la brigada antivicio italiana. Además, Italia no ha caído en la bancarrota. Si no se cuentan los intereses de la deuda, sus cuentas nacionales no estarían equilibradas, pero registran uno de los mayores superávits en la eurozona.

No está nada claro quién consideró que Italia está en crisis si en el mercado de obligaciones su deuda soberana alcanzó un interés por encima del supuesto umbral mortal del 7 por ciento. La respuesta podría estar en una declaración realizada por Merkel el año pasado: ‘Debemos restablecer la primacía de la política sobre el mercado’. Durante generaciones, los políticos han intentando hacerlo, con poco éxito. Pero es mucho más sencillo ahora que la eurozona ha creado un gigantesco mecanismo con el que un puñado de personas puede manejar los hilos del poder.

La democracia observada con desagrado

El fondo de rescate del euro, con su supuesto billón de euros de poder, cuenta con sólo 15 empleados. Ahora se podría ejercer un inmenso poder sobre un continente de Estados naciones reuniendo a unas cuantas personas con mentalidades similares en la sala de un teatro de la ópera en Frankfurt. Y todo en nombre de la unidad europea.

El Grupo de Frankfurt, al igual que los mercados, observa la democracia con precaución, incluso con desagrado. Las opiniones del mismo Juncker sobre los molestos votantes son famosas desde que formuló el problema del Gobierno de este modo: ‘Todos sabemos qué hacer, pero no sabemos cómo volver a ser elegidos una vez que lo hayamos hecho’.

Ahora podemos ver la solución al problema de Juncker. Simplemente colocas en el poder a varios líderes que no se han elegido debidamente en primer lugar y que no van a volver a buscar los votos. Y les dices que hagan lo que quieras.

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