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Ante las elecciones generales del domingo, José Ignacio Torreblancasubraya “la completa imposibilidad de separar lo nacional de lo internacional”. En el caso de España, los dos “vuelcos electorales” de la última década están íntimamente vinculados a la seguridad, física en el caso de los atentados de Atocha que marcaron los comicios en 2004, y económica, en esta convocatoria adelantada por la crisis a 2011.
En su columna de El País, el autor destaca que “los sacrificios derivados de los recortes presupuestarios y las reformas estructurales pueden ser inútiles si no vienen acompañados por decisiones europeas de calado”. El problema es que esas decisiones tardan mucho tiempo en tomarse o ni siquiera abordan las conclusiones que los mercados parecen haber extraído. Porque “la crisis estará viva mientras los mercados duden de si Alemania y el Banco Central Europeo están dispuestos a actuar como prestamistas de última instancia”.
Los Gobiernos del sur de Europa han recurrido a toda la gama de recursos de que disponen (recortes, austeridad, tecnócratas...), “lo que sea necesario, aunque no haya mucho más en el repertorio”. La semana pasada “se vio que Berlusconi y Papandreu iban de farol”, ahora le toca el turno a Berlín y “Merkel va a tener que enseñar sus cartas, muy pronto”.
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Mariano Rajoy acaricia el poder
A dos días de las elecciones legislativas del 20 de noviembre, no parece haber ningún tipo de dudas acerca del resultado de la votación: el Partido Popular debería conseguir la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Los últimos sondeospublicados dan al partido de Mariano Rajoy alrededor de 15 puntos de diferencia (45%-30% de la intención de voto) con respecto al PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba.
La profunda crisis económica que atraviesa España, con la tasa de paro más elevada de la UE (21,7%) y una prima de riesgo de la deuda alcanzando niveles récord, ha sido el tema de fondo de una campaña electoral marcada por un mensaje: que los programas de los partidos son inútiles, ya que las decisiones políticas serán impuestas desde el exterior.
Rajoy no es, sin embargo, un debutante en política: con 56 años, ha sido varias veces ministro con José María Aznar (1996-2004). Calificado como "el caminante tranquilo" por La Vanguardia, el probable futuro jefe de Gobierno no tendría como punto fuerte el carisma:
Rajoy es un político de combustión lenta, un legalista que nunca ha pisado a nadie para llegar; para otros, es un hombre cuya prudencia le hace ser excesivamente cauteloso. Es habitual oír que dejó de ser víctima de su peluquero, pero no de sus asesores de comunicación, que no lo han sabido acercar a los medios. Sus críticos acusan su bajo perfil, su paso por cuatro ministerios sin apenas dejar huella, sus silencios y su personalidad alérgica a los conflictos.
En cuanto a Rubalcaba, con 60 años, también ha sido ministro en el pasado, pero paga ahora la mala imagen de su precedesor a la cabeza del PSOE, el presidente del Gobierno saliente José Luis Rodríguez Zapatero. Hace frente, según El Mundo, a un "reto imposible", por lo que "a lo más que puede aspirar es a tener un resultado digno o, en el mejor de los casos, evitar la mayoría absoluta del PP". "Él, de todas formas, se conforma con salvar el proyecto, mantener al PSOE como alternativa al PP en unos años, y que los cimientos de la casa socialista resistan".
