Tarjeta "Primer día de emisión", hecha con motivo del 25 aniversario de la declaración Schumann del 9 de mayo de 1950 – 10 de mayo de 1975. Colección Guy Doyen.

Europa no existe, sólo la Unión Europea

Europa no existe, sólo existe la Unión Europea - como conjunto de leyes útiles para los ciudadanos - defiende el filósofo Hermand de Regt. Pensar que se pueda avanzar en la construcción europea meditando sobre la identidad europea, puede ser un error de consecuencias catastróficas.

Publicado en 29 mayo 2009 a las 15:44
Tarjeta "Primer día de emisión", hecha con motivo del 25 aniversario de la declaración Schumann del 9 de mayo de 1950 – 10 de mayo de 1975. Colección Guy Doyen.

Tras el "no" expresado en el referéndum sobre la Constitución Europea de 2005, los Países Bajos renunciaron a la idea de una identidad europea, por mediación de su ministro de Asuntos Exteriores, Maxime Verhagen. Tanto mejor. En lugar de intentar discernir qué representa Europa, mejor sería que volviéramos a estudiar, en consonancia con el espíritu de Monnet y Schuman, qué debería hacer la Unión Europea para que la gente se percate de su "existencia" y cobre así conciencia de lo que hay que hacer para mantener la paz y la prosperidad en su país... sea cual sea su tamaño.

El ministro propuso un enfoque más centrado en la "Europa puesta en marcha" y no tanto en la "Europa de los principios". No es mala cosa centrarse en la idea fundacional de la Unión Europea: la seguridad y la prosperidad de los habitantes de los Estados miembros. Decir que Europa no existe, no tiene ninguna consecuencia concreta, mientras que decir que la Unión Europea no existe es sencillamente estúpido: porque sí hay una serie de acuerdos y tratados entre los Estados miembros.

Es legítimo que los intelectuales se esfuercen por que creamos en la "identidad europea" (como hizo George Steiner en su ensayo, tan lúdico como magistral, La idea de Europa (Ediciones Siruela, 2005). Aluden a los grandes acontecimientos históricos: la aparición de la democracia en Grecia y la de la ciencia en Italia, la Declaración de los Derechos del Hombre en Francia o incluso los tratados celebrados al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Hablan de la "escuela europea", una mentalidad europea que se basa, según ellos, en un canon o en el descubrimiento de una relación particular entre la religión, el Estado y las ciencias. Sin embargo, por muy convincente que pueda parecer todo eso, yo no me lo creo en absoluto. Europa no existe como algo tangible, la Unión Europea, sí.

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Como ha demostrado la cuestión de Turquía, el intentar dar con la quintaesencia europea puede ejercer un efecto paralizante. Son muchos los que señalan que Turquía no comparte nuestra forma "europea" de contemplar el mundo, por ejemplo en lo relativo a los derechos humanos. Algunos aducen que Turquía no sigue las lecciones europeas de la historia. Pero, en realidad, da lo mismo, ya que la Unión Europea no tiene nada que ver con esa indeterminada "esencia de Europa", se fundamente ésta en una reflexión filosófica o histórica.

La Unión Europea es un medio que descubrieron, en un momento de dolor, una serie de Estados-naciones para hacer frente a ciertos problemas, entre otros los riesgos de la guerra y las crisis económicas. El objetivo de la Unión Europea no consiste por tanto en encarnar a Europa de la forma más "esencial". La UE no es sino un círculo pragmático con condiciones de admisión.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la gran pregunta era: "¿Qué hacemos con Alemania?". El ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, apeló a Jean Monnet, político y hombre de negocios francés, para que diera forma a una "Europa unida". Aquella iniciativa desembocó finalmente en 1951 en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), la cual tenía por objetivo mejorar el nivel de vida de "Europa" y estabilizarla en el plano militar y político. Todos los partidarios de esta idea (la paz y la prosperidad económica) podían participar.

Pensar que podemos hacer que la Unión Europea avance meditando sobre lo que define de verdad a Europa podría resultar un error catastrófico. Catastrófico en el sentido de que la Unión Europea podría conocer un franco retroceso del nivel de vida o, lo que sería peor, que el círculo se desintegrara y que sus miembros tomasen las armas.

La política nacional debe por tanto estudiar una nueva forma de explicar la importancia de la Unión Europea a sus ciudadanos. Nadie nos puede culpar de querer abandonar un grupo que no tiene nada que aportarnos. Por suerte, el periodo de campaña de las elecciones europeas del 4 de junio parece traer consigo innumerables ocasiones para explicar de nuevo cómo puede ayudar la Unión Europea a sus habitantes. ¡Así que, políticos todos, aprovechen la oportunidad!

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