Nuestra odiosa familia ideal

Padres severos, ovejas negras y amores reñidos: así es la familia de Europa. Y en opinión del periodista de Die Zeit que esboza este retrato, debe defender su modelo histórico de solidaridad.

Publicado en 25 noviembre 2011 a las 15:21

En la Europa actual, todo parece posible: hundimiento, ruptura, decadencia o renacimiento. Cuando unos hablan de desaparición del euro, otros hacen alusión a un refuerzo de la integración. Entonces, ¿estamos asistiendo al fin de la solidaridad o a todo lo contrario, es decir, a la profundización sin igual de los vínculos europeos mediante eurobonos y la intervención del BCE?

Nunca hemos estado tan cerca de una política interior europea. Los nuevos dirigentes de España, Italia y Grecia desempeñarán una función mucho más importante para Alemania que la nueva Gran Coalición en Berlín. Esta proximidad repentina no está exenta de riesgos, como atestiguan la torpe y chovinista palabrería de Volker Kaudersobre el predominio de Alemania o la agresividad de las reacciones de Londres. Todo el mundo siente que Europa se encuentra en un momento decisivo. Es el momento de preguntarse cuál es su sentido.

Miedo por el vecino, no ante él

Para ello, conviene tomar una cierta distancia, digamos que de unos miles de kilómetros. La escena tiene lugar en un café de Lahore, en Pakistán. Tras haber escuchado las preguntas de un visitante alemán, el paquistaní empieza a interrogar a su invitado sobre su país de origen. Parece interesarle un tema en concreto. ¿No tienen fama los alemanes de ser unos magníficos ingenieros? Sí. ¿No son entonces capaces de construir armas de rendimiento superior? Sí, quizás. "Entonces, ¿por qué no tiene ustedes la bomba atómica? Los franceses y los británicos la tienen. ¿Cómo pueden aceptar que otros la tengan y ustedes no?".

Para este paquistaní, el hecho de que Alemania no se preocupe lo más mínimo de dotarse de un arma nuclear es una aberración. Para él, el vecino que posee el arma nuclear es el enemigo hereditario: India. En nuestro caso sería Francia, pero nos da exactamente igual su arsenal nuclear. No nos preocupan las armas de Francia, sino su calificación crediticia y lo que nos angustia no es que suba, sino que descienda. Este razonamiento va en contra de varios siglos de historia. Para el 90% de la humanidad, un entorno político así parece inimaginable.

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Mano dura "por su bien"

En la política post-heroica, carente de hormonas, desarrollada por los europeos de los últimos decenios, es más bien la simple consecuencia de un pasado guerrero. Se trata de una nueva forma de vivir juntos, de relacionar los pueblos con los Estados. La crisis precipita hoy este experimento a un nuevo ámbito: el de la economía y las finanzas. Para describir esta forma de vida común, existe una imagen muy acertada, sentimental y "Helmutkohlesca", pero que se adapta perfectamente: Europa es una familia.

Por familia se entiende la formación de vínculos naturales de solidaridad que no se podrían suprimir a la fuerza, ni siquiera en caso de cometer un error. Dicho de otro modo, ningún error de gestión puede hacer que Grecia sea una extranjera. No obstante, toda familia tiene su propia forma de ejercer presiones morales sobre las ovejas negras o sobre esos primos alcohólicos para obligarles a que se sometan a una desintoxicación. Tampoco resulta agradable depender de los padres, algo que incluso puede ser más desagradable que depender del banco. La combinación tan característica de bondad y de brutalidad con la que Nicolas Sarkozy y Angela Merkel trataron a los jefes de Estado endeudados durante la cumbre de Cannes se parecía mucho a la forma con la que algunos padres aplican mano dura a sus hijos “por su bien”. Y a ningún hijo le gusta.

Ajustes y accidentes de un proyecto experimental

El modelo familiar añade también otro elemento que se podría denominar como el fin de la diplomacia. Efectivamente, una familia constituye un espacio relativamente informal: no se pierde el tiempo en cortesías. Cabe señalar que los intercambios entre los países europeos cada vez son más directos. Por nefastos que sean, los diferentes comentarios sobre esos holgazanes del sur, esos egoístas británicoso esos megalómanos alemanesson también síntoma de una mayor intimidad.

Desde hace tiempo, los unos se inmiscuyen en los asuntos de los otros, dispuestos a cerrar el grifo del dinero o a pisar el pedal de freno. Esto podría perjudicar gravemente las relaciones entre los miembros. No obstante, no se trata del regreso de los viejos demonios de la guerra mundial o de antes, sino de fricciones, ajustes y accidentes de un proyecto experimental.

El éxito de esta filosofía política no está garantizado de ningún modo. Al contrario: el proyecto europeo debe hacer frente a una oposición más fuerte que nunca. Europa es un objeto político inédito, una excepción histórica. Vista desde Lahore, desde un continente dividido, desbordado por las armas, donde los hombres aún son hombres y las bombas aún son bombas, Europa es una inagotable fuente de asombro. Pero también de envidia.

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