La democracia color salmón

Con la crisis, el poder se concentra cada vez más en Bruselas. Porque, como señala un editorialista belga, allí se encuentran las instituciones europeas, pero también los medios de comunicación más poderosos, en muchos casos económicos y anglosajones, que marcan la pauta de la política en los Estados miembros.

Publicado en 29 noviembre 2011 a las 15:57

¿Le ha sorprendido a usted también que con la crisis europea sean cada vez más insistentes las cuestiones sobre nuestras democracias? Como si no valieran nada. Durante generaciones, la democracia en Europa era algo prácticamente sagrado y no se ponía en duda. Sin embargo, el nombramiento en Grecia e Italia de Gobiernos integrados por tecnócratas hace que la pregunta sea pertinente.

Pero cuanto más estrictas son las exigencias, Europa, bajo la presión de Alemania, impone planes nacionales de acción política. El pasado miércoles 23 de noviembre, la Comisión advirtió de nuevo que debe dar su aprobación a los presupuestos de los Estados antes incluso de someterlos a los Parlamentos nacionales. ¿Y qué decir del poder de las democracias nacionales cuando incluso países ortodoxos como Alemania y Finlandia empiezan a sentir las subidas de los tipos de interés? El 23 de noviembre Berlín no logró cerrar por completo un nuevo préstamo. ¿Qué está ocurriendo?

Observemos el mapa de Europa. ¿Dónde están los Gobiernos poderosos? Según el contexto del modelo alemán de unión de la estabilidad, los Veintisiete deben poner orden en sus asuntos. Los modelos de prosperidad “de los pólders” de Renania o de los países escandinavos están desfasados. Los debates electorales como los de España o las negociaciones gubernamentales como las que se desarrollan en Bélgica tratan sobre todo modalidades de lo que ya ha impuesto Europa.

El cuarto poder se ha adaptado a la crisis

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De igual modo, la mayoría de actividades que los Estados podían mantener hasta ahora, como la política social y la política en materia de justicia e inmigración, desaparecen lentamente en un corsé que convierte en ilusión los márgenes nacionales de un debate libre y democrático. A los especialistas del márketing político les cuesta mucho dar importancia a sus políticos nacionales, porque saben que el tono de la argumentación política se marca en otro lugar.

La agitación también es visible en Bruselas, por las calles alrededor del barrio Schuman. Es un baile diario de jefes de Gobierno y sus ministros. Los diplomáticos de las representaciones permanentes ante la UE desde Bruselas toman cada vez más el relevo de los ministerios de sus capitales y no al contrario. Poco a poco se convierten en el embrión de una nueva especie de administración intergubernamental que cuenta con la Comisión Europea como secretaría. La esperanza democrática vendrá del Parlamento Europeo. Es cierto que hace ya diez años que va adquiriendo poder, pero ni siquiera puede realizar propuestas de ley. Y los grupos políticos siguen estando profundamente marcados por los intereses nacionales.

El cuarto poder, el mundo de los medios de comunicación, hace ya tiempo que se adaptó. Las grandes agencias internacionales, los periódicos y las cadenas de televisión enviaron a Bruselas delegaciones cada vez más fuertes y los han dejado allí a pesar de la crisis de los medios de comunicación. El poder de las grandes agencias de prensa británicas y estadounidenses es tan importante que a los países y regiones lingüísticamente más modestos de la UE les resulta poco rentable invertir para tener a sus propios corresponsales.

Reflejo de defensa contra la “lejana Bruselas”

Los grandes medios económicos y financieros marcan el tono y casualmente son sobre todo de origen anglosajón, es decir, no pertenecen a la eurozona. Opinan sobre Bruselas con cinismo, ahora que la eurozona, tras diez años de éxito relativo, presenta importantes fisuras. El color salmón de los diarios de difusión mundial como el Financial Times desempeña una gran función en la agenda de Frankfurt y de Bruselas, que se ven obligados a reaccionar ante estos megáfonos planetarios.

La respuesta en las capitales y los medios locales a menudo consiste en un reflejo de defensa contra la "lejana Bruselas". Basta con leer el diario Bild. Y los políticos que tienen que ganarse el mandato en el mercado electoral local orientan su radar en esta dirección.

Lo mejor que podemos esperar es que se trate de un régimen transitorio. Si con esta crisis la mayoría de la población ve y siente que los poderes, que deciden nuestros ingresos y nuestra prosperidad, deben confiarse a un nivel europeo superior, podría ser el gran valor pedagógico de esta crisis. Ahí es donde se encuentran las instituciones que aún tienen posibilidades de volver a influir en los mercados ciegos "que dictan su ley a Europa". Tendrá que aceptarlo incluso Angela Merkel, o se hundirá con los demás.

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