Últimamente en Turquía se ha puesto de moda criticar a la Unión Europea. Estas críticas proceden incluso de personalidades políticas de alto nivel, ya sea de ministros o incluso del mismo presidente de la República, y siguen los pasos de los que atacan con dureza a la Unión Europea e incluso se burlan de ella.
Esta nueva tendencia se ilustra con las declaraciones realizadas por el presidente Abdulá Gül durante su visita oficial a Reino Unido a finales de noviembre de 2011, en las que calificó a la UE con el término inglés "miserable", es decir, abatida, triste. En este contexto ha comenzado a desarrollarse la tendencia de tildar a la UE de “organización que desmiembra y se hunde”. Los que parten de esta premisa concluyen que una Turquía que “no deja de reforzarse ya no necesita a una Unión Europea que de todos modos está al borde del abismo”.
Un complejo de superioridad
¿Podemos sacar la conclusión a partir de estas declaraciones de que la política del Estado turco con respecto a la UE está cambiando? Puesto que la UE es una organización “abatida” a punto de desplomarse, ¿por qué debería tomarse tantas molestias Turquía para pertenecer a ella?
A menos que este objetivo y la visión que la acompañan estén a punto de abandonarse, ¿por qué una Turquía que progresa a grandes pasos hacia la prosperidad querría unirse a un club así e interpretar en él una escena de “Los miserables”?
Todos conocemos de sobra los motivos que han llevado a Abdulá Gül a realizar estas declaraciones. La actitud tan negativa que ha adoptado desde hace algún tiempo la UE hacia la adhesión de Turquía provocó una gran decepción en la opinión turca en general, pero también entre los más fervientes partidarios de la UE, que ya no ocultan su desilusión, su rencor y su desesperación.
Los graves sobresaltos económicos y sociales que sufren los europeos mientras que nosotros estamos en plena ascensión económica y política generan este tipo de sentimiento. En este contexto, los reproches dirigidos a Europa son la expresión de una confianza en nosotros mismos que, en cierto modo, ha sustituido a un antiguo complejo de persecución.
Pero cuando este estado de ánimo se transforma en un complejo de superioridad excesivo que minimiza a la Unión Europea, ataviada de calificativos inadecuados, se abre la vía al desaire del proyecto europeo entre nosotros y brinda nuevos argumentos a los europeos que se oponen a la adhesión de Turquía.
La UE aún no está a punto de hundirse
Es cierto que la UE está viviendo actualmente uno de los periodos más difíciles de su historia. La crisis financiera ha llevado al borde de la quiebra a los países débiles, pero también a los que tenían fama de prósperos y avanzados. Como es natural, esto provoca sacudidas sociales y políticas.
Sin embargo, también es cierto que la Unión Europea aún no está a punto de hundirse ni de disolverse. Si bien Europa se muestra hoy como un ser “desafortunado” o “enfermo”, aún posee los medios para recuperarse y recobrar el poder que le falta hoy. Los responsables políticos turcos no ignoran esta realidad y son plenamente conscientes de la filosofía y de los valores que sigue encarnando la Unión Europea para Turquía. Por consiguiente, la opinión pública turca ante todo no debe interpretar las reacciones de sus responsables políticos como una renuncia al proyecto europeo. Y deberían hacer lo mismo los dirigentes europeos a los que irritan estas mismas reacciones.