2012 no puede ser peor que 2011

El año 2011 ha sido tan malo para Europa que 2012 no puede sino ser mejor. Después de haber sobrevivido a una crisis sin precedentes, la Unión se ve ahora amenazada por las tensiones sociales que se han generado a raíz de ella, considera Gazeta Wyborcza.

Publicado en 3 enero 2012 a las 17:07

El año pasado concluyó con la mayor crisis de la historia de la Unión y con el aislamiento deliberado de unos de sus miembros, Reino Unido, que se ha opuesto a cualquier cambio que quiera hacerse en los tratados de la UE para reforzar la disciplina presupuestaria.

En noviembre de 2011, los responsables políticos y los expertos mencionaron por primera vez abiertamente la posibilidad de que uno de sus miembros abandonase la zona euro, Grecia, cuyo rescate ha devorado miles de millones de euros y casi toda la energía de la Unión. Sin contar los altercados que ha tenido con Italia, que afortunadamente se han saldado con un final feliz con la salida de Silvio Berlusconi, que ha sido reemplazado como primer ministro por el técnico Mario Monti.

En casa de nuestros vecinos del Sur, las revoluciones árabes han derrocado regímenes dictatoriales aunque sin embargo, hasta el momento, no han aportado mucha más democracia a Libia, Egipto o Túnez. Aunque la Unión Europea no se haya visto desbordada, como temía, por una ola de refugiados, el problema de la inmigración sigue siendo una constante en una Europa que tiene poco que ofrecer a las democracias emergentes.

Asimismo, está en el aire todo lo relativo al acuerdo de asociación de la UE y Ucrania, cuya firma, inicialmente prevista para la cumbre UE-Ucrania de Kiev el pasado diciembre, se ha visto finalmente aplazada por el encarcelamiento de la antigua primera ministra Yulia Timoshenko. En lo que respecta a Bielorrusia, la Unión apenas puede influir en el presidente Alexander Lukashenko, que condena regularmente a sus opositores.

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En lo relativo a estos dos países, tanto la Unión como Polonia, vinculada muy especialmente a un acercamiento hacia los vecinos orientales, en realidad han fracasado. Europa carece de visión para salir del callejón sin salida, mientras Rusia, ocupada en reconstruir su imperio, no pierde el tiempo.

Un gran Schengen y una pequeña Unión

En primavera puede que asistamos a la ampliación del espacio Schengen. Justo antes de Navidad, los Países Bajos retiraron su veto contra la ampliación de la zona de libre circulación con Bulgaria y Rumanía. Ambos países entrarán a formar parte siempre que los dos próximos informes de la Comisión Europea sobre el estado del sistema judicial y sobre las reformas en materia de política interior sean positivos. Sofía y Bucarest, miembros de la UE desde 2007, deben multiplicar sus esfuerzos.

Respecto a la zona euro, en su estela está naciendo una unión fiscal más estrecha, y aunque los responsables políticos rechacen categóricamente la hipótesis de una ruptura de Europa, todo puede pasar.

Los primeros meses de este nuevo año discurrirán sin ninguna duda buscando financiación para el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y negociando un nuevo acuerdo intergubernamental. El grupo de trabajo que ha redactado los términos del pacto fiscal reúne a la vez a los representantes de Polonia (que permanece fuera del euro, pero desea formar parte del pacto en cuestión) y del Reino Unido (que boicotea el acuerdo). La visión de todos ellos reunidos en torno a la misma mesa resulta sobre todo optimista.

También llegan buenas noticias de Croacia, que organiza el 22 de enero un referéndum sobre su adhesión a la Unión. A pesar de la inquietud que impera en el ambiente, debido a la situación económica, la mayoría de los croatas dirá sí a Europa y Croacia será, en julio de 2013, el vigesimoctavo Estado de la UE. La Unión ganará un nuevo miembro proveniente de los Balcanes (cuyo agujero negro geopolítico sigue acosándola).

Negociaciones con los pragmáticos daneses

El combate en torno a los fondos de cohesión se librará durante las negociaciones presupuestarias que, tras la fase de calentamiento durante la presidencia polaca de la UE, van a comenzar ahora. Tampoco queda excluido que desde principios de año, los contribuyentes netos del presupuesto comunitario, es decir, Reino Unido, Alemania, Francia, Suecia, Finlandia, Países Bajos y puede que algún otro Estado miembro, exijan una reducción sustancial en su contribución.

De lo que sí podemos alegrarnos es de que las negociaciones presupuestarias quedarán en manos de los daneses, que presiden la Unión a partir de enero. Es la séptima presidencia para Dinamarca, durante la última, en 2002, los daneses terminaron las negociaciones de adhesión de la UE con los diez países de Europa central y oriental. No les falta ni buena fe ni experiencia. Además, como escandinavos, tienen un enfoque muy pragmático de la política.

Desgraciadamente, el pragmatismo danés puede chocar con el enfoque francés de la negociación presupuestaria. Especialmente si se tiene en cuenta que en abril y mayo, Nicolas Sarkozy tratará de revalidar su segundo mandato presidencial y que hará todo lo que esté en su mano para convencer a sus compatriotas, cada vez más euroescépticos, de que él defiende con cuerpo y alma los intereses franceses en el seno de la UE.

¿Qué cabe esperar?

Probablemente se sucederán muchos eventos imposibles de prever hoy día, tal y como aconteció a finales de 2010, cuando no podíamos pronosticar, ni en sueños, que en agosto de 2011 durante varios días hordas de británicos iban a saquear las tiendas de Londres.

Y es precisamente la tensión social en aumento y la frustración de la joven generación lo que más amenaza la estabilidad interna de Europa. Si a eso añadimos una ola creciente de populismo político que recorre Francia, pasando por los Países Bajos, Finlandia y Hungría, tenemos una mezcla explosiva de frustración social y de cinismo político, alimentados a su vez por la debilidad de Europa.

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