Según apunta el diario moldavo Timpul, las relaciones entre la UE y Rusia parecen estar cambiando de manera significativa. Los deseos de Moscú por formar parte de la Asociación Oriental de la Unión, la posible liberalización de los visados de los ciudadanos rusos y los contratos firmados entre empresas europeas y rusas muestran que “la UE y Rusia se necesitan más que nunca”. Y posiblemente, por iniciativa de este último país, las buenas relaciones entre ambos seguirán en esta línea, opina el diario de Chisinau, según el cual, los ímpetus con que Rusia ha saludado el nombramiento de los dirigentes previstos por el Tratado de Lisboa desvela su preferencia por interlocutores procedentes de Europa Occidental, ya que tienden a tener en menor consideración a los antiguos Estados comunistas.
Según explica Dziennik Gazeta Prawna, la ofensiva diplomática de Moscú en la UE va acompañada de una ofensiva comercial encaminada a adquirir tecnologías desarrolladas en Europa. Después de haber firmado sustanciosos contratos con empresas alemanas, al Kremlin se le ha antojado irse de compras a Francia, país del que le interesa específicamente el sector espacial y nuclear, además del militar. “Rusia es hoy por hoy un país anticuado que necesita modernizarse rápidamente. Pero en lugar de invertir en la formación de sus científicos o desarrollar nuevas tecnologías, prefiere comprar conocimientos y soluciones punteras”, afirma el diario polaco, para quien, “Al contrario que Washington o Londres, a París no le molesta compartir su know-how con Moscú”.
Mistral: símbolo de un acercamiento político-militar
En su reciente visita a París, lo días 26 y 27 de noviembre, el Primer Ministro ruso Vladimir Putin firmó una veintena de acuerdos bilaterales en los ámbitos de la energía, de la industria de automoción, del medio ambiente o de los visados. Pero también del armamento, recalca el diario Le Figaro: en efecto, Moscú está dispuesta a desembolsar 500 millones de euros en un buque de proyección y de mando de la clase Mistral, la joya de la corona de la marina francesa, y elemento clave potencial de la reconstitución de la flota militar rusa. Un contrato con alto valor simbólico, pues se trataría de “la primera adquisición de este tipo por parte de Moscú a un país de la OTAN”, apunta el diario Le Monde.
Mientras que el diario Romania Libera considera este eventual contrato como “un trueque y un símbolo político embarazoso para París”, quien no respetaría el Código Europeo de Buena Conducta en lo que se refiere a la exportación de armas, el diario Le Monde considera que el acuerdo traduciría la señal política del “acercamiento político-militar” entre los dos países. El diario parisino considera que Francia pretende “cultivar una relación especial con Rusia” en el ámbito militar. En efecto, la idea que defiende el presidente Nicolas Sarkozy es “vincular Rusia con un orden continental de estabilidad, a falta de que comparta los valores democráticos europeos” y crear un “espacio de seguridad común” entre Europa y Rusia.
Dos proyectos de gasoductos dirigidos por Gazprom
El otro ámbito en el que parece tener más resultados la estrategia rusa para con Europa es el de la energía: dado que la Unión Europea no dispone de una política común, cada país negocia por su cuenta con Moscú los contratos de abastecimiento. Las empresas francesas (Veolia, GDF-Suez, Electricité de France) se activan, pues, para consolidar asociaciones con el gigante ruso de la energía Gazprom, quien dirige 2 proyectos de gaseoductos. “Vladimir Putin se dispone a realizar un golpe maestro en el frente de la diplomacia energética”, recalca el diario Le Monde: “asociar a todos los países europeos y a sus multinacionales [con sus dos proyectos de gaseoductos] que rodean Bielorrusia, Polonia y los Países Bálticos: el Nord Stream, que unirá a Rusia con Alemania bajo el mar Báltico; y el South Stream, que atravesará el mar Negro y se dividirá en dos enlaces hacia Italia y Austria. Al igual que Alemania e Italia, Francia no considera que exista contradicción alguna entre la presencia de sus empresas en los dos proyectos rusos, que aumentarán su dependencia con respecto al gas ruso, y su apoyo al proyecto del gaseoducto europeo Nabucco que, en cambio, rodea Rusia”.
Según el diario Polska, Varsovia no comparte el entusiasmo francés con respecto al Kremlin: en efecto, el gobierno polaco sigue mostrándose reacio a firmar el contrato de gas por el que se abastecería al país en un 40% y que se prolongaría hasta 2037 el suministro de gas ruso a Polonia. Su aspecto más controvertido es el incremento de la dependencia al gigante ruso de la energía Gazprom, “mientras que el jefe de Estado espera diversificar las fuentes de abastecimiento de Polonia”, y el hecho de que “probablemente retrasará la construcción del terminal de regasificación Świnoujście”.
Si la confianza entre Moscú y Varsovia aún no está al orden del día en las cuestiones energéticas, sí que existe, en cambio, en el ámbito de los visados: Polonia, Lituania y Rusia van a pedir conjuntamente a la Comisión Europea que incluya el enclave ruso de Kaliningrado a la zona de pequeño tráfico transfronterizo, lanzada el pasado mes de mayo por los tres países, explica el diario Gazeta Wyborcza. Según el acuerdo propuesto, los habitantes de Kaliningrado podrán viajar sin visados por el territorio polaco y lituano, en el límite de 30 km de la frontera. El objetivo es que despegue la economía de Kaliningrado y que se reanime el comercio con sus vecinos polacos y lituanos. “Esto tendría también un aspecto geopolítico”, confía al diario de Varsovia una fuente diplomática: “queremos que Kaliningrado pase de una zona de amenaza en potencia a una zona de cooperación”.