Cada año, miles de mujeres marroquíes se embarcan en Tanger hacia España, donde trabajan temporalmente, antes de volver a sus casas. (AFP)

El imparable movimiento de la población

La inmigración, ya sea interna o de otros lugares, suscita debates en la mayoría de los países de Europa. Sin embargo, según apunta el semanario polaco Polityka, es indispensable a largo plazo, siempre que se creen las condiciones favorables y de manera común.

Publicado en 11 diciembre 2009 a las 16:03
Cada año, miles de mujeres marroquíes se embarcan en Tanger hacia España, donde trabajan temporalmente, antes de volver a sus casas. (AFP)

Las últimas ampliaciones de la UE han ido acompañadas por un gran temor de que hordas procedentes del Este invadan el resto de Europa. Las medidas de restricción de acceso de los ciudadanos de los nuevos Estados miembros al mercado laboral han surtido efecto. El espantajo del "fontanero polaco" (estereotipo que amenazaba con acaparar este sector en otros países) funcionó hasta que la Comisión hizo cálculos y constató que al final el número de fontaneros polacos en Francia se limitaba a 147. Pero algunos países de la UE siguen sin abrir su mercado laboral a los nuevos miembros. Austria y Alemania pretenden mantener las medidas transitorias hasta 2011. Para Bulgaria y Rumanía siguen cerrados los mayores mercados europeos, como el británico, el francés o el alemán.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha examinado decenas de miles de datos sobre la mano de obra y los flujos migratorios entre 14 países ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (países de inmigración) y 74 países de emigración durante el periodo de 1980 a 2005. El estudio demuestra que la inmigración aumenta la tasa de empleo, sin que ello perjudique a los trabajadores locales, y refuerza los flujos de inversión. Las ventajas de la inmigración se traducen también en un apoyo al comercio internacional, así como en transferencias de tecnología y conocimientos.

La migración reduce las desigualdades

Para los alemanes Klaus Zimmermann y Martin Kahanec, autores del libro Los mercados laborales tras las migraciones posteriores a la ampliación de la UE [EU Labor Markets after Post-Enlargement Migration], las migraciones tienen un carácter puramente de redistribución. Si los inmigrantes cuentan con una formación adecuada, su migración beneficia ante todo a la población poco formada de los países de acogida, y viceversa. En cualquier caso, la inmigración reduce las desigualdades y ocupa los puestos de algunos segmentos del mercado laboral. Gracias a los inmigrantes procedentes de los nuevos Estados miembros, la UE ha ganado 24.000 millones de euros. La cuestión de las migraciones es objeto actualmente de un estudio del Grupo de reflexión sobre el futuro de Europa, dirigido por el ex presidente español Felipe González.

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La población europea que en 1900 representaba un cuarto de la población mundial, equivale actualmente al 7% de ésta y seguirá disminuyendo hasta llegar a un 5,6% en 2050. La situación europea combina dos factores demográficos opuestos: por una parte, la mejora de la esperanza de vida, por otra, un reducido índice de natalidad. En la UE actual, 35 personas de cada 100 tienen más de 65 años. En 2050, tendrán 73 años. Para hacer frente al desafío demográfico, la UE debe actuar internamente con medidas como la prolongación de la jornada laboral (lo que suscitará ciertas dificultades), pero también debe cuidar el exterior. Sin los nuevos inmigrantes, la población activa de la UE disminuiría paulatinamente, hasta el punto de que en 2050 nos faltarán alrededor de 72 millones de trabajadores.

"Ahora más que nunca, la cuestión de la identidad nacional domina los debates nacionales..."

Los expertos señalan que para que la inmigración hacia la UE tenga una mejor cualificación, primero debe percibirse como algo positivo. Estados Unidos, Canadá y Australia atraen lo mejor de la inmigración, mientras que los trabajadores poco cualificados se van a Europa. No cambiará nada si Europa no derriba los obstáculos en el acceso al mercado laboral y la creación de empresas, o si no revisa las exigencias de las pruebas lingüísticas o las restricciones sobre las prácticas culturales y religiosas. Sin embargo, no es fácil superar el miedo. La percepción de la inmigración es negativa, sobre todo en las sociedades homogéneas. Los inmigrantes perturban a estas sociedades, ya que quebrantan el sentimiento de familiaridad. "Ahora más que nunca, la cuestión de la identidad nacional domina los debates nacionales...", constata el sociólogo neerlandés Paul Schnabel: "Dudamos de la lealtad de cualquier persona cuyos padres no son neerlandeses". En Francia, el debate sobre la identidad nacional se encuentra en pleno apogeo.

En Eslovaquia y Hungría, aumentan las tensiones en las relaciones con las minorías, aunque no se trate de inmigrantes, sino de poblaciones asentadas desde hace años. El informe "Global Trends 2025" (Tendencias mundiales de 2025) del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos revela un panorama aún más sombrío. Advierte sobre el aumento de la intolerancia hacia las diferentes razas, nacionalidades y religiones, que podrían incluso producir disturbios civiles. Volviendo a los problemas de la Unión, la ausencia de controles en las fronteras dentro de la UE necesita la elaboración de una política común de inmigración, de control de las fronteras exteriores de la Unión y de coordinación del régimen de visados. Por último, es necesario permitir la integración real de los inmigrantes y rechazar cualquier tipo de discriminación. Esto implica sin duda una equiparación de los derechos sociales, lo que provocará resistencias en muchos países. Sin un enfoque coherente, la Unión se verá obligada a actuar con urgencia y a corto plazo.

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