Automóviles Ford SUV en la planta de montaje Dearborn en Michigan, EE.UU., 2006 (AFP)

El Homo Economicus, directo contra el muro

El probable fracaso de la cumbre de Copenhague sobre el cambio climático se debe a la incapacidad de imaginar una humanidad que ya no puede vivir sin imponerse límites. Una exhortación apasionada del ecologista británico George Monbiot.

Publicado en 17 diciembre 2009 a las 16:43
Automóviles Ford SUV en la planta de montaje Dearborn en Michigan, EE.UU., 2006 (AFP)

Ha llegado el momento de darnos la vuelta y mirarnos a nosotros mismos. Aquí, entre pasillos de plástico y compartimentos atestados de gente, entre textos impenetrables y severos procedimientos, la humanidad decide lo que es y lo que ha de ser. Decide si quiere continuar viviendo como hasta ahora, hasta convertir su hogar en una tierra baldía, o si hace un alto para redefinirse. Esto no tiene que ver sólo con el cambio climático. Tiene que ver con nosotros.

La cumbre de Copenhague nos enfrenta a nuestra tragedia original. Somos el simio universal, equipado con la inteligencia y la agresividad necesarias para cazar presas mucho mayores que él, para conquistar nuevos territorios, para desafiar los límites naturales. Por otro lado, la premisa de la cumbre es que la era del heroísmo ha terminado. Hemos entrado en la época del compromiso. Ya no podemos vivir sin imponernos límites. En todo lo que hagamos a partir de ahora debemos tener en cuenta las vidas de los demás, debemos ser prudentes, moderados y meticulosos. Tal vez ya no podamos volver a vivir pensando sólo en el momento, como si no hubiera mañana.

La línea del conflicto ya no está entre conservadores y liberales

Esta cumbre no trata únicamente acerca de los gases de efecto invernadero que aíslan la atmósfera. Es también una batalla entre dos maneras de ver el mundo. La gente furiosa que trata de hacer fracasar este acuerdo, al igual que cualquier otro límite a su realización personal, lo ha entendido mucho mejor que nosotros. Existe un nuevo movimiento social, más visible en Norteamérica y en Australia pero presente ya en todas partes, que reclama el derecho a pasar por encima de las vidas de los demás como si fuera un derecho humano. Es un movimiento que no acepta los impuestos, el control de las armas de fuego, las normas, la sanidad y la seguridad, especialmente cuando son por razones medioambientales. Sabe que los combustibles fósiles han permitido la expansión del simio universal más allá de sus sueños paleolíticos. Por un momento, un maravilloso momento de conquista de la frontera, nos han permitido vivir en una feliz ignorancia del futuro.

Recibe lo mejor del periodismo europeo en tu correo electrónico todos los jueves

La humanidad ya no está dividida entre conservadores y liberales, reaccionarios y progresistas. Hoy la línea del conflicto se sitúa entre quienes defienden la expansión y quienes defienden la contención; entre quienes creen que no debería haber impedimentos y quienes creen que debemos vivir dentro de ciertos límites. Las terribles batallas que hemos visto hasta ahora entre los verdes y los que niegan el cambio climático han sido sólo el comienzo. La lucha se volverá mucho más encarnizada cuando las personas comiencen a saltarse los límites de la decencia.

Hay que replantear la fórmula mágica del crecimiento económico

Aunque los delegados empiezan a darse cuenta de la responsabilidad que han asumido, sigo pensando que nos fallarán. Todo el mundo quiere la última aventura. Apenas ninguno de los partidos oficiales puede aceptar las implicaciones de vivir de acuerdo con nuestros medios, de vivir teniendo en cuenta el mañana. Siempre habrá otra frontera, se dicen a sí mismos, siempre habrá otros medios de escapar a nuestros límites. El crecimiento económico es la fórmula mágica que permite que nuestros conflictos sigan sin resolver. Mientras las economías sigan creciendo, la justicia social será innecesaria, nos dicen, pues podremos mejorar las vidas de las personas sin necesidad de redistribución. Mientras las economías crezcan, podemos seguir comprando la solución a nuestros problemas.

El problema de los suministros

Los negociadores que están en la ciudad de plástico siguen sin tomarse en serio el cambio climático. Hay otro asunto que no se puede mencionar aquí: los suministros. La mayoría de los Estados sentados a la mesa de negociaciones en Copenhague mantienen dos políticas respecto a los combustibles fósiles: una consiste en minimizar la demanda, a base de animarnos a reducir el consumo; la otra consiste en maximizar la oferta, a base de animar a las compañías a extraer tanto como puedan del subsuelo.

Los artículos publicados en la revista Nature el pasado mes de abril dejaron claro que si queremos que la media global de la temperatura no suba más que dos grados sólo podemos utilizar un máximo del 60% de las reservas actuales de carbón, petróleo y gas. La cantidad que podemos quemar es mucho menor si queremos prevenir que la temperatura suba más de 1’5 °C, como proponen muchos países pobres. Sabemos que sólo se puede eliminar una pequeña fracción del carbono que hay en esos combustibles mediante su captura y almacenamiento. De ello se desprenden dos conclusiones evidentes: los gobiernos deben decidir qué parte de las reservas existentes de combustibles fósiles debe permanecer en el subsuelo, e introducir una moratoria global en la prospección de nuevas reservas. Ninguna de esas propuestas ha sido siquiera presentada a debate.

ENCUESTA

Europa Central no tiene miedo del calentamiento global

El asunto del cambio climático deja a Europa Central indiferente, a excepción de los húngaros, escribe el semanario checo Respekt. Según una reciente encuesta del Eurobarómetro, «únicamente el 30% de los polacos piensan que el clima sea un problema, por un 41% de los eslovacos, pero seguramente es porque no tienen a Václav Klaus [el «climato-escéptico» presidente checo] y porque son vecinos de los húngaros, que sufren de repetidas sequías que alteran las campañas agrícolas del otoño». El porcentaje de húngaros que expresan su temor por el clima (52%) es superior a la media europea (47%).

Pero lo que verdaderamente preocupa a los europeos del Este es el estado de la economía. El 68% de los lituanos y el 71% de los búlgaros temen «una recesión mundial importante». Los checos (63%) se preocupan más por el dinero que por el clima, aunque su situación económica no sea tan grave, indica Respekt. «Los húngaros, que tienen buena razón para sentir inquietud, son más optimista que los checos (48% muestran preocupación por la economía), los eslovacos les siguen con un 47% y los polacos parecen burlarse de la crisis mundial (solamente el 25% teme una recesión).

Tags
¿Te ha gustado este artículo? Nos alegra mucho. Se encuentra disponible para todos nuestros lectores, ya que consideramos que el derecho a la información libre e independiente es esencial para la democracia. No obstante, este derecho no está garantizado para siempre, y la independencia tiene su precio. Necesitamos tu apoyo para seguir publicando nuestras noticias independientes y multilingües para todos los europeos. ¡Descubre nuestras ofertas de suscripción y sus ventajas exclusivas y hazte miembro de nuestra comunidad desde ahora!

¿Eres un medio de comunicación, una empresa o una organización? Consulta nuestros servicios editoriales y de traducción multilingüe.

Apoya el periodismo europeo independiente

La democracia europea necesita prensa independiente. Voxeurop te necesita a ti. ¡Únete a nosotros!

Sobre el mismo tema