Un peatón en Liverpool One (Richard Carter)

Ciudad privada - Prohibido el acceso

En nombre de la regeneración urbana, las grandes extensiones de ciudades como Londres o Liverpool son ahora de propiedad privada y están protegidas por compañías de seguridad privadas. En su artículo publicado en el diario The Guardian, Anna Minton describe una nueva Inglaterra donde actividades aparentemente inofensivas como comer o tomar fotografías están ahora prohibidas.

Publicado en 21 diciembre 2009 a las 17:03
Un peatón en Liverpool One (Richard Carter)

Un reportero del diario The Guardian, Paul Lewis, es el último de una larga lista de presuntos sinvergüenzas detenidos y cuestionados después de extraviarse en un terreno privado. La policía detuvo y cacheó a Lewis al amparo de la sección 44 de la Ley sobre Terrorismo por haber tomado fotografías delGherkin de Norman Foster, uno de los edificios más emblemáticos de Londres. Este control y vigilancia de actividades inocentes, que no requiere necesariamente leyes antiterroristas, está ocurriendo por todas partes en el país debido al aumento de propiedades privadas y del control privado de las ciudades. Liverpool One, que abarca 34 calles en el corazón de Liverpool, es propiedad de la compañía del Duque de Westminster, Grosvenor, que tiene el usufructo de todo el lugar, incluidas las calles y los espacios públicos, desde el consejo por 250 años. Partes de Bristol y de Leicester, y de la que promete tener el mayor desarrollo, Stratford City en Londres, pertenecen y están dirigidas por compañías de propiedad inmobiliaria. Con sus 170 acres, Stratford City –uno de los lugares más importantes para los Juegos olímpicos de 2012- será una ciudad privada dentro de una ciudad. Los políticos y los promotores inmobiliarios señalan que a la gente le gustan esos lugares y que se concentran allí para comprar. Pero también plantean un desafío para la vida pública, la cultura y la democracia que se ha asumido en las ciudades inglesas en los últimos 150 años.

Una gran cantidad de actividades aparentemente inofensivas –monopatín, patines de ruedas, incluso comer en determinados sitios- están expresamente prohibidas, además de grabar en vídeo y de tomar fotografías. También está prohibida la mendicidad, dormir en las calles, repartir folletos políticos y celebrar manifestaciones políticas. En lugar de la diversidad en las vías principales estamos creando enclaves estériles y de alta seguridad, monitorizados por una seguridad privada y por circuitos cerrados de vigilancia por televisión CCTV. Y en lugar de hacernos sentir más seguros, este énfasis en la seguridad constituye un recordatorio del peligro omnipresente, alimentando el miedo al crimen. Pero pocas personas son conscientes de los cambios que se producen literalmente en el suelo. Se supone que como las calles siempre han sido públicas, seguirán siéndolo. En realidad, al principio del siglo XIX, las ciudades como Londres eran propiedad de un pequeño grupo de terratenientes, principalmente duques y condes. Sus viejas propiedades incluían algunas de las mejores plazas georgianas y victorianas, pero lo que ya no vemos son las fuerzas de seguridad privadas que contrataban los terratenientes para mantener a raya a los que no pertenecían al lugar –ni las numerosas puertas, barras y postes.

Tras el aumento de escándalos públicos, que se produjeron paralelamente al aumento de la democracia local y que quedó reflejado por dos investigaciones parlamentarias, el control de las ciudades pasó a las autoridades locales. Desde entonces, las autoridades locales han "adoptado" las calles y los espacios públicos de la ciudad, lo que significa que independientemente de que sean suyas o no, las controlan y las dirigen. Ahora esto se está invirtiendo, a medida que las compañías de propiedad inmobiliaria se hacen con el control de todo un barrio. Los fotógrafos pueden ser los primeros en darse cuenta, pero no son los únicos perjudicados. Pero a medida que la gente empiece a ver las consecuencias de estos enclaves, ¿se podrá hacer algo para invertir la tendencia? Las nuevas ideas están a nuestro alcance. Resulta irónico que la sede del Greater London Authority, esto es, la sede del gobierno democrático en Londres, se encuentra en More London, otro enclave vigilado y de propiedad privada. Sin embargo, el mes pasado el alcalde Boris Johnson manifestó oficialmente su oposición al control privado de las calles y de los espacios públicos. El alcalde tiene importantes poderes de planificación, y puede ordenar a los distritos municipales que no otorguen permisos para nuevos planes que no tengan en cuenta estos criterios. Dado que virtualmente todo nuevo desarrollo está permitiendo que el control de las calles pase a manos privadas, se trata de una política significativa.

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