En un calle de Lisboa.

El espejismo de la emigración

La crisis, tras haber dado lugar a la “generación beta” de jóvenes en situación precaria, obliga ahora a padres de familia a buscar trabajo en otros lugares de Europa. Pero estas personas, sin cualificación, sin hablar idiomas y sin recursos, a menudo acaban en la calle.

Publicado en 19 marzo 2012 a las 15:23
En un calle de Lisboa.

“Emigración beta”: con esta expresión describió esta nueva oleada de portugueses que llega al Gran Ducado Eduardo Dias, representante del Consejo de las Comunidades Portuguesas en Luxemburgo. Se trata de parejas de 35 a 50 años, que llegan con sus hijos aún menores, sin perspectivas de un trabajo asegurado, sin hablar el idioma y como único equipaje, la idea (equivocada) de que encontrarán fácilmente trabajo.

La imagen de este nuevo flujo migratorio portugués en pleno auge, que se añade al de los jóvenes diplomados que también quieren probar suerte en el extranjero, se observa en otros lugares de Europa: en Inglaterra, en Francia, en Países Bajos, en Bélgica, en Alemania y de manera especialmente destacada, en Suiza. En este último país es donde se dio la voz de alarma por primera vez: una serie de emigrantes portugueses dormían en la calle, soportando temperaturas gélidas. Y según la opinión general, la situación está lejos de mejorar.

Las estadísticas son claras y todas van en la misma dirección: el número de portugueses que deja el país no deja de aumentar. A finales de 2011, el secretario de Estado para las comunidades portuguesas, José Cesário, reconoció que, sólo en ese año, dejaron el país entre 100.000 y 120.000 portugueses.

Sin dinero para comer o pagarse un techo

En Eures, el portal europeo de movilidad profesional, las candidaturas de portugueses se duplicaron entre 2008 y 2011. Las inscripciones en los consulados atestiguan también el aumento de la población portuguesa instalada en el extranjero. En dos años, de 2008 a 2010, se han inscrito 324.000 personas más.

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Manuel Beja, presidente de la Comisión de flujos migratorios del Consejo de Comunidades Portuguesas y de los Consejeros de la Comunidad Portuguesa en Suiza, vive en Zúrich y sigue viendo cómo llegan autobuses llenos de sus compatriotas. Comenta que el fenómeno comenzó a cobrar importancia en 2008 y que en 2010 alertó por primera vez a Portugal. “El Gobierno de José Sócrates reaccionó mal y me acusó incluso de ser un irresponsable. Es una lástima, porque es cierto que se trata de un fenómeno difícil de frenar, pero podría haberse tratado de otro modo”.

En los últimos meses, Manuel Beja ha observado un “cambio total” en la sociología de los recién llegados a las grandes ciudades suizas. Ahora se trata de familias, de parejas más jóvenes, poco cualificadas, que tienen compromisos financieros en Portugal y que salen del país “desesperados”. Algunos llegan con un contacto telefónico que a menudo no existe y otros llegan sin nada. “Desde que denunciamos el escándalo de estos portugueses que duermen en las estaciones o en centros de acogida para los sintecho, las cosas se han calmado, pero con el tiempo, llegarán otros”, comenta con preocupación.

Algunos, en situaciones dramáticas (sin un céntimo para comer, ni para pagarse un techo, ni siquiera para regresar a Portugal) se han visto obligados a pedir ayuda a las misiones católicas establecidas en diferentes países europeos. “Han empezado a llamar a la puerta de la misión en Suiza", confirma el hermano Francisco Sales, director de la Obra Católica das Migrações. "Para nosotros es algo nuevo, no estábamos preparados para ello, es un fenómeno muy reciente. Estamos intentando tender puentes para ayudar a estas personas”. En Suiza, prosigue, es donde se encuentra “el ejemplo más flagrante” de esta emigración que desafía los esquemas habituales.

A Londres con 50 euros en el bolsillo y sin hablar inglés

Para Francisco Sales, estos portugueses que creen aún en una Europa próspera y con perspectivas de futuro deberían informarse mejor sobre lo que les espera antes de marcharse de su país. Asegura que las iglesias van a transmitir este mensaje.

Otra historia de portugueses sin nada, sin recursos ni siquiera para regresar a su país tras un intento fallido de emigración, nos llegó la semana pasada desde Inglaterra. Un jefe de obras de 54 años y su esposa, tras ver cómo su búsqueda de trabajo era infructuosa, decidieron marcharse a Londres en enero y se les encontró durmiendo en un coche. Según Luís Ventura, presidente del Centro Portugués de Ayuda a la Comunidad Lusófona, “la situación empieza a ser alarmante” también en Inglaterra.

Desde hace dos años constata “un aumento importante y constante del número de personas” que llega a Inglaterra. Domingos Cabeças, de la agencia Neto para el empleo, en Londres, presenta cifras parecidas: “Solíamos recibir entre 20 y 30 demandas de empleo al día y actualmente tenemos entre 80 y 90 candidaturas de personas sin experiencia, que no hablan inglés y que no tienen casi nada de dinero. Resulta muy complicado encontrarles trabajo. Estoy convencido de que muchos buscan cualquier trabajo únicamente para reunir el dinero necesario y regresar”.

Luís Ventura estima que lo más preocupante es su falta de preparación, unida al agravamiento de la crisis en el país: “Recibimos emigrantes con titulaciones superiores, pero también son muchas las personas que no hablan el idioma, que llegan sin perspectivas, sin cualificación y que rápidamente se encuentran en una situación dramática. Hace alrededor de un mes, un hombre llegó al aeropuerto con 50 euros y un número de teléfono que no funcionaba. Se encontraba totalmente solo en Londres, sin hablar una palabra de inglés y con sólo 50 euros en el bolsillo”.

Si bien “nadie puede determinar con exactitud” el número de portugueses que se han marchado a otro país de Europa el año pasado, Jorge Malheiros, investigador del Centro de Estudios Geográficos de la Universidad de Lisboa, estima que las cifras siguen indicando “un flujo de emigración portuguesa más cualificada y más joven”.

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