Turistas alemanes en Deerfield Beach, en Florida, Estados Unidos.

Los alemanes ya no son adictos al trabajo

Muchos países, entre ellos Gran Bretaña, admiran a los alemanes por ser muy trabajadores. Pero esta cualidad pertenece al lejano pasado, señala un columnista de The Guardian.

Publicado en 21 marzo 2012 a las 16:47
Turistas alemanes en Deerfield Beach, en Florida, Estados Unidos.

Primero las buenas noticias: puede que los británicos por fin estén superando el recuerdo de la guerra. Una encuesta de YouGov publicada la semana pasada indica que la visión británica de Alemania cada vez está menos vinculada a la imagen de hombres siniestros con botas militares. Puede que Gran Bretaña siga mostrándose mayoritariamente escéptica sobre la UE y la función de Alemania en ella, pero los británicos demuestran tener una gran debilidad por el modo en el que los alemanes dirigen su país: sus políticos, sus bancos, sus colegios y sus hospitales, todos calificados con mejor puntuación que sus equivalentes británicos. De hecho, Alemania es el segundo país más admirado en Gran Bretaña, por delante de Estados Unidos y sólo superado por Suecia.

El adjetivo más representativo con el que los británicos califican ahora a Alemania es "trabajadora": algo irónico, dado que el frenético ritmo de trabajo solía ser el motivo por el que la gente no soportaba a este país. En 1906 el sociólogo Max Scheler explicó la antipatía internacional hacia sus compatriotas, por su "placer por el trabajo en sí mismo, sin ningún objetivo, sin motivo, sin finalidad". Más o menos por la misma época, su compañero Max Weber acuñó la frase de "la ética protestante del trabajo" para destacar el aura casi religiosa que rodeaba al trabajo en su patria. Ahora, Alemania promete encarnar ese ideal más que nunca: dos de sus puestos más altos los ocupan personas de hogares protestantes: Angela Merkel es hija de un pastor luterano y el propio presidente Joachim Gauck fue pastor anteriormente.

Una imagen que caducó hace 50 años

Y aquí llegan las malas noticias: al haber abandonado una visión de Alemania que caducó hace ya unos 50 años, Gran Bretaña parece haber adoptado un estereotipo aún más antiguo. Lo cierto es que los alemanes no trabajan más que los británicos. Al contrario, cada vez trabajan menos.

En un informe de la UE de 2010 sobre las vacaciones de las que disfrutan los países, Alemania ocupaba el primer puesto, con 40 días al año, comparados con los 33 días de la "vaga" Grecia. En la era de los horarios de trabajo flexibles y de las fulgurantes BlackBerrys, resulta especialmente difícil determinar el número exacto de horas que se trabaja, pero no existe ninguna encuesta reciente en la que Alemania supere a Gran Bretaña, donde los trabajadores de oficinas echan unas 43,6 horas semanales, mientras que la media en la UE es de 40,3.

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Sin que los medios británicos hayan reparado en ello, en Alemania ha tenido lugar hace poco un debate nacional sobre el síndrome de desgaste profesional o "burnout", es decir, agotamiento relacionado con el trabajo.

En los últimos seis años, una serie de políticos de primer nivel, chefs y entrenadores de fútbol han tenido que dejar sus puestos de trabajo debido al estrés. Incluso los obispos católicos del país, en su conferencia anual el mes pasado, se quejaban de la fatiga en el trabajo (a saber cómo lo habría denominado Weber).

Una definición para el siglo XXI

Una investigación reciente reveló que son pocos los psiquiatras que realmente podían definir el síndrome de "burnout" en términos médicos, pero eso no lo convierte en un caso de angustia alemana. Puede significar simplemente que Alemania esté más avanzada en lo que respecta al significado del trabajo del siglo XXI, inmerso en la tecnología WiFi.

En la gran rueda para hámsters que es Gran Bretaña, cuando el director ejecutivo de Lloyds, Antonio Horta-Osario, se tomó seis semanas de descanso por agotamiento, fue objeto de burlas en la prensa, que hablaba de que sufría una "enfermedad misteriosa".

Puede que valga la pena plantearse si después de todo existe una idea de trabajo típicamente alemana. La nueva historia de Harold James del fabricante prusiano de acero y armas Krupp cita al fundador de la empresa para insinuar que la ética protestante del trabajo puede no ser tanto una cuestión de largas horas en la oficina, sino de hacer que el trabajo sea significativo: "La finalidad del trabajo debe ser el bien común", decía Alfred Krupp, "y entonces el trabajo es una bendición, el trabajo es una oración".

La reciente decisión de Volkswagen de desactivar las BlackBerrys de los empleados fuera del horario laboral puede ser un indicio de que ese ideal no está desfasado.

¿Es posible que la nueva admiración de los británicos por la "trabajadora" Alemania nos esté diciendo más sobre la ansiedad británica que sobre el éxito alemán? Si los alemanes trabajan una cantidad de horas moderadas, se divierten y aún así logran ser la economía más próspera de Europa, ¿por qué la gente de Gran Bretaña se empeña en trabajar tanto?

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