En el vigésimo aniversario de las primeras elecciones en Polonia que terminaron con el gobierno comunista, Adam Michnik, editor del diario polaco Gazeta Wyborcza recuerda que “1989 fue un año cuando Polonia triunfó sobre su cruel destino (…)El pueblo, hasta entonces reprimido e impotente, ganó finalmente voz propia”. Algo, añade, que “ el mundo entero escuchó”.
Michnik identifica al líder del Sindicato Solidaridad Lech Walesa y a Wojciech Jaruzelski del régimen comunista como los líderes de los dos campos de la “guerra polaca”. Ambos, subraya, sirvieron a Polonia en la transición a la democracia. El resultado de las elecciones de aquel año se revelaron en un momento en el que “nosotros, la gente de Solidaridad, temíamos la reacción de Moscú”. A su favor, insiste, los dirigentes del Partido Comunista reconocieron oficialmente el resultado de unas elecciones que suponían su propia desaparición. Como Solidaridad; “comprendieron que estaban caminando sobre una fina capa de hielo, pues las tropas soviéticas permanecían estacionadas en Polonia”.
También rinde homenaje al Papa Juan Pablo II y a la Iglesia católica, por haber jugado “un papel tan importante en el cambio”. En 1989, “los polacos mostraron su mejor cara al mundo- valientes y tolerantes-". Si existe algún recuerdo amargo del pasado, y hay problemas en la actualidad, concluye, “podemos reprocharnos nuestros pecados mejor en otra ocasión”.
Pero los últimos veinte años se pueden resumir de forma diferente. Como escribe Pawel Lisicki en el diario conservador Rzeczpospolita, fue "un tiempo de amnesia y de debilitamiento del sentido del deber cívico". Los culpables de crímenes comunistas no fueron castigados, y los criterios para valorar lo bueno y lo malo en la vida pública se convirtieron en algo indefinido.
En lugar de orgullo nacional, subraya el redactor-jefe de Rzeczpospolita, los polacos comenzaron a avergonzarse y desconfiar de una identidad nacional fuerte. Una posible explicación de esto es que la independencia no fue resultado de la victoria sobre el comunismo sino que fue un “contrato con el antiguo régimen”. Las elecciones del 4 de junio de 1989 fueron parcialmente libres. Aunque Solidaridad las ganó con claridad, “en lugar de pensar en quitar el poder a los comunistas tan rápido como fuera posible, intentó ahogar el entusiamo de los que le apoyaban”.
En cualquier caso, Lisicki no reniega totalmente de los sucesos del 4 de junio de 1989. Concluye diciendo que, después de todo, vale la pena recordar un día en el que “los polacos demostraron que podían pensar en sí mismos y elegir la libertad”.