Montañas de deuda en la isla de Jardim

A pesar de contar con una minúscula población de 250.000 habitantes, la turística isla portuguesa de Madeira registra una enorme deuda de 6.000 millones de euros, legado del largo y excéntrico mandato del presidente local Alberto João Jardim.

Publicado en 16 abril 2012 a las 15:00

Encajonado bajo los imponentes acantilados azotados por tormentas en la costa Atlántica occidental de Madeira, se encuentra el puerto deportivo Marina do Lugar de Baixo, que costó 50 millones de euros y estaba destinado a acoger a yates de lujo. Por desgracia, debido a las imponentes olas que han fracturado el puerto hasta en tres ocasiones desde su construcción en 2005, ni el más aventurero de los navegantes ha osado llegar hasta allí, y mucho menos los multimillonarios que pasan con palacios flotantes.

Hoy el lugar está abandonado, una cadena bloquea la carretera por la que se suponía que pasaría Roman Abramovich y el edificio del club permanece vacío. Pero tan espectaculares como las grandes olas que azotan Lugar de Baixo han sido las oleadas de dinero de la Unión Europea que se han destinado a Madeira, una isla portuguesa conocida por su vino dulce y el sol invernal.

Si bien el puerto deportivo lo financió en su mayoría el Gobierno local semi-independiente de Madeira, Bruselas envió 3,5 millones de euros y, al igual que otros patrocinadores, no hizo caso de las advertencias de que un tramo de costa conocido por los surferos más expertos podría no ser tan idóneo para los amantes de la vela.

"Madeira es como Grecia en el Atlántico"

De igual modo, en el cercano paseo y complejo de restaurantes en Frente Mar Madalena, donde una placa oxidada recuerda la concesión de 1,2 millones de euros de la UE, los promotores pasaron por alto el riesgo de derrumbe de los acantilados. Hasta que, por supuesto, una gran roca hizo un agujero en el tejado de un restaurante hace dos años y desde entonces, el lugar está vacío.Pero el auténtico agujero es el que la desenfrenada fiebre urbanística respaldada públicamente ha dejado en las finanzas de la isla, a medida que se transformaba en un centro turístico similar al de las islas Canarias, situadas más al sur.

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Porque Madeira ahora se hunde en una deuda tan profunda como las aguas del Atlántico que la rodean. Actualmente, a pesar de contar con una población de sólo 250.000 habitantes, la administración local debe alrededor de 6.000 millones de euros, casi el doble de la deuda pública per cápita del Portugal continental. La crisis financiera, que salió a la luz el pasado otoño, supone una humillación para los líderes de Lisboa, que tuvieron que negociar un rescate de 78.000 millones de euros de Bruselas y del FMI.

"Madeira es como Grecia en el Atlántico", comentaba Gil Cana, un concejal del partido de la oposición en Madeira, el Nuevo Partido de la Democracia. Mientras se toma un café en una plaza de Funchal, la agradable capital de Madeira, Cana parece estar tan relajado como los turistas británicos y alemanes de edad avanzada que pasean por el lugar y a los que les gusta la isla por su fama de tranquilidad y ausencia de vandalismo.

Y aún así, lleva en el bolsillo un espray de pimienta y cuando sale de noche, coge una pistola Browning 0.25, para la que posee la licencia pertinente, por protección personal. Porque en la pequeña comunidad de los residentes de Madeira, ser franco políticamente puede tener graves consecuencias. Cana ha sufrido dos palizas, le quemaron su bar y a la familia le han destrozado los coches.

Un líder retrógado

Señala a los partidarios del presidente de la isla, Alberto João Jardim, de 69 años, que gobierna la isla desde 1978, lo que le convierte en uno de los líderes electos que ha gobernado durante más tiempo en Europa. Este retrógrado e instigador en la dictadura portuguesa de Salazar, para el que llegó a escribir propaganda, cementó su popularidad, literalmente, con los miles de millones que invirtió en desarrollar la isla que, antes del final de la dictadura de Portugal en 1974, era un lugar atrasado e inmerso en la pobreza.

Actualmente, una carretera de unos 190 kilómetros y una red de túneles conectan en Madeira a las comunidades de montaña que antes estaban aisladas y acortan la duración de los trayectos por sus empinados contornos volcánicos. Pero buena parte del dinero procedía de los 2.000 millones de euros en subvenciones de la UE que se concedieron en los últimos 25 años, y cuando hace una década esta fuente comenzó a agotarse, Jardim empezó a pedir préstamos en el mercado abierto, a través de empresas promotoras que contaban con respaldo público.

De este modo prosiguió la construcción, hasta el punto de que hoy, incluso los pueblos más pequeños pueden presumir de contar con magníficos centros cívicos, piscinas y campos de fútbol.Tal y como informa diligentemente el Jornal, el periódico propiedad del Gobierno, el presidente corta cintas en hasta 450 ceremonias de inauguración al año, algo que utiliza en los mítines políticos en los que denuncia a sus enemigos con largos discursos.

"Me ha acusado de ser comunista, marxista y miembro del Opus Dei, entre otras cosas", comentaba Michael Blandy, presidente del Blandy Group, parte de la poderosa comunidad empresarial inglesa que se asentó en la isla hace 200 años, cuando la posición de Madeira en las rutas de los vientos alisios la convirtió en una parada entre el Viejo y el Nuevo Mundo.

Ejemplo de cómo no invertir fondos de desarrollo de la UE

Hoy, además de producir vino de Madeira, Blandy es dueño del principal periódico independiente de la isla. "El presidente Jardim es bastante razonable en persona y en su día realizó grandes obras urbanísticas", añadía Blandy, que se queja de que el Jornal, que obtiene 3 millones de euros al año de financiación pública, es una competencia desleal.

"Alrededor del año 2000, cuando comenzó a restringirse del dinero de Bruselas, empezó la contabilidad más creativa y Jardim creó empresas que obtenían préstamos para construir aún más carreteras y campos de golf. Ahora la situación está totalmente descontrolada".

Aunque un portavoz de la Comisión Europea insistía en que existían "muchos proyectos de éxito cofinanciados por la UE en Madeira", la canciller alemana Angela Merkel hace poco señaló a la isla como ejemplo de cómo no invertir los fondos de desarrollo regional de la UE. Jardim respondió con su estilo típicamente agresivo a las críticas hacia su gestión financiera y tachó a Merkel de "ignorante".

Esta retórica populista parece tener efecto en el público de Madeira, que volvió a votarle para otro mandato de cuatro años el pasado mes de octubre, si bien recibió únicamente el 48 por ciento de los votos, su peor resultado en 33 años.

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