Christine Lagarde, directora del FMI, en una rueda de prensa en París, octubre de 2011.

El FMI, un aliado más esquivo

El Fondo Monetario Internacional, que acaba de advertir a Europa del riesgo de una nueva crisis, forma parte de la troika encargada de ayudar a los países con dificultades. Pero desde hace un año, bajo la presidencia de la francesa Christine Lagarde, la institución se muestra menos conciliadora.

Publicado en 18 abril 2012 a las 15:12
Christine Lagarde, directora del FMI, en una rueda de prensa en París, octubre de 2011.

En Navidad, la directora del FMI, Christine Lagarde, regaló una pequeña joya de Hermès a la canciller alemana. Angela Merkel también tenía un regalo para Christine Lagarde: un CD de Beethoven interpretado por la orquesta filarmónica de Berlín.

Pero la relación personal entre estas dos mujeres se pone a prueba ahora que el FMI, tras implicarse intensamente durante dos años en la lucha para frenar la crisis en Europa, empieza a expresar su descontento.

Queda por saber si China, Canadá o Brasil seguirán esta línea. Porque el FMI de hace un año es muy distinto al FMI actual. Para Dominique Strauss-Kahn, la función de "salvador del euro" en primer plano constituía una gran oportunidad, pues tenía la ambición de convertirse en presidente de Francia. Con Christine Lagarde, el FMI se ha vuelto "un socio menos estable", según un funcionario europeo.

Un socio en segundo plano

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La diferencia de personalidades entre el economista y político "DSK", que dimitió en mayo de 2011 tras un caso de violación, y la jurista y directora de empresa Christine Lagarde, que le sucedió en el cargo, sólo explica en parte este cambio de rumbo.

Sobre todo, al FMI cada vez le cuesta más asumir la función que le han asignado dentro de la "troika" que forma junto al BCE y la Comisión Europea. Si bien suele actuar de forma autónoma, en la eurozona se ha convertido en un "socio en segundo plano".

Los europeos dentro de la troika son muy estrictos: Alemania es principalmente quien dicta las órdenes. En caso de divergencia de opiniones, el FMI suele ser el único miembro de la troika que se pronuncia a favor de los griegos.

"El FMI nunca debería haberse encontrado en esta situación", opina Charles Wyplosz, del Instituto de Altos Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra. “El FMI ha entrado en un asunto político”.

Bajo la dirección de Dominique Strauss-Kahn, los países no europeos ya protestaron contra este fenómeno. También se expresaban las críticas internamente. Pero el número dos del FMI, el estadounidense John Lipsky, no contaba con peso suficiente para hacer frente a su superior.

En cuanto al director del departamento de Europa, Antonio Borges, exvicegobernador del Banco Nacional portugués, tampoco contradecía a su jefe. Un portugués que se ocupaba de Portugal: es lo que había decidido Dominique Strauss-Kahn.

Strauss-Kahn decidía todo. Llamaba a los jefes de Estado, participaba en las cumbres europeas. Tenía una gran influencia sobre la canciller alemana. Acababa de subirse a un avión con destino a Berlín cuando fue detenido. Angela Merkel se quedó sorprendida. ”Es grave”, comentó al escuchar la acusación, “¡pero le necesito!”.

Justo después de la marcha de Strauss-Kahn, también se marchó Lipsky. Su sucesor, David Lipton, es, según Charles Wyplosz, "muy poderoso. Trabaja según las instrucciones de Clinton y de Obama. Representa a la Casa Blanca. Lipton cree que las medidas que adoptan los europeos ante la crisis no valen de nada”.

Ajuste de cuentas

En noviembre, Christine Lagarde despidió a Antonio Borges. Su sustituto, el británico de origen iraní Reza Moghadam, es una persona competente que no tiene ningún vínculo con la eurozona. La dirección del FMI tiende cada vez más a dar preferencia a las ideas anglosajonas en lugar de a las europeas.

Los británicos y los estadounidenses refuerzan su influencia en una crisis a la que se oponen dos corrientes de pensamiento. Se trata de dos corrientes para luchar contra la crisis: por un lado, están los partidarios del rigor presupuestario y por otro, los que están convencidos del peligro de este enfoque para la economía. Angela Merkel forma parte del primero y Christine Lagarde del segundo.

Christine Lagarde envió un equipo del FMI a Italia, fuera del contexto de la troika. Quiere que los bancos europeos atraigan más capitales. Busca un gigantesco cortafuegos. Y defiende los eurobonos. Algo que irrita a Europa.

Cuando era ministra de Economía y Finanzas en Francia, Christine Lagarde defendía también la creación de un poderoso fondo de rescate y de eurobonos. Angela Merkel pudo entonces dejar a un lado la cuestión. Pero ya no, puesto que Europa quiere obtener fondos del FMI.

Hace poco, todas estas corrientes volvieron a aflorar en un discurso que Christine Lagarde pronunció en Berlín. Antes había cenado con Angela Merkel, a la que obsequió con una vela perfumada con aroma a flor de naranjo, que simboliza “la esperanza”, como explicó después Christine Lagarde, “porque hemos mantenido conversaciones difíciles”. Esa noche, Angela Merkel pudo leer por adelantado el texto del discurso de Christine Lagarde: un largo ajuste de cuentas con respecto a la política europea alemana.

Previsiones

La advertencia a los líderes europeos

"La advertencia del FMI: el euro puede tener un final" titula el diario i tras la publicación el 17 de abril del informe del FMI Perspectivas de la economía mundial. En él se realizan una serie de recomendaciones a los líderes de la UE, entre las que destacan "más recortes en los tipos de interés del Banco Central Europeo, menor austeridad y la creación de eurobonos". Sin embargo, el diario de Lisboa afirma que

El hundimiento del euro no es el panorama más plausible para el FMI, que anticipa que la economía global crecerá un 3,5% este año y un 4,1% el próximo. Aunque al leer el documento y teniendo en cuenta las palabras del economista jefe de la institución, se percibe que, para el Fondo, Europa corre un alto riesgo. [...] Para la moneda única, la zona económica más amplia del mundo, esto implica que la ausencia de medidas de alcance y progresivas para poner fin a la crisis empieza a hacer mella en lo que el FMI dice a Europa y, especialmente, a la influyente canciller Angela Merkel.

El mensaje, según un historiador económico, citado por i, es que

El FMI y los Estados Unidos están perdiendo cada vez más la paciencia con Europa, el desacuerdo no es tanto sobre cómo salir de la crisis, sino sobre el hecho de que el Gobierno alemán está maniatado por un cierto atavismo y por los deseos de su electorado.

Además de la creación de eurobonos, el Fondo "también quiere que el BCE continúe prestando dinero a los bancos europeos", concluye el diario.

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