Adiós Cool Britannia

Ya es oficial, el país está en recesión. Otrora de moda y generosa, Londres, que elegirá a su alcalde el próximo 3 de mayo, se ha convertido en desigual y cínica, señala La Repubblica. Puesto que, a pesar del número récord de multimillonarios, los años de la era de Tony Blair quedan muy lejos.

Publicado en 2 mayo 2012 a las 15:55

Los ricos nunca han sido tan ricos en Inglaterra. Según la clasificación anual del Sunday Times, entre todos ellos suman 414.000 millones de libras [alrededor de 509.000 millones de euros], más que en el récord precedente, establecido en 2008. A los demás, en cambio, la depresión más larga del siglo los ha relegado más abajo.

El hombre que el otro día se atrincheró en una tienda de coches de segunda mano en Tottenham Court Road y amenazó con volarse por los aires porque ya no tenía "nada más que perder" no era solo un loco, también estaba en paro. Su gesto parece ser el reflejo de una desesperación más extendida.

No es casualidad que sucediese al día siguiente de darse a conocer que Gran Bretaña está de nuevo en recesión. Es el temido "double dip". Dos recesiones seguidas, algo que no ocurría desde 1975. De golpe, en el 2012, en el aniversario de diamante de la reina, en el año de los Juegos Olímpicos (se celebran en julio y agosto), la capital parece herida, desorientada, asustada, el espectro del "gran descontento" de los años setenta acecha en el horizonte.

En los años de Blair y de su "Cool Britannia", la bolsa subía, el valor de las casas se multiplicaba, todos se enriquecían. O eso parecía. Hoy, el sector financiero, que representa el 29 por ciento del producto interior bruto británico, es el que más ha caído en los últimos dos trimestres. Los bancos no se hacen cargo, el sector servicios se las ve y se las desea, la construcción se frena.

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¿Es la City una nueva Babilonia?

Colas de horas en el control de pasaportes del aeropuerto de Heathrow como consecuencia de los recortes presupuestarios que reducen el personal. Se añaden además oscuros presagios. El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, dimite. ¿Y por qué? Lo explica en un artículopublicado en Prospect, en el que condena la avidez del rapaz capitalismo de Londres. "Ya lo advertía la Biblia, la City comercia con almas de hombres", sentencia.

La verdad es que el Antiguo Testamento no se refería a la Square Mile ["milla cuadrada"] más rica de la Tierra, sino a una "city" del pasado, la antigua Babilonia. "Pero Londres es una moderna Babilonia, donde el comercio y el beneficio se imponen a casi cualquier otra consideración y todo está a la venta, hasta las conciencias".

Es pronto para pronosticar la decadencia de la moderna Babilonia. Los turistas que van en tropel de Piccadilly a Trafalgar no perciben, sin duda, una ciudad desfigurada por la crisis. "Pero solo porque el centro de Londres es el parque de atracciones de los ricos", observa Ken Livingstone, llamado el "Rojo" en los ochos años en que fue alcalde, hasta 2008, ahora con la ambición de volver a serlo en las elecciones del 3 de mayo. Los sondeos dicen que será derrotado por el alcalde saliente, el conservador Boris Johnson, pero no porque el mensaje de Livingstone sea débil, sino porque el débil es el mensajero. La gente quiere caras nuevas y Ken, a sus 67 años, ya ha gobernado bastante.

Una ciudad cada vez más desigual

Sin embargo, el modelo de ciudad dividida en "haves" y "haves not" [quienes tienes quienes no] no disgusta solo al exalcalde. "Entre 1992 y 2008, el precio de inscripción en la red de escuelas privadas creció un 82%", comenta Martin Stephen, director de St. Paul, la segunda escuela privada más exclusiva del Reino Unido, tras Eton. El coste anual ha llegado a las 26.000 libras al año, 30.000 euros, lo que multiplicado por todos los años de escolarización significa más de medio millón de euros por educar a un hijo hasta las puertas de la Universidad. "Soy hijo de un médico de provincias que pudo mandar a sus tres hijos a un buen colegio sin arruinarse", admite el director. "Hoy no habría podido hacerlo. Algo falla en este sistema".

Imagínese que vuela sobre Londres. Naturalmente, no vería un paisaje deprimido. Sobre la ribera sur del Támesis está casi acabado el Shard, la "esquirla", el rascacielos más alto de Europa, diseñado por Renzo Piano. Al norte del río, la zona de Stratford, en una época depósito de desechos urbanos, ha resurgido como base del nuevo parque olímpico y tras los Juegos se "gentrificará" [aburguesará], convertida en una Londres 2 del bienestar en el East End de los emigrantes pobres.

Pero ha dejado de valer la fórmula de una ciudad capaz de estar de moda y ser generosa, tierra de las oportunidades (iguales) para todos, que había funcionado en la era de Blair. Es un Londres cada vez más desigual y escéptico el que se prepara para el largo verano del quincuagésimo aniversario y de los Juegos, con la esperanza de no verse turbado por incidentes como los atentados terroristas de 2005 o una revuelta urbana como la del verano pasado.

Vigilancia y escándalos

Es una metrópolis que, con la excusa o justificación del terrorismo, se dispone a aprobar nuevas normas que permitirán vigilar todo correo electrónico y los sitios visitados en Internet, en la más vasta invasión de la privacidad jamás experimentada en un Estado democrático. Es la ciudad donde la política está ensuciada por los escándalos de la "venta de cenas" con el primer ministro David Cameron en Downing Street y las escuchas ilegales por parte de los tabloides de Rupert Murdoch.

"Aunque no me elijan como alcalde, Cameron perderá las próximas elecciones", apuesta Livingstone, "y las ganará Ed Miliband [cabeza de lista del partido laborista], un líder verdaderamente de izquierda, no uno aguado como Blair". Es verdad que los Tories, a los dos años de estar en el poder, se hunden en los sondeos. Cuando Londres era "cool", "cool" era también el inquilino de Downing Street.

Quizá tenga razón China Mieville, escritor inglés de ciencia ficción, socialista, autor de un feroz J'accuse contra Londres publicado en el New York Times el mes pasado. "Se palpa una sensación de amargura", dice Mieville, "de espera del caos, de ansias de un cambio". El enloquecido que arrojaba ordenadores por la ventana de Tottheham Court Road podría ser un síntoma de ello.

El mismo día, los periódicos ingleses daban la noticia de que la filial londinense de Goldman Sachs solo ha pagado en 2011 cuatro millones de libras en impuestos por dos mil millones de beneficios. No se trata de una evasión de impuestos, sino de una escapatoria legal. "No habíamos hecho un pacto con Fausto", trona el reverendo Williams, "habíamos hecho un pacto con Frankenstein". Un monstruo del demonio aún más feo, pues lo han creado los hombres, con sus manos.

Visto desde Reino Unido

El encanto de Boris Johnson gana votantes

En la carrera electoral para las elecciones a la alcaldía de Londres del próximo 3 de mayo, el diario de izquierda The Guardian se sorprende de que el candidato conservador Boris Johnson siga encabezando las encuestas, dado su duradero “estatus de estrella” tras “cuatro años de modestos logros en el Ayuntamiento”.

A pesar de su formación en Eton y Oxford, Johnson ha conseguido distanciarse de los impopulares “snobs” del Gobierno de David Cameron, y simplemente con coger una novela de Henry James en una librería o hacer un comentario sobre cuánto le gusta “el rascacielos más alto de Europa, el Shard” hace que su índice de popularidad aumente. Un don que frustra a su contrincante el laborista Ken Livingstone, que tiende a "perderse en los detalles", según recoge The Guardian.

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