Tahar Rahim como prisionero en "Un Profeta", de Jacques Audiard. Foto: Celluloid Dreams / UGC Distribution

Un profeta políglota

La película "Un profeta", de Jaques Audiard, ha arrasado en los premios César del cine francés y todo indica que se hará con el Oscar a la mejor película en lengua extranjera. Una de sus conclusiones es que, en un mundo globalizado que va a un ritmo frenético, el futuro pertenece a quienes dominan dos o incluso tres idiomas.

Publicado en 2 marzo 2010 a las 15:55
Tahar Rahim como prisionero en "Un Profeta", de Jacques Audiard. Foto: Celluloid Dreams / UGC Distribution

Al director Jacques Audiard siempre se le ha dado bien eso de tomarle el pulso a la gente de a pie y zambullirse en las profundidades de la vida contemporánea para recrear el manifiesto ruido de fondo de su tiempo en toda su filmografía. El aspecto donde verdaderamente lo consigue en “Un profeta”, su nueva película, es el idioma: puede que sus espirales políglotas de francés, árabe y corso hayan puesto en más de un aprieto a los subtituladores pero se nos presentan como una reflexión muy acertada del caos multicultural y la vívida maraña de idiomas que actualmente conforman la vida social y laboral en la mayoría de las capitales del mundo.

Por supuesto, el inglés sigue siendo el idioma dominante tanto en el cine como en cualquier otro ámbito. No obstante, lo más interesante desde el punto de vista artístico es la idea cada vez más extendida de que el inglés ya no es sinónimo de realidad dominante, sino que compite activamente con otros idiomas y, por ende, con otras perspectivas. Al fin estamos viendo los choques que se desprenden de esta situación y las confusiones que se revelan incluso en el cine comercial.

Una estrategia de dramatización de las grandes culturas

En el plano lingüístico, “Slumdog Millionaire” no supuso ninguna revolución, pero lo sorprendente es que una película con un tercio de su contenido en hindi se hiciera con tantos Oscars. Quentin Tarantino —que siempre ha sido un hombre con mucho oído— fue más allá en verano. En “Malditos Bastardos”, el archilingüista Coronel Hans Landa, hacía histriónicos malabares en inglés, francés, italiano y su liebe Muttersprache al más puro estilo de un presentador de revista de la SS. Tarantino es consciente de que vivimos en un mundo plurilingüe y en ello reside prácticamente la única innovación presente en su cinta.

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Pero “Un profeta” resulta mucho más sofisticada que los ejemplos anteriores, ya que cuenta con nuevos matices que la sitúan en el extremo más artístico de su género. La película de Audiard adopta esta estrategia de dramatizar las diferencias culturales. El idioma y la capacidad para valerse de él, son fundamentales. El francés, y no el inglés, es la lengua franca de la cárcel, pero es el dominio que Malik (Tahar Rahim) demuestra de otros idiomas lo que rige el argumento y lo que le confiere poder. Tras ser reclutado por el Corso, primero aprende a leer y luego comienza a estudiar el dialecto que sus jefes utilizan para comunicarse en privado (sin que ellos lo adviertan).

La película toma el lado oscuro del lenguaje

Creo que Malik es el profeta del título en éste sentido, más que las escenas clarividentes que Audiard incorpora. Literalmente es capaz de ver más allá que cualquier otro personaje porque es el único que habla tres idiomas y no dos, y puede estudiar los grupos de poder de la cárcel —corsos y árabes— y jugar con ellos a su antojo. El filme captura el lado oscuro de la lengua: su relación con el poder; puede ser una seña de identidad, pero también un arma de exclusión. Y entiende que no es un ente estático, sino que errores, malentendidos e incomprensión sirven de moneda de cambio para los peones listos como Malik.

En el mundo globalizado hace falta un cine más lingüista, como el que nos presenta "Un Profeta": un cine ágil, despierto y oportunista. Y dado que la telefonía móvil ha dado al traste con infinidad de tramas para los cineastas, ¿acaso no merece la pena explorar estos nuevos cauces semánticos en su lugar?

Malik avanza hacia delante haciendo eso, nada más y nada menos, pero no sabemos casi nada acerca de su pasado, aparte del factor desestabilizador de que es un beur (“moro”) afrancesado tan marginado por la sociedad moderna como ajeno a su herencia árabe. Varado en una tierra de nadie cultural, Malik no tiene más remedio que labrarse su propio destino: una lección para todos en un mundo cada vez más complejo. Así, se erige prácticamente como el representante de las masas plurilingües y mestizas que aumentan a ritmo trepidante, como evolución de las monoculturas antiguas. Son las únicas en situación de prosperar a medida que los patrones del poder mundial se enmarañan cada vez más y resultan más difíciles de descifrar. Ha llegado la hora del “correo”, del intermediario, del embajador, del gerente intermedio. En otras palabras: Malik es el futuro.

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