Sascha Lobo en 2010.

Sascha Lobo, el ‘friki’ del ciberespacio

Alemania, posicionada en contra de la conservación de datos y desconfiada con respecto a Google y Facebook, es, según Sascha Lobo, un país "emergente" en materia de Internet. Este bloguero-estrella y pionero de Internet también inspira sentimientos opuestos: es odiado y admirado por igual. Retrato.

Publicado en 22 mayo 2012 a las 11:30
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¿Por qué el mundo odia a Sascha Lobo? Durante esta entrevista, sólo tuve que plantear una pregunta. El resto vino solo. Sascha Lobo me propone encontrarnos en la Soho House Berlin, la antigua sede del SED [partido socialista de la antigua RDA]. Nos reunimos entonces en este inmueble que domina Berlín. Es una tarde fea y lluviosa en la calle Torstraße, la más fea de Berlín y también la que está más de moda. En primer lugar tenemos que hablar de nuestra forma de comunicarnos en Internet. Dicho de otro modo, lo que está permitido decirse y lo que no.

Sascha Lobo afirma: "El lenguaje de Internet es un lenguaje aparte. El insulto forma parte integral del mismo. Existe una poesía del insulto". Asegura que en Alemania aún no se comprende totalmente Internet: "Parece que la gente piensan de la Web: si utilizo Internet, al final se van a burlar de mí". Lo único que hay que saber es que no hace falta comprar nada en Internet, exclama riéndose. Alemania sigue siendo un país "emergente" asustado por la novedad.

Las respuestas de Sascha Lobo son inequívocas y civilizadas. Se expresa en calidad de Sascha Lobo, de figura de Internet, de embajador. Siempre está en modo "entrevista". Se ha convertido en una costumbre para él. La costumbre de hablar y ser escuchado constantemente. Simplemente ha asimilado las reglas del juego: vender, divertir, hacerse notar. La entrevista se desarrolla del mejor modo posible, ante un interlocutor cuyo discurso parece ahora arreglado como una partitura.

Envidiado, despreciado, renegado, odiado

El éxito de Sascha Lobo atestigua una carencia. Internet es un mundo en sí mismo, formado por especialistas y que sirve de terreno de juego a los blogueros. El resto de la sociedad se conforma con realizar un uso pasivo de Internet. La sociedad digital alemana es una monarquía e Internet es su parcela privada, en la que Sascha Lobo reina como señor absoluto, o casi. Quince años de Internet han puesto todo patas arriba y nadie sabe lo que implica para nosotros. Sólo dos tipos de personas saben lo que nos espera: los apasionados de la informática y los que traducen para el gran público lo que maquinan.

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Esos traductores son los expertos en la red. En Internet, los blogueros tienen sus hábitos y permanecen incomunicados. El resultado es que las comunidades virtuales alemanas presentan una cierta consanguinidad. Es decir, existe un mundo entre los iniciados por un lado y los profanos por otro. Cuanto más nos advierten los fatalistas de la malvada red, considerada responsable de la decadencia cultural, más defienden los optimistas la nueva vida digital.

Es difícil encontrar un personaje más llamativo y más activo y que se esfuerce tanto en descifrar este mundo al público. Sascha Lobo escribe un blog, diserta, explica, tuitea y firma crónicas en la mayoría de sitios de Internet. Y como hace tiempo que está en este mundo, como parece que aún le gusta señalar la fórmula que va a triunfar y esto le permite ganarse la vida cómodamente, es objeto de un odio feroz.

Es envidiado por sus competidores directos, los demás blogueros, despreciado por los medios de comunicación analógicos porque interpreta en su lugar una parte esencial del mundo y renegado por el gran público, que desconfía de los movimientos de masas. Si se escribe "Sascha Lobo Arschloch" [Sascha Lobo gilipollas] en Google, se obtienen 9.000 resultados.

Una cresta roja como herramienta de márketing

Hay que señalar que no hace nada para ganarse el cariño de la gente: su seña identificativa es una cresta punki teñida de rojo. El peinado podría no ser un problema, si no precisara a cada momento que sólo la lleva por motivos de márketing. Para que se le reconozca. Muchos ven en ello una forma de decadencia impregnada de cinismo que resulta fácil de odiar.

La autoburla y la relativización de sí mismo forman parte integrante de la estrategia de comunicación de Sascha Lobo, que afirma: "Internet funciona para cada emisor como un canal de retorno y nos enfrenta así permanentemente a nuestras malas conducta". Todo lo que se dice encuentra una resonancia colosal. Para colmo, en todo momento hay una opinión, una reacción, una crítica, reproches, una réplica. Vivimos en la era de la democracia escrita. La democracia sigue desarrollándose en Internet, donde los comentaristas integran una especie de "Cámara del pueblo".

En una democracia, todo poder ejecutivo debe formarse con los resultados electorales y las posiciones con las que pueda arreglárselas. En Internet, los que antes se sentaban en la última fila y no se atrevían a alzar la voz ahora tienen la posibilidad de que se les escuche. Y esto incluye a los locos y a los quejicas. Este modo de comunicación pone en duda la noción de verdad absoluta. No hay ni verdad, ni mentira, sino un debate eterno. Nuestras malas conductas se ridiculizan sin miramientos, en público. Incluso la estupidez general. Sascha Lobo describe la desenvoltura general de este modo: "No es problema de Google que la gente sólo lea los diez primeros resultados de una búsqueda".

La primera generación de jóvenes que han nacido en la era digital se queja ya en el colegio de sus profesores de informática, pues consideran que no saben lo suficiente y cualquier alumno es capaz de piratear el sistema informático o el iPhone de su profesor de biología. Quizás llegue un día en el que digamos de esta época que era una fase de transición extraordinaria. En ese tiempo, aún se podían ver películas gratis en Internet, era la edad dorada, aunque un punk tuviera que explicarle todo a los imbéciles. Pero fue una época bonita. Quizás algún día Sascha Lobo se erigirá como símbolo de esta era de transición. De esta época en la que todo está patas arriba. También hay algo de dinosaurio en este energúmeno peinado con una cresta roja.

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