La crisis ni siquiera está en manos de los dioses

Las tribulaciones económicas de Europa nos han obligado a intentar comprender el mundo secreto de las finanzas globales. Pero ahora que prestamos más atención a los intereses de los bonos y a los mecanismos de estabilidad, nos ha quedado claro que los expertos, desde lo alto de la cumbre del Olimpo, tampoco saben qué está ocurriendo.

Publicado en 25 mayo 2012 a las 15:05

Resulta molesto que ninguna analogía funcione realmente. En especial la mitología griega es mucho menos útil de lo que debería ser. La leyenda del Caballo de Troya, por ejemplo, debería ser una bendición para ilustrar cómo Grecia, una concha hueca que sólo contenía deudas y falsas esperanzas, se infiltró en la eurozona y echó todo por tierra.

Pero si contamos la historia así, lo que acabamos insinuando es que Grecia lo hizo a propósito. En realidad, Grecia era más un Caballo de Troya intentando desesperadamente no desmoronarse y que no estallara todo lo malo. Un caballo de madera con una Caja de Pandora, subiendo una montaña que ingenuamente creía que nunca tendría que bajar, que ha alimentado a un monstruo en la bodega que tiene una cabeza de toro y un cuerpo que, para su fastidio, no es como un oso.

La gente que construyó este caballo, y puede que estén dentro o no, aquí me pierdo, por un momento estaban encantados, porque muchas cosas sin importancia parecían convertirse en oro, pero ahora les asusta enfrentarse a la verdad, por miedo a que les conviertan en piedras.

Se entiende lo que quiero decir ¿verdad? ¿No le sirve de ayuda? No sé muy bien si lo estoy consiguiendo.

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La sobrina derrochadora y la tía rica

Si Grecia fuera una persona, sería la sobrina derrochadora que no busca un trabajo como es debido y a la que le saca constantemente de apuros su anciana y rica tía Alemania. Aunque esta analogía tampoco funciona, en parte porque Grecia tiene más años que Alemania, pero también porque en esa dinámica, la tía Alemania simplemente podía cerrar el grifo del dinero a Grecia.

Aunque en realidad, la tía Alemania no puede hacer algo así, no sólo porque su díscola parienta ahora le debe tanto dinero que su banco podría embargarle la casa si supiera que no va a devolverle el dinero, sino también porque (esto se está complicando) la mayor parte del dinero que Grecia ha pedido prestado en realidad no es el dinero de la tía Alemania, sino que se lo prestaron otras personas, que ni siquiera son parientes, que consideraron que Grecia era una apuesta segura porque la tía Alemania siempre estaría ahí con su talonario.

¿Y qué ocurriría si la tía Alemania (¿me sigue? No le culpo si se ha perdido) deja de estar siempre ahí? Entonces estas personas dejarían de prestar dinero no sólo a Grecia, sino también a todos sus otros parientes inútiles, incluida su sobrina España, que básicamente es una prostituta sin hogar y drogadicta, sus ahijados Irlanda y Portugal, que se encontraban en una situación similar, pero que han encontrado un albergue y están empezando a rehacer sus vidas, y sobre todo su hermana Francia, que sigue llevando trajes elegantes y sale a cenar a restaurantes de moda por mantener las apariencias, pero que al llegar a casa por la noche y al irse a dormir grita ante el secreto horror del extracto de su tarjeta de crédito.

Y si ocurre eso, a la tía Alemania no le devolverían jamás su dinero y acabaría casi tan arruinada como los demás.

El problema, como probablemente haya notado, es que todas estas analogías acaban siendo casi tan complicadas como las cosas a las que se parecen. Quizás esto nos debería decir algo. Y para eso, bueno, tengo otra analogía. Imagine que el euro es una caldera.

Una caldera averiada

Si el euro fuera una caldera, como es obvio sería una caldera averiada, cuya reparación tiene que pagar. El técnico de reparación de la caldera no sabe cuánto costará, pero afirma que será mucho. Lo que le preocupa es que ya ha venido a arreglarla tres veces en 2010, una en 2011 y otra vez sólo hace unos meses. En cada ocasión, le cuesta más de lo que había pensado. Y cada vez, el técnico le jura que será la última vez.

Sospecha que está haciendo una chapuza, pero no está seguro de qué puede hacer al respecto. Ha consultado a otros técnicos y aunque no se ponen de acuerdo sobre cómo exactamente debe arreglarse la caldera, todos coinciden en que va a costar una fortuna. Al final, tiene que confiar en uno de ellos. Al fin y al cabo ¿qué sabe usted de calderas? Es como si le hablaran en griego.

El fallo en esta analogía, está claro, es que los técnicos de reparación de calderas no suelen improvisar tanto como los economistas. En algún punto, entre el maremágnum de voces que gritan para llamar la atención, alguien puede tener razón. Pero ¿quién? ¿Cómo se supone que podemos distinguir entre las personas que dicen que Grecia debe dejar el euro y las que afirman que no debe hacerlo? ¿O incluso entre las que sostienen que puede hacerlo y las que afirman que no?

Las crisis son educativas, pero sólo hasta cierto punto. En los últimos años, al igual que muchas personas, he aprendido mucho, desde qué es el Mecanismo de Estabilidad Europeo y por qué lo denominan un cortafuegos, hasta por qué, al contrario de lo que se pueda pensar, la subida de los intereses de los bonos es algo negativo. Pero me doy cuenta de que sólo me ha servido para ser un idiota un poco mejor informado. Mientras, parece que un ejército silencioso de tecnócratas ha estado reformando el mundo en los cuartos de atrás del Gobierno.

Durante medio siglo, la mayoría no nos habíamos preocupado por intentar comprender los bonos y los mercados porque sentíamos que no teníamos por qué hacerlo. Ahora tenemos la sensación de que debemos comprenderlo. Por ello hemos hecho bajar a los economistas y a los expertos del monte Olimpo, a todos esos secretos soberanos, y para nuestro horror hemos descubierto que, aunque saben mucho más de lo que jamás sabremos y poseen poderes y capacidades con las que los demás sólo podemos soñar, ellos también están tan perdidos y son tan imperfectos como el resto del mundo. Vaya, por fin una analogía que sí funciona. Demos gracias a los Dioses.

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