Existe una instancia fundamental de la democracia moderna que no ha dejado de deslizarse hacia el abismo: los partidos políticos. El hecho de que desde hace ya dos años, los gobiernos de todas las tendencias acaben cayendo uno tras otro, desde Eslovaquia hasta Portugal, sólo es el primer síntoma de un mal sistémico. En realidad, el dictado de la economía ha acabado con el juego de la competencia democrática entre los partidos.
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