Alemania, conductora kamikaze

Tanto la prensa como gran parte de los políticos alemanes, empezando por Angela Merkel, insisten en que todo el mundo quiere llevarse su dinero. Pero ha llegado el momento de que los alemanes se den cuenta de que este discurso no sólo es falso, sino que es peligroso, tanto para Europa como para la democracia, advierte el director del semanario de izquierda Der Freitag.

Publicado en 19 junio 2012 a las 16:24

Un conductor se ha equivocado de carril y recorre la autovía en sentido contrario. Así lo anuncia la radio. "¿Un conductor en sentido contrario?”, se pregunta el conductor en cuestión, “¡yo diría que son cientos!". Ese conductor es Angela Merkel. Es Alemania bajo el mando de Angela Merkel. Vamos en sentido contrario de la razón política y económica y nos sentimos orgullosos de ello. Damos a entender que el mundo entero quiere "nuestro" dinero. Y esto no sólo es falso, sino que está en juego mucho más que nuestro dinero.

Angela Merkel trabaja en un proyecto peligroso: debilitar el compromiso europeo de los alemanes. Intenta hacernos creer que Europa consiste en lo que Alemania quiera o no aceptar, según lo que le interese a corto plazo. De este modo, Europa se convierte en res publica amissa, "la cosa pública abandonada". Ya lo hemos conocido y sabemos cómo acaba. Europa es como la República de Weimar. Y cuando el pueblo alemán desertó Weimar, lo que murió fue la democracia.

Todos los discursos sobre "nuestro dinero", que todo el mundo envida, constituyen una argumentación nauseabunda. La canciller no lo dice literalmente, sino que deja esta tarea a sus ganchos del diario popular Bild. Ni a ella ni a ellos le preocupa realmente Europa. Su corazón y sus pensamientos son atlantistas. Y sin embargo, Estados Unidos ha perdido su esplendor y ya no es un socio fiable. La canciller y el tabloide cometen un grave error al enterrar la idea clave de la posguerra, según la cual, la potencia media que constituye Alemania no tiene futuro fuera de la comunidad europea de destinos. Se comportan como si pudiéramos elegir entre la vía alemana y la vía europea. Excepto que no existe la vía alemana. ¿Qué hará Angela Merkel cuando el euro haya desaparecido, así como el espacio Schengen y todos los derechos adquiridos comunitarios, fruto de sesenta años de integración europea? ¿Confiar en China?

Mantengamos la calma

Justo después de la llegada al poder de Hitler, [el escritor e historiador antinazi] Sebastian Haffner escribía: "no hay otro término para expresarlo, muchos alemanes se sienten liberados de la democracia". ¿Qué sentimiento se adueñaría de Europa si desapareciera el euro y con él, la Unión Europea? ¿Un sentimiento de liberación? Ha llegado el momento de que los alemanes por fin comprendan la crisis actual en estos términos.

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Pero mantengamos la calma. Nadie en Alemania quiere realmente que los alemanes paguen las deudas de Europa. La época del patrón oro, en la que la compensación de pagos entre bancos centrales se jugaba en Fort Knox [donde se conservan las reservas en oro de Estados Unidos] y en la que los lingotes de oro pasaban de una cámara de seguridad a otra, hace tiempo que acabó. Una unión de bancos y la emisión de eurobonos deberían hacer que Alemania entrara en un sistema de garantías recíprocas. Es el único modo de evitar la dislocación de Europa.

La solución puede estar en camino

Desde el punto de vista histórico, resulta triste ver que a la cabeza de esta crisis se encuentra una canciller para la que Europa no es un asunto importante. Incluso en estos momentos que calificamos de históricos, y con razón, es oportuno reconocer las realidades políticas. Pero únicamente para cambiarlas a mejor. Por lo tanto, cabe preguntarse qué habría podido pasar en otras circunstancias. "La pregunta '¿qué es lo que habría ocurrido si esta cosa o la otra no se hubieran producido?' se ha rechazado unánimemente y sin embargo, precisamente en ella se encuentra la cuestión fundamental", escribía Nietzsche. Solemos atribuir la Historia a las grandes instituciones (Estados, imperios,…), y sin embargo, en los momentos decisivos, el individuo es el que se encuentra en el núcleo de la historia. Si Federico III no hubiera muerto de cáncer de laringe tras sólo 99 días de reinado y si Bismarck se hubiera quedado más tiempo a su lado, ¿se podría haber evitado la Primera Guerra Mundial?

Podemos suponer que desde el inicio de la crisis, un canciller social-demócrata no se habría comportado como Angela Merkel, la gran indecisa. Y podemos esperar que un nuevo canciller, o una nueva canciller, se comportará de un modo distinto tras las próximas elecciones. Una pista: la social-demócrata Hannelore Kraft ha destronado a Angela Merkel como política preferida por los alemanes. El fin de los problemas de Europa debería estar cerca.

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