¿Tan difícil es un referéndum sobre Europa?

El Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) forma parte de las grandes decisiones. El pacto presupuestario también. ¿Deben someterse al voto de los ciudadanos las grandes decisiones políticas de un país? En Austria, donde desde hace meses se debate sobre la transparencia y la democracia directa, la clase política no parece estar a favor de ello.

Publicado en 10 julio 2012 a las 14:08

Heinz Fischer no sería él mismo si no tuviera al menos dos opiniones distintas sobre la cuestión. ¿Más democracia directa? El domingo 8 de julio, durante la emisión de Pressestunde, el presidente austríaco declaró que sí podía concebir el hecho de implicar más al pueblo en las decisiones importantes.

Al igual que también concibe no hacerlo. En primer lugar, una mayor democracia directa no debe hacer sombra al Consejo Nacional [la Asamblea de los diputados]. Por otro lado, al presidente parece preocuparle el hecho de que si los referéndums se generalizan, los problemas que se tratarían correrían el riesgo de "tabloidizarse", de simplificarse. Las realidades complejas, como el pacto presupuestario o la aplicación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) no serían aptas para ese tipo de plebiscitos. Porque el modo en el que se representarían podría ser precisamente demasiado “popular”.

Qué interesante. Justo en ese momento, Joachim Gauck, el homólogo alemán de Fischer, instaba a la canciller Angela Merkel a que volviera a explicar en detalle a los alemanes las medidas tan discutidas que supuestamente salvarán el euro. Para que los electores comprendan lo que les espera. Y Gauck tiene toda la razón. Una decisión de esta magnitud no puede tomarse a espaldas de los ciudadanos. En cualquier caso, no si queremos evitar que los susodichos ciudadanos se pasen en masa al bando de los euroescépticos acérrimos.

Derecho a una explicación

Los austriacos también tienen derecho a una explicación así. ¿Tan difícil resulta decir a los ciudadanos, con frases sencillas, que con la aplicación del MEDE, todos los Estados actuarán como garantes de las deudas de los demás? ¿Y qué habría de simplista en el hecho de explicar al pueblo que en el futuro, no sólo se mutualizarán las deudas de los Estados, sino que los fondos de ayuda pública se utilizarán para salvar a los bancos privados, en lugar de dejar que los accionistas asuman las pérdidas, como debería ser?

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La simplificación de algunas cuestiones complejas, tan temida por Heinz Fischer, precisamente podría beneficiar algo a este país. Una representación comprensible de las realidades difíciles de entender no implica necesariamente reducir y alterar de manera simplista esas realidades, tal y como demostró en junio de 1994 el referéndum sobre la adhesión de Austria a la Unión Europea.

Nuestros vecinos suizos nos demuestran hasta dónde se puede llegar con la democracia directa y en qué medida el pueblo es capaz de tomar decisiones adultas. A principios de año, votaron en contra de prolongar las vacaciones pagadas, que pasarían a ser de cuatro a seis semanas. No porque estén en contra de tener más vacaciones, sino porque piensan que la economía, ya sometida a una gran presión, correría el riesgo de debilitarse aún más.

No se trata de que el pueblo lo vote todo

En 2005, en el cantón de San Galo, la mayoría de la población rechazó una iniciativa cuyo objetivo era desarrollar los hospitales regionales. No porque los ciudadanos tuvieran algo en contra de contar con una mayor densidad hospitalaria. Sino porque les habían explicado con palabras sencillas que esta medida implicaría lógicamente una subida de los impuestos. En cambio, en Baja Austria, no se molesta al pueblo que ya está más que agobiado, mientras ve [el programa de variedades] Musikantenstadel; los “expertos” del Parlamento regional toman por él las decisiones importantes y así, gracias a ellos vieron la luz dos flamantes hospitales, a 12 kilómetros de distancia entre sí.

No se trata de someter a la votación del pueblo cualquier cosa. Pero sí sería positivo que pudiera expresarse cuando se plantean cuestiones estratégicas. Como la siguiente: ¿es necesario un MEDE? O esta: ¿debe el Estado gastar indefinidamente más de lo que percibe? O incluso esta: ¿la Constitución debe limitar los gastos del Estado? Y también: ¿la edad de jubilación debe o no “retrasarse” con el aumento de la esperanza de vida?

Nadie debería temer las respuestas a cuestiones de esta índole. Incluso el pueblo, al que se considera tan tonto, no puede tomar peores decisiones que las de los expertos del Consejo Nacional. Al fin y al cabo, no se ha puesto el listón muy alto.

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