Cerrando filas tras la canciller

En la crisis del euro, los medios de comunicación alemanes repiten al unísono prejuicios y estereotipos sobre los demás países y desempeñan así una función decisiva en la política tan discutida de Angela Merkel, expone el escritor austriaco Robert Misik.

Publicado en 12 julio 2012 a las 11:28

Hace poco, en su portada, la revista británica New Statesman calificaba a Angela Merkel como “Europe’s Most Dangerous Leader” [la dirigente más peligrosa de Europa]. En el interior, la canciller ascendía incluso al rango de “la persona más peligrosa del mundo”.

El asunto, basado en sólidas investigaciones, se resume del siguiente modo: “Merkel, al negar la realidad y al estar obsesionada con una política de austeridad 'über alles', está destruyendo el proyecto europeo, empobreciendo a los vecinos de Alemania y haciendo que corramos el riesgo de que se produzca una nueva depresión mundial. Hay que detenerla”.

Sí, es cierto que en estas frases se intuye la inclinación de los periodistas por los superlativos. Dicho esto, también los autores dicen claramente lo que se piensa en casi toda Europa de la canciller alemana y de su sadismo fiscal, así como del rechazo de Alemania a extinguir este incendio, adoptando finalmente medidas firmes.

Una prensa contagiada

Pero existe un país en el que se piensa totalmente lo contrario: Alemania. Normalmente, en materia de política europea, cuando se habla de la “postura alemana” o de la “posición francesa”, nos referimos a la posición del Gobierno. Pero en la crisis actual, en Alemania existe un consenso entre el Gobierno, la opinión pública y casi todos los medios de comunicación, hasta el punto de que la oposición ya no se atreve a oponerse.

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Y cuando, como durante la última cumbre europea, la canciller se ve obligada a desviarse unos milímetros de su posición fundamentalista, recibe una gran reprimenda al volver a su país. “Se ha doblegado”, afirman, y los grandes medios de comunicación se preguntan, presos del pánico: “¿Quién pagará la factura?”

Sí, desde hace tiempo, ya no se trata del asunto de unos cuantos alborotadores de Bild que, en letras de diez centímetros de alto, rugen: “¿Más dinero para los griegos arruinados? BILD se opone”. Desde hace algunos meses, la prensa supuestamente objetiva y seria, la prensa normal, parece haberse contagiado.

Títulos llenos de prejuicios

Con frecuencia, con frases accesorias, aparentemente inocuas, es como se expresa con más claridad ese consenso nacional, ese chovinismo que somete a Europa a una prueba crucial. En expresiones como “los países endeudados” o “poco serios”, que por supuesto se refieren a los Estados del sur de la eurozona, o “la España endeudada”. Pero, un momento. ¿A cuánto se eleva exactamente la deuda pública de España? A principios de año, ascendía al 68% del PIB español. A título comparativo, la de Alemania era del 81% del PIB alemán. ¿Cuál es entonces el “país endeudado”?

Podemos observar otros ejemplos en el heute-journal de la cadena pública ZDF. Comienza con un reportaje sobre las elecciones griegas. De repente, se escucha esta frase: “Lo peor se ha evitado por los pelos”. Está claro que lo peor habría sido la victoria de Syriza, la coalición de izquierda y lo peor se ha evitado por los pelos gracias a la victoria de los conservadores, esa banda de ladrones que ha hundido al país hasta el cuello. Dos minutos después, otro reportaje y otro reportero. Esta vez, nos hablan del G20. Y de repente, esta frase, casi lapidaria: “Los demás quieren el dinero de los alemanes”.

Al cambiar a otras cadenas, se escuchan frases parecidas, fruto del ambiente actual pero que además contribuyen a perpetuarlo. Los medios de comunicación afinan ellos mismos sus violines, sin que nadie tenga que intervenir. Los periodistas ya ni notan que hacen propaganda y únicamente utilizan fórmulas que desde hace tiempo son tópicos.

Incluso el semanario Die Zeit no tiene problemas en contaminar su portada con este título impactante, en letras gigantes: “Todo el mundo quiere nuestro dinero”. Quizás el periodismo más miserable es el que cree ser objetivo y no hace otra cosa que insistir en los prejuicios del entorno.

Un ambiente de embriaguez nacional

Por supuesto que existen otras voces que, armadas de una gran paciencia, recuerdan que hasta ahora a Alemania le va bien a costa de los demás y que tiene parte de responsabilidad en los desequilibrios económicos actuales, que sólo podemos luchar contra la crisis de la eurozona si logramos solucionar sus fallos de construcción y que es absurdo disertar sobre los “límites de las capacidades alemanas” imaginarios cuando, en realidad, los costes de la crisis se han exagerado y que, por dicha razón, parece que se ha llegado mucho más rápido a los límites de las capacidades. Estas voces razonables existen. Forman unas manchas de color entre el gris imperante.

Se puede analizar todo esto y comprenderlo. Pero sigue habiendo motivos para quedarnos estupefactos. En este ambiente, ¿no resulta un tanto fácil reprochar a Angela Merkel que mantenga obstinada el rumbo de la austeridad? ¿O a los social-demócratas por no llevar a cabo una política de oposición firme? Ante este ambiente de embriaguez nacional, con ese "nosotros contra los que quieren nuestro dinero", no es de extrañar que los responsables políticos que quieren ser elegidos, o reelegidos, no se desvíen ni un milímetro de esos tópicos.

Repetir prejuicios simples. Difundir las fórmulas de propaganda más llamativas, lejos de cualquier lógica económica. Comportarse como si se fuera un visionario, con toda la vanidad del periodista. O sencillamente: no arriesgarse y gritar con la jauría. Eso es lo que hace la gran mayoría de la prensa alemana durante esta crisis del euro. Pero ¿por qué no aparece un Kurt Tucholsky [periodista y escritor satírico considerado una de las conciencias morales de la República de Weimar] que se ría de esta prensa triste?

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