Una escena de Avatar de James Cameron, emblema de esta cultura "mainstream", de la que Europa se aleja.

A contracorriente del “mainstream”

Junto a la superpotencia cultural estadounidense, ya no es Europa, sino países como China, India o Brasil, los que difunden sus imágenes y su cultura. Según previene un libro publicado en Francia, ha llegado la hora de reaccionar si no queremos quedarnos al margen de la evolución del mundo.

Publicado en 23 abril 2010 a las 14:33
©Twentieth Century Fox  | Una escena de Avatar de James Cameron, emblema de esta cultura "mainstream", de la que Europa se aleja.

"Si Europa no reacciona, quedará marginada y hundida ante los países emergentes"… Quizás se podría acusar a Frédéric Martelde dramatizar la situación si no hubiera recorrido el mundo ni escrito 450 páginas para sostener su visión en Mainstream, un libro dedicado al cambio radical de las industrias culturales en la era digital. Mainstream es la cultura del público general, la que "gusta a todo el mundo", como destaca el subtítulo del libro. Esta cultura es la que hace funcionar a una industria con cada vez más peso en el PIB mundial y que se ha convertido en un terreno de enfrentamiento entre grandes grupos globalizados: se trata de un interés económico pero también de influencia, ya que la cultura forma parte del "soft power", es decir, el poder que no emana de la fuerza de las armas, sino de la fuerza de la creación.

En su vuelta al mundo para evaluar las consecuencias de la revolución digital, de dos decenios de mundialización y del surgimiento de las potencias del Sur, Frédéric Martel, investigador y periodista (France Culture, NonFiction.fr), por supuesto ha ido a Estados Unidos, la Meca del "Mainstream", pero también ha visitado las nuevas potencias como Bombay, Shangai, Seúl o Dubai.Su conclusión apenas sorprende: Estados Unidos sigue siendo el "líder indiscutible" de este mercado globalizado. Es más, "Estados Unidos no sólo exporta sus productos culturales, sino que también exporta su modelo". "Tanto en Damasco como Pekín, tanto en Hué como en Tokio, e incluso en Riad y en Caracas, me sorprendió la fascinación de todos mis interlocutores por el modelo estadounidense del entretenimiento. Aunque las palabras estén en hindi o en mandarín, la sintaxis es americana".

El otro grupo que se lleva parte de la redistribución de la riqueza a la que asistimos actualmente lo constituyen evidentemente los países emergentes, como China, India, Brasil e incluso los países del Golfo, que levantan industrias culturales a golpe de petrodólares.

Dos grandes perdedores: Europa y los países del sur

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En esta apasionante investigación, destaca que existen dos grandes perdedores: por un lado Europa, cuyo declive relativo explica y describe, y por otro, "los demás", es decir, los países del Sur que no tienen el peso o los medios de los "emergentes" y están condenados a importar los sonidos y las imágenes de los demás.Por lo tanto, mientras que la cuota de mercado europea en las exportaciones mundiales de películas, programas de televisión y música (la parte editorial resiste mejor, destaca Martel) ha ido decayendo desde hace un decenio a un ritmo de 8% al año, la estadounidense avanza un 10% al año. Europa sigue siendo el número dos mundial, pero a la baja.

Las desventajas de Europa son numerosas: en primer lugar, su escisión en mercados nacionales, ya que, aunque se considere estadísticamente a Europa como un único mercado interior, en el ámbito cultural existen 27 mercados nacionales "que dialogan poco entre sí". También existe un envejecimiento que pesa sobre la industria del entretenimiento: "La definición europea de la cultura histórica y patrimonial, a veces elitista y también contra el 'mainstream', no se ajusta necesariamente al ritmo de la mundialización ni al tiempo digital".

La desaparición de la cultura común europea

La lista no se detiene ahí e incluye el recelo inicial con respecto a Internet o "el rechazo frecuente de las culturas producidas por los inmigrantes y sus hijos". El autor añade: "El último y más grave problema para Europa es lo que la distingue seguramente de Estados Unidos, pero también del mundo árabe, probablemente de África y quizás incluso de Asia y que es la desaparición de su cultura común. Si se analizan las estadísticas culturales de Europa, se constata que cada país logra proteger su música y su literatura nacionales, a veces también su cine, sus programas de televisión, pero el resto de contenidos no nacionales cada vez procede más de Estados Unidos y menos de Europa. Citando una célebre frase de Thomas Jefferson, es como si cada europeo tuviera dos culturas: "la de su propio país y la cultura estadounidense".

Esta constatación es dura y casi abrumadora. Los estetas se burlarán de ello y dejarán sin problemas el 'mainstream' a los estadounidenses o a los chinos, si no se toca lo que consideran la esencia de la cultura francesa. Sería un error, porque el debilitamiento de las industrias culturales globales tendrá repercusiones en todos los sectores e incluso en nuestra capacidad de producir al margen del mainstream, en resumen, a resistir a la tentación de caer en el modo de lucrarse fácilmente. Por lo tanto, Frédéric Martel hace un llamamiento para que seamos conscientes de ello y reaccionemos. El autor dice que si con su libro, "llega a sensibilizar a los europeos sobre la importancia del 'soft power' y les incita a cambiar su posición con respecto a esta nueva situación internacional, habrá cumplido su objetivo". Aún no lo ha conseguido, pero al menos este libro plantea los elementos del debate.

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