Mi amigo H. tiene miedo, porque ha llegado a una edad crítica y se acerca al punto en el que en la economía real se clasificaría como un “trabajador mayor”. Sin embargo, en Berlín, se puede llegar a los cuarenta y tantos sin tener que esforzarse mucho, sin tener que haber desempeñado un trabajo estable. El mismo H. no fue de esos adolescentes profesionales que ha tenido que luchar trabajando como voluntarios en proyectos: H. ha estado trabajando en la industria de los medios de comunicación. Cuando le conocí hace ocho años en Berlín, vivía al día y gastaba dinero a manos llenas.
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