“¡Dejadnos entrar, cabrones!”

De todos los Estados que desean adherirse a la UE, el “país de las águilas” parece el más motivado. Pero de momento son escasas las posibilidades de que obtenga rápidamente el estatus de candidato, ya que aún le queda mucho por progresar. Extractos de un reportaje desde la frontera con Grecia, donde los avatares de la economía marcan el ritmo del flujo migratorio.

Publicado en 15 agosto 2012 a las 12:08

El pueblo consta de una docena de casas esparcidas pintorescamente por las verdes colinas. Por unos pocos euros, se puede pasar la noche en casi todas ellas. En cualquiera de ellas también se puede pedir a alguien que te guíe para cruzar la frontera, que en línea recta es de menos de dos kilómetros desde Konispol a Grecia.

Cuesta bastante llegar hasta Konispol. Los albaneses están luchando para que la Unión Europea les reconozca oficialmente como candidatos a la adhesión. Una de las condiciones es garantizar la seguridad de sus fronteras, un aspecto considerado como el talón de Aquiles de todo el bloque, por lo que los puestos de control militares y policiales comienzan a decenas de kilómetros antes de llegar al pueblo.

La policía de Gjirokastra, la capital regional, también ha constatado que desde hace poco los griegos han dejado de ser tan estrictos en las detenciones de inmigrantes ilegales. “Últimamente han relajado mucho la presión”, comenta un policía local, que desea permanecer en el anonimato. “No sé si es estrategia o sencillamente dejadez. Pero desde las elecciones [en mayo]… da la impresión de que han dejado de proteger totalmente la frontera”.

Las posibilidades de que Albania inicie las conversaciones sobre su pertenencia de pleno derecho a la UE son ahora el principal tema de conversación política. En noviembre, Bruselas deberá decir si el país está listo para recibir el estatus de candidato oficial.

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Embrollos locales

“Nuestras posibilidades son ínfimas”, comenta frunciendo el ceño Gjergj Erebara, un periodista del diario Shqip. “El Partido Democrático albanés, actualmente en el poder, ha convertido la Unión en una liebre artificial que debemos perseguir, pero que no podemos cazar, porque entonces la corrupción tendría que acabar y se terminarían muchos de los embrollos locales. En noviembre no cambiará nada”.

Edi Rama, líder del Partido Socialista Albanés, el principal partido de la oposición, y exalcalde de Tirana, está dispuesto a hacer pedazos al partido gobernante: “Toda la UE ha visto cómo el primer ministro Sali Berisha ha amañado una elección tras otra, primero las parlamentarias y luego las del Gobierno local”, afirma. Los socialistas no han dejado de culpar a las maquinaciones del partido de Berisha de su derrota en las elecciones parlamentarias de 2009. Boicotearon el Parlamento durante meses; cuando los partidos de la oposición dirigieron una gran manifestación contra el Gobierno en enero de 2011, las fuerzas de seguridad dispararon a la multitud, por lo que fallecieron tres personas e hirieron de muerte a un cuarto manifestante.

“Hasta la fecha, nadie ha respondido por lo sucedido. ¿Cómo un país en el que ocurren cosas así se atreve a pensar que puede ser parte de la UE?”, se pregunta Rama. Berisha es un político muy astuto, reconoce Erebara. “Y se le da muy bien desviar la atención pública de los problemas de verdad”, como cuando estalló el asunto del desfile del orgullo gay.

Edi Marku tiene casi 60 años, lleva una gorra con visera, como las que suelen llevar la gente de su edad y sostiene un letrero en el que se lee “¡Las manos lejos de mi culo!”. Forma parte del grupo de varias docenas de personas que se encuentran en el exterior del edificio del Parlamento de Tirana, para protestar contra el desfile del orgullo gay.

Entusiastas hasta cierto punto

“Mire, me encantaría que Albania formara parte de la Unión Europea”, comenta. “La UE nos ayudará a construir carreteras, nos apoyará económicamente y nuestros jóvenes podrán estudiar en el extranjero. Yo tengo dos hijas estudiantes. Pero si el precio es aceptar a los degenerados, entonces nos lo tendremos que pensar”.

Las minorías sexuales ya generaron antes un gran debate en Albania, en 2009. Ese año, Berisha se desmarcó no sólo de su propio electorado, sino de la mayoría de países en la UE, cuando, en lugar de responder a los primeros indicios de enfado sobre las elecciones, anunció su apoyo a la legalización de los matrimonios homosexuales.La opinión pública albanesa estalló en cólera, pero Berisha dirige un partido conservador que simpatiza con las organizaciones musulmanas, por lo que nadie se opuso a él. A principios de este año, cuando la asociación Pink Embassy anunció sus planes de organizar el primer desfile del orgullo gay en Tirana, todo el mundo quería saber qué diría el primer ministro.

“Los periodistas, como suelen hacer todos, empezaron a buscar a gente que estuviera en contra”, comenta Erebara. “Y encontraron a alguien: el viceministro de Defensa. Dijo que a todos los gays había que darles una patada”. Estados Unidos y la UE respondieron recordando a los albaneses que respetaran los derechos de los gays y entonces el debate se centró en la homosexualidad en lugar de en la pertenencia a la UE, añade. “¿Acaso no tenemos problemas más importantes?”, pregunta retóricamente. Y empieza a enumerar los problemas: “El desempleo llega al 15 por ciento y para los jóvenes con formación la única perspectiva de futuro es marcharse a Italia”.Al final, la asociación Pink Embassy, temiendo por la seguridad de los participantes, decidió posponer el desfile.

Lo cierto es que el entusiasmo de Albania por la UE no tiene rival. En Turquía, el apoyo de la opinión pública por formar parte de la UE apenas llega al 50 por ciento. En Serbia, el apoyo ha disminuido en gran medida, a pesar de haber comprado su estatus de candidato entregando al Tribunal de La Haya a los sospechosos de crímenes de guerra Milosevic, Karadzic y Mladic. Incluso Croacia, el próximo miembro de la UE, es mucho más euroescéptico que Albania.“El apoyo a la pertenencia a la UE se ha mantenido durante años entre el 97 y el 98 por ciento”, comenta Erebara. “Ningún país en la historia de la Unión ha registrado jamás unos resultados así. Aquí, a diferencia de Turquía, por ejemplo, incluso los testarudos musulmanes son pro-europeos”.

Adivina quién viene a cenar esta noche

Pero ¿de qué sirve el entusiasmo, si Albania no está impulsando las negociaciones? “Creen que podrán adherirse a la UE a crédito”, comenta un diplomático de la UE. “Se unieron a la OTAN, aunque no cumplían los requisitos. Sin embargo, la Alianza reconoció que la posición estratégica de Albania era lo bastante importante como para hacer la vista gorda. Pero creo que esta vez no lo conseguirán. Albania está muy lejos de los estándares de la Unión y Europa, después de la crisis en Grecia, tiene mucho más en cuenta estos aspectos. Está claro que la Unión tiene gestos positivos, por ejemplo, los albaneses ya pueden viajar sin visado por el área Schengen y el país cuenta con un acuerdo comercial muy bueno. Pero hasta que el Gobierno no empiece a cambiar de verdad el país, está claro que no se iniciarán las negociaciones”.

La vida en Konispol acaba a las ocho de la tarde. Los candidatos a emigrar se van a la cama antes, porque la mayoría se levanta a las cuatro de la mañana, se toman el desayuno típico local compuesto por un huevo duro, un tomate, un rollo de jamón y un café y se ponen en camino para llegar a Igumenitsa por la tarde.Los que no consiguen dormir, se sientan en el exterior de un café del centro. Izeti Guri, de 17 años, que cruza la frontera cada día para pintar barcos en un puerto cercano en Grecia, me cuenta en inglés todo lo que sabe de sus compañeros que están sentados junto a él.

“Este hombre tiene un hermano en Grecia y dirigen juntos un negocio de limpieza de oficinas”, me cuenta señalando a un hombre de mediana edad con bigote. “Este otro tiene una novia griega y presume de que se va a casar con ella y de que tendrá pasaporte de la UE”. El hombre, Jovan, me cuenta que los griegos han cambiado su percepción de los albaneses y han pasado de despreciarles a respetarles cuando se desató la crisis: “Hace sólo un año, a los padres de mi novia no les gustaba que tuviera un novio de Albania. No querían conocerme”, cuenta. “Y ahora hasta me invitan a cenar y me preguntan si me pueden ayudar de alguna forma”.“¿A qué se debe el cambio?”.“Han visto que no pueden arreglárselas sin nuestra mano de obra”.

“Sólo nosotros podemos salvar ahora a Grecia”, dice alguien muy serio y los demás asienten. “¿Se da cuenta? El futuro de toda la UE está en nuestras manos. Pero ustedes, cabrones, no nos dejan entrar”, dice riéndose Izeti.

Este artículo ha sido escrito en el marco del proyecto "Next in Line", cofinanciado por la Unión Europea.

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