Un policía delante de un cartel gigante en Tiflis.

Por qué la UE no debe abrirnos sus puertas

El acercamiento a la Unión Europea, y sobre todo la libre circulación, será el núcleo de la campaña de las elecciones legislativas de este otoño y de las presidenciales de 2013. Pero un periodista georgiano advierte de que la supresión de los visados para entrar a la UE impulsará a sus compatriotas a huir del país, en lugar de contribuir a su desarrollo.

Publicado en 16 agosto 2012 a las 10:31
Un policía delante de un cartel gigante en Tiflis.

Durante uno de sus recientes mítines de campaña [las elecciones legislativas se celebrarán este otoño y las presidenciales la primavera que viene], Mijail Saakachvili declaró que Georgia en breve iniciaría una serie de negociaciones con el fin de simplificar y finalmente suprimir el régimen de visados con la Unión Europea. El asunto afecta a varios cientos de miles de georgianos que viven y trabajan en la UE, o que se trasladan a sus Estados miembros por negocios o por placer.

No obstante, es casi seguro que se trate de palabras vacías, porque Micha [diminutivo de Mijail] no puede ignorar que Europa no abrirá bajo ningún concepto sus fronteras a Georgia en los próximos decenios. A riesgo de equivocarme, me atrevería además a decir que, incluso en el propio interés de Georgia, es necesario que se mantengan los visados con Europa, sin concesiones.

Prácticas medievales

En mi opinión, los motivos por los que la UE no piensa suprimirlos son evidentes. Por mucho que se repita que somos un “faro de la democracia”, por mucho que se hable del progreso en la aplicación de reformas radicales, etc., en la práctica, nuestra mentalidad ha evolucionado poco y muchos de nuestros conciudadanos consideran Europa como un supermercado enorme que pide a gritos que lo saqueen. Las detenciones diarias de georgianos en Francia, Italia, España, Grecia o Austria demuestran que las fábulas conmovedoras que tanto les gustan a nuestros políticos sobre “estas personas, las mejores del país, obligadas a salir para ganarse la vida en el extranjero, donde trabajan sin descanso” no siempre se corresponden con la realidad.

En cuanto a los motivos por los que los visados se deben mantener por nuestro propio interés, me gustaría ilustrarlos con un ejemplo que a priori podría parecer lejano: el de los habitantes del sur de Italia, cuya mentalidad es parecida a la nuestra. Siempre me he preguntado por qué Sicilia, Campania (la región de Nápoles), Calabria o Apulia no logran deshacerse de la influencia destructora de la mafia. Estas regiones pertenecen a un Estado que forma parte del G7, que cuenta con una economía desarrollada, con altas tecnologías, con un sistema judicial. Entonces ¿por qué se siguen aplicando estas prácticas medievales, estos códigos absurdos?

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La necesidad de estar contra la pared

En mi opinión, el problema del sur de Italia es que existe la potente locomotora del norte, lo que impide que la gente sienta la necesidad imperiosa de cambiar las cosas. La trágica situación de los napolitanos y los sicilianos se agrava por el hecho de que siempre tienen un lugar al que huir. El que se niegue a cumplir la ley del silencio puede dejarlo todo, coger un tren y unas horas más tarde, estar en otro mundo totalmente distinto, en Roma, en Milán o en Turín. Es lo que impide que en el sur de Italia se forme una masa crítica de personas movilizada que se levanten un día diciendo: “Basta, ¡esto no puede continuar así!”.

Moraleja: si queremos que Georgia se convierta en un país normal, no debemos tener una salida. Es necesario que la mayoría de la población, con su pasaporte georgiano, no pueda huir a ninguna parte, para que nuestra única solución sea luchar contra nosotros mismos, contra nuestros problemas. A veces, al estar contra la pared, se dan muestras de una enorme imaginación. Por lo tanto, ruego a los funcionarios de la UE que no apresuren a suprimir los visados para los georgianos. Por nuestro bien.

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