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Pia Kjærsgaard, presidenta del Partido del Pueblo Danés.

La receta danesa: gobernar sin exponerse

En menos de diez años, el Partido del Pueblo Danés ha pasado de considerarse un pequeño movimiento de extrema derecha a ser miembro con pleno derecho del establishment político. A pesar de que oficialmente forma parte de la oposición, ejerce una influencia cada vez mayor sobre el gobierno de Copenhague, explica De Groene Amsterdammer.

Publicado en 18 mayo 2010 a las 14:47
Pia Kjærsgaard, presidenta del Partido del Pueblo Danés.

Entre Copenhague y Malmö se tiende un precioso puente. Pero para los miles de daneses que se ven obligados a vivir en el lado sueco y a cruzarlo todos los días para ir a trabajar a Copenhague, el puente de Oresund es un símbolo de exclusión. Tienen que pagar todos los días para ir a su propio país, en el que no pueden vivir porque su cónyuge es extranjero.

La severidad de las leyes de inmigración danesas es de sobra conocida. Las entrevistas a los solicitantes de asilo son durísimas, prohíben el matrimonio con extranjeros menores de 24 años y las exigencias planteadas a los inmigrantes son altísimas. Para obtener el permiso de residencia hace no mucho se introdujo un sistema de puntos. Los inmigrantes tienen que haber “participado activamente en la sociedad danesa” al menos durante un año. Y los daneses cuyo cónyuge sea extranjero tienen que demostrar que ambos tienen más “vínculos” con Dinamarca que con el país de procedencia de dicho cónyuge.

Por eso Bolette Kornum, controladora financiera, no ha podido volver a Copenhague con su marido, que es egipcio: el Servicio de Inmigración ha considerado que tenían más vínculos con Egipto. Ella habla árabe, él no tiene familia en Dinamarca y han vivido juntos durante varios años en el país de origen del marido. ¡Pues váyanse a vivir a Egipto!, ha sido la respuesta de las Autoridades. “Toda la vida pagando mis impuestos y ahora no soy bienvenida en mi propio país”. Hoy en día hay 6.000 familias viviendo al otro lado del puente. “Nos han destrozado la vida”, dice Bolette Kornum.

Al margen del Gobierno

Las estrictas leyes de inmigración danesas son objeto de un consenso tácito entre prácticamente todos los partidos políticos. Sólo algunos partidos minoritarios de izquierda siguen oponiéndose a ellas. El promotor de estas leyes, el Partido del Pueblo Danés (DF), se ha convertido en un actor estable e influyente del paisaje político al que ya no se le considera como un partido de extrema derecha, porque de ser así nunca se le hubiese aceptado. ¿Cómo lo ha conseguido?

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Retrocedamos hasta el 2001. El DF obtiene el 12% de los votos en las legislativas. Por aquella época algunos lo rechazan, la izquierda lo insulta y ataca su retórica populista y su postura frente a la inmigración. El Partido Conservador y el Partido Liberal quieren gobernar y plantean una solución típicamente danesa: una coalición minoritaria. Los dos partidos de centro derecha forman Gobierno y el DF los apoya en el Parlamento. A cambio espera obtener medidas draconianas para combatir la inmigración. La coalición cree que el negocio le ha salido redondo: pueden gobernar al mismo tiempo que miran de cerca al DF.

Pero lo que sucede es que es éste último el que manipula la coalición: ejerce sus influencias y los otros dos partidos acaban dependiendo de él, sin que él mismo llegue a entrar nunca en el Gobierno. Una estrategia muy ingeniosa: “Manteniéndose protegido del viento el partido ha podido medrar y convertirse en el partido dirigido con más profesionalidad y que cuenta con los mejores asesores de comunicación. Es, con mucha ventaja, la máquina política mejor engrasada de Dinamarca”, afirma el comentarista político Peter Mogensen, del diario Politiken.

Socialmente a la izquierda, anti-islamista y eurófobo

El DF utiliza su derecho de veto durante las negociaciones presupuestarias anuales para exigir algunos pequeños regalos tácticos que puede “vender” fácilmente a su electorado. Construir un hospital en una región donde hay muchos votantes potenciales, por ejemplo. O un cheque único para los mayores de 65 años distribuido a bombo y platillo. En el ámbito social, el DF tiende más a la izquierda y está a favor de la conservación del Estado Social. Es antiislamista y antiinmigración, pero favorece a los ancianos y a los dependientes, eurófobo y contrario a la adhesión de Turquía a la UE y pro-Israel.

En el partido reina una disciplina muy rigurosa: nada de luchas internas y nada de idiotas racistas y neonazi, a los que se expulsa regularmente. La jefe del partido, Pia Kjærsgaard, ha trabajado mucho para mejorarse a sí misma. Al principio estaba siempre ceñuda, era cáustica, buscaba el conflicto con los otros partidos. “Ahora intenta que no haya roces con sus homólogos”, comenta Henrik Kaufholz, miembro del Comité de Dirección de la Asociación danesa de periodistas de investigación.

Protegido por el gobierno minoritario durante estos últimos diez años, el DF se ha transformado en un colaborador fiable y muy influyente. En el ámbito electoral ha crecido (cuenta actualmente con un 14% de los votos) y varias de sus ideas son objeto de consenso entre las principales fuerzas políticas.

© De Groene Amsterdammer

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