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¿Dónde quedan los buenos tiempos?

La desunión europea

Angela Merkel se aísla, Nicolas Sarkozy reúne a los países del Sur y la que no sabe adónde va es la UE. Die Presse constata que, tras la crisis del euro y la forma de responder a ella, desaparecen la confianza y la voluntad de trabajar unidos.

Publicado en 21 mayo 2010 a las 13:26
¿Dónde quedan los buenos tiempos?

Externamente, se multiplican las manifestaciones de unidad. Los gobiernos de los Estados de la UE decidieron aplicar una serie de medidas para salvar a Grecia, un fondo de emergencia de 750.000 millones para el euro, nuevas normativas sobre los fondos especulativos y e incluso estarían a punto de llegar a un acuerdo sobre la cuestión candente de los impuestos de las transacciones financieras. Pero sólo es una unión para guardar las apariencias. Entre bambalinas, actúan fuerzas centrífugas de efectos devastadores. En vez de unirse en estos momentos de crisis histórica, se libra una batalla brutal por el poder, se esquivan las instituciones de la UE, se imponen soluciones unilaterales y se hace caso omiso de los socios. Un nuevo abismo separa a las dos principales potencias, Alemania y Francia.

Esta semana hemos asistido a la primera demostración pública de esta ruptura, cuando el gobierno alemán anunció sin previo aviso su intención de prohibir las ventas al descubierto de deuda pública. El 20 de mayo se celebró una conferencia internacional sobre la normativa de los mercados financieros en Berlín, lejos de la UE.

“Alemania da la espalda a la Unión Europea”, gruñe un representante gubernamental de alto rango en el Consejo Europeo. “Estas medidas serían mucho más eficaces si se coordinaran a nivel europeo”, advierte Michel Barnier, comisario europeo encargado del mercado interior. Sin embargo, las instituciones de la UE son víctimas de un conflicto de intereses desencadenado por Berlín y París.

Sólo después hemos podido conocer lo que había ocurrido entre bastidores en la cumbre de urgencia convocada ante el pánico del 7 de mayo. Debido a la conversación previa entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy, el encuentro se inició con dos horas de retraso. Mientras los demás jefes de gobierno esperaban, la conversación se convirtió en un duelo de alaridos.

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Según los miembros de la delegación, no habría sido únicamente por las medidas para sacar a flote al euro, sino también por la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), la coordinación económica y el Pacto de Estabilidad del euro. Los dos salieron de la sala de reunión con el rostro serio. Y continuaron con su polémica ante los otros veinticinco jefes de Estado y de gobierno. Sarkozy dio un golpe en la mesa e incluso amenazó con retirarse del euro, tal y como comentó posteriormente el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero.

"Nos ha costado miles de millones"

El presidente francés, con el apoyo de Italia, España y Portugal, constituyó un frente contra Merkel, a quien ante todo había reprochado haber dudado durante la crisis griega. “Al actuar así, nos ha costado miles de millones”, expone un representante de gobierno. Contra los intereses alemanes, Sarkozy ha logrado meter en vereda al BCE que, hasta entonces, actuaba de manera independiente.

El abismo es “ideológico y causado por los intereses nacionales”, comentan los observadores. Por un lado, se encuentran París y sus socios del espacio mediterráneo, que durante la crisis se esfuerzan por imponer lo que siempre han deseado, es decir, más influencia política en el BCE y flexibilidad en la política de los impuestos y el valor monetario. Reclaman una coordinación económica europea supuestamente para minar la competitividad alemana.

La crisis de confianza de la UE

Por otro lado, se encuentra Alemania, que rechaza cualquier tipo de coordinación, incluso lógica. Y en lugar de ello, es la única que exige un endurecimiento de las sanciones para defender un desarrollo riguroso de estabilidad para el euro. El aviso que dio Angela Merkel en un discurso ante los diputados da muestras de ello: “El euro está en peligro”, recalcó el miércoles pasado. Hizo un llamamiento para adoptar una “cultura de ahorro” más fuerte por parte de todos los Estados de la UE. Christine Lagarde, ministra francesa de Economía, replicó: “No creo en absoluto que el euro esté el peligro”.

“La UE vive una crisis de confianza interna y externa”, constata el politólogo Paul Luif. Interna, porque las instituciones de la UE se han neutralizado mediante decisiones unilaterales y la Comisión Europea no ha desempeñado su función de control. Y externa porque, esta comunidad internacional de Estados ha dejado de transmitir una imagen de estabilidad. La caída del euro es la prueba de ello. En lugar de esforzarse por resolver internamente los problemas y las diferencias estructurales, “se buscan otros culpables, como los fondos especulativos y los especuladores”.

Cooperación

El motor franco-alemán a punto de averiarse

La amistad franco-alemana, que impulsó la Comunidad Económica Europea durante la posguerra, se ha convertido en una "alianza de corazones fríos", "una comunidad funcional" en la que predominan los cálculos de poder, constata Die Welt. Actualmente, opina el diario, "la amistad franco-alemana se ve obligada a reinventarse en el seno de una Unión ampliada marcada por montañas de deudas, el rigor presupuestario, una competencia intensa y una lucha encarnizada por el empleo y las tendencias neoproteccionistas."

Según el periódico conservador, Angela Merkel ha cometido errores defendiendo duras sanciones contra los países endeudados pero tiene razón en el fondo del asunto. "En estos momentos de crisis, Alemania está aislada como nunca lo estuvo antes en toda la historia de la UE. Y París ha contribuido a ello en gran medida. Ese es el drama europeo". Merkel y Nicolas Sarkozy, "la protestante de Brandeburgo y el francés inquieto no tienen nada que decirse", defienden concepciones diferentes. París reclama una política voluntarista que deje un amplio margen de maniobra a los responsables políticos y que cree una Unión de transferencia en la que los fuertes ayuden a los débiles. Berlín, por el contrario, se resiste a toda europeización y defiende la idea de imponer reglas estrictas según las cuales cada uno movilice sus propias fuerzas y mantenga su soberanía. Este pulso lo está ganando —de momento— Sarkozy y está llevando a la UE hacia un gobierno económico, concluye Die Welt.

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