Una manifestante sujeta un póster del líder libanés de Hezbolá, Hassan Nasrallah, mientras protesta por el conflicto de Oriente Medio, el 21 de julio de 2006 en Berlín.

Hezbolá: ¿amigo o enemigo de la UE?

El grupo militante chiita Hezbolá, clasificado como terrorista por Estados Unidos, posee oficinas en toda Europa e insiste en que se trata sencillamente de una organización política y humanitaria que recauda dinero destinado a la dirección del grupo en el Líbano. Pero el New York Times se pregunta si los servicios de seguridad europeos están prestando la suficiente atención a este grupo.

Publicado en 24 agosto 2012 a las 16:00
Una manifestante sujeta un póster del líder libanés de Hezbolá, Hassan Nasrallah, mientras protesta por el conflicto de Oriente Medio, el 21 de julio de 2006 en Berlín.

Mientras las autoridades estadounidenses dan la voz de alarma sobre lo que denominan una amenaza que resurge del grupo militante chiita Hezbolá, miles de sus miembros y seguidores operan con pocas restricciones en Europa, recaudando dinero que se destina a la dirección del grupo en el Líbano. Washington y Jerusalén insisten en que Hezbolá es una organización terrorista que cuenta con apoyo iraní, cuyas manos están manchadas de sangre y que trabaja estrechamente con Teherán para entrenar, armar y financiar al ejército de Siria que reprime las revueltas en dicho país. Pero la Unión Europea sigue tratando al grupo ante todo como un movimiento social y político libanés.

Mientras Israel intensifica los temores de un ataque preventivo en los centros nucleares de Irán, los analistas de inteligencia advierten de que Irán y Hezbolá responderían con ataques por su cuenta contra objetivos extranjeros. Las autoridades israelíes y estadounidenses atribuyeron a Hezbolá y a Irán el atentado contra un autobús que tuvo lugar en Bulgaria el mes pasado y en el que murieron seis personas, incluidos cinco turistas israelíes. Además, afirman que era parte de una ofensiva clandestina que incluía lugares como Tailandia, India, Chipre y otros países. Los defensores de Hezbolá destacan que no existen pruebas que impliquen al grupo en el atentado.

Perfil bajo

Si bien se estima que el grupo opera en todo el continente, Alemania es su principal centro de actividad, con 900 miembros en 2010 y 950 miembros y seguidores el año pasado, según indica en su informe de amenazas anuales la agencia alemana de inteligencia. Hezbolá ha mantenido un perfil bajo en Europa desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, recaudando discretamente dinero que se destina al Líbano para actividades humanitarias, como la construcción de colegios y hospitales, y, según sostienen las agencias de inteligencia occidentales, para cometer ataques terroristas.

Los servicios de seguridad europeos controlan a los partidarios políticos del grupo, pero los expertos afirman que son ineficaces en lo que respecta a seguir la pista de las células durmientes, que son las que suponen más peligro. “Cuentan con grupos operativos reales y entrenados en Europa que no han utilizado en mucho tiempo, pero si quisieran activarlos, podrían hacerlo”, comenta Alexander Ritzmann, asesor policial en la Fundación Europea para la Democracia en Bruselas, que ha testificado ante el Congreso estadounidense sobre Hezbolá. “Si hubiera pueblas tangibles de la implicación de Hezbolá en actos terroristas, la UE consideraría incluir la organización en la lista negra", comenta Erato Kozakou-Marcoullis, ministro de Exteriores de Chipre, país que ocupa la presidencia de turno de la UE.

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La marcada diferencia de opiniones refleja las numerosas funciones que ha desempeñado Hezbolá desde que surgió en el Líbano tras la invasión israelí de 1982. La rama militante de Hezbolá fue responsable de una serie de secuestros y de sofisticados atentados en su país de origen y ha sido acusada de otros atentados en el extranjero. Pero el grupo también se convirtió en el proveedor de los servicios sociales que el exhausto Gobierno libanés era incapaz de prestar y desde entonces se ha convertido en una fuerza política con dos ministros en el Gobierno y una decena de escaños en el Parlamento.

Hassan Nasrallah, secretario general del movimiento, ha afirmado que una lista negra europea “destrozaría Hezbolá. Se acabarían nuestras fuentes de financiación y nuestras fuentes de apoyo moral, político y material”.

Células durmientes

Desde hace tiempo, Europa ha sido más tolerante con los grupos militantes islámicos que Estados Unidos. Antes de los ataques del 11 de septiembre, Al Qaeda mantenía una oficina de información a los medios de comunicación en Londres. Gran parte de la planificación y la organización de los ataques se realizó en Hamburgo, Alemania, donde vivía el cerebro de los ataques, Mohamed Atta.

Las autoridades estadounidenses se han quejado en privado durante años de la reticencia de Alemania de actuar contra las empresas que eluden las sanciones contra Irán. La presión parece que ha dado sus frutos, ya que Alemania el año pasado aceptó incluir el Banco Comercial Europeo Iraní, con sede en Hamburgo, en una lista negra de la Unión Europea.

Aún así, cuando los Gobiernos estadounidense e israelí afirman que Irán y Hezbolá preparan su capacidad latente durante tanto tiempo para cometer actos terroristas internacionales, los europeos diferencian entre una red terrorista internacional como Al Qaeda y lo que aquí se considera como un conflicto que enfrenta a Israel y Estados Unidos por un lado, contra Irán, Siria y Hezbolá por otro.

Algunos analistas sostienen que los grupos chiitas como Hezbolá plantean un riesgo menor que las organizaciones militantes suníes como Al Qaeda. “El mayor peligro de los militantes islamistas procede de los salafistas, no los chiitas, sino los suníes”, afirmaba Berndt Georg Thamm, experto en terrorismo en Berlín, refiriéndose a un brazo duro del islam suní. La diferencia de percepciones a ambos lados del Atlántico es tan grande, que las autoridades estadounidenses parecen más preocupadas sobre la amenaza que plantea Hezbolá en Europa que los mismos europeos.

Acuerdo tácito

Países Bajos clasificó a Hezbolá como organización terrorista en 2004 y afirmó que no distinguía entre la rama terrorista y la política del grupo. Gran Bretaña distingue ambas partes y considera como organización terrorista sólo la rama militante. “Para los británicos es como una herramienta: si cambiáis, os quitamos de la lista”, comenta Ritzmann. “Los franceses no creen que sea inteligente incluirlos en la lista terrorista, porque constituyen un actor político”. Thamm afirma que “No existe un criterio común sobre Hezbolá”. Y no es algo que vaya a cambiar a corto plazo”.

Los escépticos en Europa afirman que a medida que Hezbolá se ha ido convirtiendo en un grupo más político, se ha alejado de su pasado terrorista, aunque no lo haya abandonado por completo, y que Israel está avivando el miedo para justificar un ataque a las instalaciones nucleares de Irán.

Algunos expertos afirman que las autoridades de la seguridad del Continente se resisten a incluir en la lista negra al grupo porque consideran que existe un acuerdo tácito, según el cual, Hezbolá no perpetrará ningún ataque y las autoridades europeas encargadas de la aplicación de la ley no interferirán en su trabajo de organización y de recaudación de fondos.

“Se teme que se avive la ira de Hezbolá y que al final los grupos actúen en sus propios países”, comenta Bruce Hoffman, profesor de estudios sobre seguridad en Georgetown y experto en terrorismo. “¿Qué sentido tiene levantar una piedra y ver qué hay debajo?”, plantea.

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