Los escombros de la URSS derrumbada en 1991 parecían haber enterrado el humor ruso. Parecían haberse olvidado los buenos chistes soviéticos sobre Breznev y sus coches de carrera, sobre Gorbachov y su ley contra el alcohol o incluso sobre la improbabilidad del "futuro radiante" que prometía el Partido Comunista. Las colas de espera, las penurias, la ineptitud de los dirigentes, el ambiente esquizofrénico, todo se conjugaba con un tono jocoso y bromista, una forma como otra cualquiera de romper con la censura y el lenguaje cifrado.
De este modo se extendió un chiste en el Politburó (el ejecutivo del partido único), que estaba impaciente por enviar a los astronautas a que "caminaran sobre el Sol" para superar a los estadounidenses y sus misiones en la Luna. Los científicos estaban preocupados: "El Sol está demasiado lejos y hace demasiado calor", pero los apparátchiks les tranquilizaban: "Camaradas, no se preocupen, el Partido Comunista ha pensado en todo: ¡viajarán de noche!".
Estas jugosas historias desaparecieron como por arte de magia, como si la abolición de la censura hubiera bastado para que se perdiera el sentido del humor. Los nuevos rusos parecían haber perdido el gusto por la sátira política.
Serpiente hipnotizadora
Hay que decir que la era de Putin no invita a reírse. Recién instalado en el Kremlin en marzo de 2000, el nuevo presidente prohibió "Koukly", el programa satírico más mordaz de la cadena NTV, presentado por el humorista Viktor Chenderovitch, porque se representaba a Putin como un elfo de grandes orejas, una imagen poco favorecedora.
Después de eliminar el programa, el Kremlin desmanteló la cadena. Desde entonces, se pidió a Rusia que no se riera más, si no era de los chistes de cuartel del exteniente coronel del KGB. "Va siendo hora de acabar, porque supongo que ustedes, como yo, no se han puesto pañales", bromeaba el líder nacional en 2007 tras su "espectáculo de monólogos" anual, un encuentro televisado con la prensa y con "el pueblo" de la Federación Rusa.
Desde hace poco, la burla ha recobrado fuerza. Avivada por los fraudes en las elecciones orquestadas por el Kremlin, la protesta del "padre" ha favorecido el regreso de la sátira política. Como un auténtico soplo de aire fresco, el "ciudadano poeta", una crítica feroz al poder difundida cada semana en la radio y en Youtube desató pasiones. Putin, bautizado como "el gran Pu", se representaba como la serpiente hipnotizadora Kaa de El libro de la selva o jugando al bádminton encaramado en un tractor con su alter ego Dmitri Medvedev. El espectáculo echó el cierre, pero la blogosfera ha tomado el relevo.
Los jóvenes "hámsters de la Red" se divierten burlándose de las operaciones de comunicación del Kremlin. Medvedev, el eterno aliado de Putin, hoy primer ministro, es el objetivo preferido de los blogueros. Apodado "Aifon Aipadovitch" por su pasión por los dispositivos electrónicos, sufrió un ataque pirata en su cuenta de Twitter durante su presidencia (2008-2012).
Un anónimo abrió una cuenta similar a la suya KremlinRusia-Presidenteruso con la misma foto. De repente, aparecían sus mensajes ridiculizados. Cuando Medvedev escribía en su cuenta: "Reunión para hacer cumplir las directivas del presidente", su gemelo diabólico respondía: "Sólo el iPad del presidente ejecuta sus órdenes".
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