"¡Espere,todavía no lo he puesto en marcha!".François Hollande:"¡no parece muy complicado!"

Europa, un tabú para François Hollande

François Hollande ha hablado poco de Europa desde su elección. Molesto por las disputas de la izquierda sobre la ratificación del pacto presupuestario, también sabe que la crisis no fomenta la simpatía hacia la UE entre los electores. Hasta que el asunto se vuelva ineludible y haya que preguntar al pueblo su opinión, previene Le Monde.

Publicado en 17 septiembre 2012 a las 15:44
"¡Espere,todavía no lo he puesto en marcha!".François Hollande:"¡no parece muy complicado!"

Se piensa en ello todos los días, pero nunca se habla de la cuestión. En Francia, con Europa ocurre lo mismo que con Alsacia y Lorena entre 1870 y 1918. El asunto es tabú y no conviene decir ni una palabra al respecto a la población francesa. Por ello, François Hollande ha actuado cautelosamente y ha evitado hablar de Europa cuando presentó el 9 de septiembre en TF1, su "agenda de recuperación" 2014, cuyo objetivo es fijar el rumbo de la primera parte de su quinquenio.

Sin embargo, la agenda europea es la que dicta la acción del presidente de la República. El euro se encuentra en una situación delicada y Francia también. Si la crisis se agrava, podría correr la misma suerte que Italia, atacada por los mercados financieros. Si se calma, también podría correr la misma suerte que Italia, cuando los mercados descubran que la salud económica del país no tiene nada que envidiar a la italiana, segunda potencia industrial del continente.

Una utopía de consecuencias concretas

Si el presidente evita el asunto de Europa, es porque ésta es incapaz de constituir un horizonte político. Es curioso el contraste con François Mitterrand, que eligió en 1983, tras dos años de equivocaciones económicas, la opción del rigor. Apostó por Europa más que por el socialismo: François Mitterrand ancló entonces su política en un doble horizonte, francés y europeo. Europa, cuyo objetivo según el tratado de Roma era forjar una "unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos", era una utopía, pero una utopía con consecuencias muy concretas, con las que Francia podría modernizarse. De este modo, en 1986, el acta única fijó como objetivo la creación de un gran mercado en 1992. Posteriormente, el tratado de Maastricht inició la marcha hacia el euro, que debía crearse en 1997 y como muy tarde en 1999 y obligaba a los países candidatos a hacer que sus políticas económicas convergieran.

Este método de cuenta atrás, que también permitió organizar la ampliación a los países de Europa del Este en 2004, es obsoleto. Europa se ha estrellado contra sus fracasos y su crisis de legitimidad, que se concretizó en 2005 con el doble rechazo de los franceses y los neerlandeses a la Constitución europea. La crisis del euro, que atestigua la incapacidad al menos provisional de Europa para proteger a los pueblos y garantizarles la prosperidad, no ha hecho sino confirmar esta desconfianza.

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Debilidad del discurso

Para François Hollande, una opción sería inspirarse en la última tentativa de utopía europea, laagenda llamada de Lisboa. Presentada en 2000 en pleno auge de Internet, esta agenda debía hacer de Europa "la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo" desde entonces hasta 2010. Se trataba de superar a la superpotencia estadounidense. No se fijó ninguna obligación y el asunto acabó a la deriva. Con la excepción notable del canciller alemán Gerhard Schröder que decidió en 2002 nacionalizar la ambición de Lisboa, lanzando su propia agenda para 2010. Sin Europa. En alemán, pero con el éxito que conocemos.

¿Puede seguir esta vía François Hollande? Su intervención en TF1 tenía ciertos trazos de Schröder. Sin embargo, el canciller fijaba un objetivo a largo plazo que contaba con el apoyo unánime de su país: restablecer la competitividad de Alemania, para hacer del país un campeón industrial y exportador. François Hollande no se encuentra en esta situación. No tiene ningún proyecto legítimo a largo plazo que pueda reivindicar, lo que explica la debilidad de su discurso. Por lo tanto, el presidente presenta su agenda de reforma como un paréntesis de dos años, un momento duro, que permitirá después contar con "una sociedad más solidaria". Pero no dice nada sobre el futuro de Francia en Europa ni sobre la globalización. En la crisis, la mayoría de países con dificultades adoptan el modelo de reformas al estilo alemán. De forma voluntaria u obligados. Y esta elección también tendrá que hacerla Francia.

Silencio nacional y europeo

Es el análisis del exprimer ministro Jean-Pierre Raffarin. "Llegará un momento en el que se pida a los franceses que elijan entre los Pirineos y el Rin, entre ser como los alemanes o los españoles", asegura el senador del UMP de Vienne. La alineación con Alemania constituyó en enero el eje efímero de la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy. Tras haberse burlado de la política que consideraba de sacrificio de Berlín, hizo de ella un modelo que copiar. Abandonó rápidamente este argumento, por su efecto más que mitigado en las intenciones de voto. Y resulta aún menos convincente para un presidente de izquierda.

En este contexto, François Hollande guarda silencio, tanto en el ámbito nacional como europeo. En lo que respecta a Europa, el presidente espera que la Unión supere la carrera de obstáculos que tiene delante, con su letanía de planes de rescate, de elecciones y de sentencias constitucionales, lo que al final permitirá a los inversores retomar el camino del sur de Europa. Espera que este respiro europeo le permita recuperar un ligero margen de maniobra nacional para llevar a cabo su agenda de dos años. Europa sólo podrá convertirse en un horizonte defendible si demuestra su eficacia, superando la crisis. Por lo tanto, es hora de reflexionar sobre una nueva legitimación del proyecto por parte de las poblaciones. Los franceses temen repetir la experiencia de los referéndums europeos. Pero la cuestión será ineludible, cuando las reglas hayan evolucionado tanto, que las autoridades alemanas no tengan otra opción que consultar a su población.

Opinión pública

Francia se desapega de Europa

El 64% de los franceses votaría hoy en contra del Tratado de Maastricht, según una encuesta publicada por Le Figaro. El diario evidencia “el desencanto” que se asienta entre los franceses y en Europa. Una “instructiva advertencia” que preocupa al diario, cuyo editorialista plantea:

¿De quién es la culpa? De los líderes, tanto de la derecha como de la izquierda. ¿Qué dicen ellos? En primer lugar que Europa es inevitable y que quienes todavía no estén convencidos de ello son bobos a quienes habrá que imponer esta idea por la buenas o por las malas. Además, vivir en una comunidad con un destino y unos intereses comunes obliga a Francia a realizar esfuerzos que, sin Europa, podría ahorrarse. Un error funesto. Así expuesto, Europa sólo podría ser algo que invite a tomar distancia, y es eso en lo que se ha convertido.

Sin embargo, Le Figaro señala que

A los franceses no les importa ser paradójicos y tampoco tiran todo por la borda. Se muestran partidarios del principio de una unión política europea: un 47%, frente a un 27, considera que revierte en el interés nacional seguir asociado al conjunto político europeo. [...] Los franceses no quieren dar marcha atrás, pero aún menos acelerar o ampliar.

El diario conservador hace un llamamiento a los franceses para que se planteen su futuro europeo más que a que se replanteen Europa: “no deben engañarse y harían bien en plantear la naturaleza de su eurofobia, que les revela quienes son ellos mismos”.

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