Noticias ¿Cuál es el futuro de Europa? / 5

Europa será mestiza...o no será

Ante la crisis, los gobiernos y los ciudadanos caen en la tentación de encerrarse en sí mismos, en el egoísmo y en el miedo al extranjero. Sin embargo, como destaca el escritor Tahar Ben Jelloun, los inmigrantes son parte del paisaje europeo y, al igual que sus conciudadanos "de pura cepa", contribuyen a crear la identidad de la Europa actual.

Publicado en 15 junio 2010 a las 14:49

Victor Hugo había soñado con Europa, algo que en su época era una utopía: "Llegará el día en el que las balas y las bombas se sustituirán por votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el venerable arbitraje de un gran Senado soberano...… Llegará el día en el que veamos a los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa, uno frente a otro, tendiéndose la mano sobre los mares, intercambiando sus productos, su comercio, su industria, sus artes, sus genios… » Esta Europa es una realidad y vive en estos últimos tiempos su primera gran crisis. Independientemente del resultado de esta crisis, Europa ya no es una idea virtual ni una utopía. Es una realidad compleja, incompleta, cambiante, una entidad que se construye y que necesita más voluntad y corazón.

Vivir en Europa es una suerte. La idea de una unión de varios países basada en la geografía, la historia y también en los valores de la democracia y la libertad es lo positivo que generó la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿quién se acuerda del origen de esta unión, que ha pasado a agrupar de siete a veintisiete países? Tengo la impresión de que esta entidad que no está del todo lograda y a la que sigue rondando la amenaza de implosión, está habitada por niños consentidos. Algunos jóvenes europeos no se dan cuenta de la suerte que tienen de haber nacido aquí, en este espacio de libertad donde se circula sin problema, donde sólo existe una moneda (con la excepción de Reino Unido y Suecia), donde no hay guerra, ni hambre, donde los desempleados cuentan con el respaldo del Estado.

Los europeos siempre quieren más... sin esfuerzo

Pongo el ejemplo de Francia porque es lo que mejor conozco: este país, a pesar de todo lo que se pueda decir de él, tiene el mejor sistema sanitario y el mejor sistema social del mundo, con algunas dificultades sobre todo en lo que respecta a los jubilados. Es un país en el que se admite a cualquier ciudadano en cualquier hospital sin que le pidan una tarjeta de crédito y el paciente recibe tratamientos aunque no trabaje y aunque no haya podido cotizar a la seguridad social. El hospital francés no hace ninguna distinción entre pacientes. A todos se les trata en igualdad de condiciones. Es algo que hay que decir y repetir, porque es una realidad esencial de este país.

Algunos europeos piensan que todo esto son derechos adquiridos, que su situación no puede sino mejorar. Al final dejan de esforzarse. Cultivan el egoísmo, se niegan a reflexionar sobre sí mismos, de ver por ejemplo qué ocurre en otros lugares, en África, en Asia, en el mundo árabe. "Siempre quieren más", señaló François de Closet, periodista observador de la sociedad francesa. La noción de solidaridad se marchita, se debilita cada vez más. Antes, en los años setenta, los europeos se hacían a las calles para manifestarse contra las dictaduras de Latinoamérica, contra la guerra de Vietnam, contra el sistema de apartheid de Sudáfrica e incluso contra el racismo y la discriminación en Europa. Era la época en la que había intelectuales que daban la señal de movilización: J.P. Sartre, Michel Foucault, Jean Genet, Claude Mauriac, Maurice Clavel… Hoy, ya no hay ningún líder de pensamiento, ni grandes manifestaciones, ni solidaridad real con los pueblos que sufren.

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Los inmigrantes, estigmatizados

Se ha perdido una cosa muy bella. La Europa solidaria y fraternal se ha convertido en la Europa del egoísmo del Estado y del ciudadano. Algunos políticos, sobre todo de la derecha, han sacado partido del miedo y han hecho de él una industria electoral. La economía europea se ha desarrollado en parte gracias a la mano de obra extranjera, es decir, a la inmigración. Son pocos los responsables políticos que lo reconocen y que rinden homenaje a estas poblaciones llegadas de otros lugares. Hoy, son los hijos de estos millones de inmigrantes quienes constituyen el problema. ¿Qué hacer con estos europeos de piel morena, negra o mestiza? ¿Cómo aprender a vivir con otra cultura, con otra religión?

Europa debería aprender a mirarse en un espejo: su imagen, su paisaje humano ya no es todo blanco ni todo cristiano. Es el resultado de mezclas, de varias aportaciones. Se observa en la calle, pero se suele decir que son pasajeros en Europa, que esta gente volverá a su país natal. Qué error. Esta gente, son europeos, su país es Europa, su nacionalidad es europea, su cultura es doble o triple. Y es una muestra de la globalización en el sentido humano, no industrial ni financiero. El hombre es el capital del mundo, no la técnica.

El filósofo francés Etienne Balibar escribe en "La proposition de l’égaliberté" [La proposición de "igualibertad"] que "Europa no es un fin en sí mismo, sino que debe considerarse como instrumento de transformación del curso de la mundialización". La transformación de Europa, lo que crea su futuro, no se tiene en cuenta. Pero, una Europa rendida a la blancura intacta de su cultura tradicional, ¿sigue siendo visible? Yo no lo creo.

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