Detalle de una miniatura representando al rey de Portugal Juan I en la batalla de Aljubarrota (1385), que le enfrentó a Juan I, rey de Castilla.

Los separatismos llevan a Europa a la Edad Media

Catalanes, escoceses, flamencos… Europa Occidental sucumbe a las sirenas del separatismo. Según el ensayista búlgaro Ivailo Ditchev, con el pretexto de defender su identidad, los nuevos nacionalistas se atrincheran como señores feudales tras su bienestar económico.

Publicado en 3 diciembre 2012 a las 12:47
Detalle de una miniatura representando al rey de Portugal Juan I en la batalla de Aljubarrota (1385), que le enfrentó a Juan I, rey de Castilla.

Para entender los movimientos separatistas europeos de los últimos 20 años, propongo imaginar la siguiente situación.

Se plantea la idea de una autonomía sustancial de Sofía, la capital búlgara, con el objetivo de desvincularse del territorio nacional en última instancia. Para ello, movilizamos a una cohorte de historiadores mediáticos que demuestren, por ejemplo, las raíces celtas de la ciudad que cayó bajo el poder de los invasores del Norte, responsables de la masacre de miles de cristianos apacibles e inocentes. La Historia es muy extensa y los acontecimientos que podemos utilizar son innumerables. La independencia de Sofía del resto del país, que económicamente se encuentra mucho menos desarrollado, implica automáticamente un incremento en la prosperidad de los habitantes: sus ingresos pasan del 37% de la media europea al 70% y con la exclusión de los barrios gitanos de la población, pueden llegar incluso al 100%. Tan sólo nos queda proclamar a nuestra capital "el Luxemburgo de los Balcanes". ¡Así de sencillo!

Sucedería lo mismo si la ciudad de Múnich también se propusiera un día liberarse del "yugo" alemán; y lo mismo con Londres. En este caso, los ingresos de sus habitantes llegarían a cifras astronómicas: ¡hasta el 300 % de la media de la UE en el caso de los alemanes y hasta el 600 % en el caso de los ingleses!

Una sed de independencia interesada

¿Qué puede impedir a los ricos liberarse del peso de sus conciudadanos más pobres? Recordemos que cuando cayó el Imperio otomano, los Balcanes se sumieron en una larga crisis de varias decenas de años. A lo largo de todo el siglo XIX, por ejemplo, la economía griega recibió la transfusión de los grandes bancos internacionales, exactamente como ocurre hoy. De las ruinas del Imperio austrohúngaro nació un pequeño país agrícola, provincial y folclórico: Austria. De sus tiempos de esplendor, estas entidades poseían grandes territorios controlados por el Estado central, una fuente de materias primas y de mano de obra a la que la industria vendía a cambio sus productos. Un intercambio que exigía una buena dosis de solidaridad: los ricos dedicaban una parte de sus ingresos a instruir a sus futuros empleados, construir carreteras y defender las fronteras del país. Todo eso hoy ya no ocurriría: si Sofía se declara independiente, no tendrá este tipo de preocupaciones. La economía ahora es global y la seguridad la garantiza la Alianza Atlántica. Más que comprar sus tomates a Plovdiv (en el sur del país), la ciudad podrá hacerlo en Esmirna (en Turquía); en lugar de contratar a conductores de tranvías en Vidin (en el norte), podrá emplear a indios de Nueva Delhi.

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Es cierto que la construcción de la identidad, aunque sea fantasmagórica, tiene su importancia. Pero sobre todo constituye un medio en la lucha por el poder y los recursos económicos. A diferencia de Sofía, Cataluña sí posee una historia milenaria, una cultura e incluso un idioma propio. Pero el argumento más serio de los independentistas sigue siendo el hecho de que esta región es considerablemente más próspera que el resto de España: los separatistas se ganan la simpatía de los electores gracias a su negativa a pagar por los demás. En comparación, los independentistas vascos, que no dudan en emplear la fuerza y el terror, parecen estar mucho más decididos en su lucha contra Madrid. Pero su independencia me parece mucho más lejana que la de sus compatriotas catalanes por el simple hecho de que son mucho más pobres. El asunto es prácticamente igual en Escocia, que de aquí a dos años a organizará un referéndum sobre la independencia. En este caso, también tienen una larga historia, diferencias culturales y los estragos del imperialismo británico, en resumen, todo el arsenal de identidad necesario en el que basar este movimiento de separación. Pero ¿acaso esta sed de independencia sería la misma si no se hubiera encontrado en el mar del Norte yacimientos de petróleo con los que convertir a Escocia en una segunda Noruega, un país que además se obstina en no pertenecer a la UE? Comparativamente, el nacionalismo irlandés es más antiguo e incluso sangriento. Pero la mayoría de los irlandeses del Norte se han pronunciado en varias ocasiones en contra de su independencia.

Una lógica neoliberal destructiva

Los flamencos de Bélgica también exigen su independencia por el empobrecimiento de sus compatriotas valones en los años setenta. Aparte del rey, la cerveza y el fútbol, quizás la única cosa que hace que este simpático y pequeño país aún exista es la ciudad de Bruselas, que las dos entidades no llegan a compartir. Por lo demás, el proceso de desintegración se encuentra muy avanzado y la mayoría de los belgas que conozco se ha hecho a la idea de que su país desaparecerá uno de estos días. En cambio, el nacionalismo corso, mucho más ruidoso, tiene muchas menos posibilidades de triunfar, porque es poco probable que la población de la "isla de la belleza" (donde todos los veranos se incendian casas de "intrusos franceses") renuncie a las generosas subvenciones y ventajas que le ofrece la metrópolis.

¿Cómo es posible que Europa Occidental sucumba a los separatismos y a la desintegración en el este del continente? ¿Acaso hay que buscar la causa en la política irresponsable de los regionalismos preconizada por la UE? La finalidad de esta política era debilitar los Estados nacionales en beneficio de Bruselas. La idea fracasó, porque los Estados se debilitaron, pero Bruselas se debilitó aún más.

En mi opinión, la principal razón de la desintegración de los territorios nacionales es la lógica neoliberal, para la cual el beneficio económico inmediato sigue siendo el criterio único y universal. Y así es como un país, una región o incluso una ciudad se consideran como empresas y actúan de un modo egoísta en el mercado global. El aspecto visible de este proceso es el endurecimiento del discurso de la identidad, que se vuelve más agresivo, incluso de un tono fascista. Unos británicos cada vez más antieuropeos, alemanes que no quieren pagar las locuras de los griegos… El nuevo nacionalismo es defensivo y, más allá de los símbolos, expresa el deseo de un pequeño grupo de ricos de atrincherarse tras los muros de su castillo, abandonando a los demás a su suerte. ¡Bienvenidos a la Edad Media!

Sin duda seguirán corriendo ríos de tinta sobre estos asuntos. Pero no olvidemos las lecciones de la Historia: mientras que Europa regresa al feudalismo, los grandes imperios avanzan viento en popa. Es lo que sucedió con la Sublime Puerta, y sigue sucediendo hoy con China y Estados Unidos.

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