Ideas Premio Nobel de la Paz

Una recompensa demasiado complaciente

Sin duda, la idea europea merece una distinción. Pero en opinión de un periodista argelino-tunecino, el Comité del Nobel no debería haber concedido su premio a la UE actual, que vende armas y es una fábrica de desempleados.

Publicado en 10 diciembre 2012 a las 08:13

En Argelia, una de las reflexiones más recurrentes ha sido recordar el pasado colonial de un buen número de países europeos, empezando por Francia y Gran Bretaña, y preguntarse si la decisión de los sabios de Oslo no debería interpretarse como la oficialización de la salida del Viejo Continente de su purgatorio postcolonial.

Mientras Francia sigue negándose a mirar de frente su pasado argelino y mientras la justicia británica acepta abrir el delicado caso de la represión de los Mau Mau en Kenia, este premio Nobel puede parecer un finiquito concedido por la Europa "sabia y virtuosa", es decir, la del Norte, a la que casi no se le puede reprochar nada en lo relativo a aventuras coloniales.

También nos podemos preguntar a partir de qué momento una entidad se vuelve merecedora de un premio de este tipo o durante cuánto tiempo. Es cierto que Europa ya no lucha con las armas. Pero ¿se nos ha olvidado ya el conflicto de los Balcanes, en el que la Unión Europa fue incapaz de imponer la paz? En muchos sentidos, Estados Unidos, que ejerció toda su influencia para devolver la calma a la región y metió en vereda al régimen serbio de Milosevic, se merece una parte de este premio.

Todo esto sirve para relativizar un poco esta imagen de dulce quietud con la que queremos rodear a la Europa de hoy, en contraposición al resto de mundo, cada vez más globalizado y menos seguro. A menudo se cita con admiración la proeza realizada por los europeos en materia de reconstrucción y de integración regional, a pesar de los siglos de guerra. Hay que reconocer que la Unión Europea sigue siendo un gran logro si tomamos como punto de partida el estado del continente en 1945.

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¿Y los padres de Europa?

Pero entonces, los que se merecen el premio Nobel son los "padres de Europa", es decir, el alemán Konrad Adenauer, el luxemburgués Joseph Bech, el neerlandés Johan Willem Beyen, el italiano Alcide De Gasperi, los franceses Jean Monnet y Robert Schuman y el belga Paul-Henri Spaak.

También podríamos admitir que se recompensara a los que continuaron su obra, es decir, a personalidades como el alemán Walter Hallstein, primer presidente de la Comisión Europea, el italiano Altiero Spinelli, que aportó la inspiración de un proyecto de "tratado sobre la Unión Europea" en 1984, o incluso el francés Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea de 1985 a 1995.

Del mismo modo, habría tenido sentido si se hubiera reconocido (colectivamente) a Helmut Kohl, Helmut Schmidt y Valéry Giscard d’Estaing, como motores de la pareja franco-alemana, ya que todos sabemos que lo que acerque a Alemania y a Francia contribuye a crear una Europa más fuerte.

En cambio, los dirigentes europeos actuales no están en absoluto a la altura del proyecto inicial. Son incapaces de ver más allá de sus fronteras nacionales y transforman poco a poco Europa en un espacio de cambalaches que nadie envidia. La cuestión europea empieza a ilustrar los límites de la apertura y de la mutación de los Estados naciones en conjuntos transfronterizos.

Un último recurso

Por lo tanto, tenemos la impresión de que este premio es una especie de recompensa de último recurso para instar a los europeos a que se despierten, a que no acaben con el programa Erasmus (una de las pocas manifestaciones concretas de la evolución pacífica de Europa dentro de sus fronteras) y finalmente, a que actúen para crear una unión de verdad.

Pero hay que destacar un aspecto más importante. ¿Se puede conceder un premio Nobel de la Paz, a una instancia, la Unión Europea, en la que varios de sus miembros (Francia, Alemania, Italia y Gran Bretaña) se encuentran entre los mayores vendedores de armas al mundo? La paz en el interior, pero las armas para el exterior, o incluso a veces para el interior, como demuestran las ventas alemanas de armamento a una Grecia que sigue aún obnubilada por la amenaza turca, sean cuales sean las circunstancias...

Y hablemos de esa paz interior. Sí, es cierto que ya no se recurre a las armas, pero existe otro conflicto que divide y amenaza con destruir a la Unión Europea. Se trata de la guerra económica que libran sus miembros. Veamos el caso de Alemania. Es un país cuyo excedente comercial no deja de inflarse, aunque se consiga en detrimento de sus socios europeos y a menudo en mercados europeos. ¿Qué podemos pensar también de esos países que reducen sus impuestos para favorecer las deslocalizaciones en su territorio?

Mención "pendiente de confirmación"

Los muertos de las terribles guerras napoleónicas y los de los dos conflictos mundiales pertenecen a la historia. Pero actualmente, los que sufren la tormenta de la desgracia son los desempleados. ¿Merece la UE un premio Nobel de la Paz cuando deja que en su territorio se produzca esta violencia social? La pregunta merece ser planteada y algún día habrá que hacer balance de la opción liberal que poco a poco ha impuesto Bruselas.

No obstante, a pesar de esta larga lista de objeciones ante la concesión del premio, cabe señalar un importante aspecto positivo. Europa abolió la pena de muerte e intenta hacer comprender a sus socios la importancia de esta acción. Es uno de sus grandes méritos y aporta algunos argumentos a los que califican su premio Nobel de incitación a la ejemplaridad.

Hoy, a pesar de todos sus defectos, Europa es la región del mundo que más defiende el "derecho a los derechos", es decir, esa exigencia fundamental que hace posible la democracia. Y como los propios europeos ponen en peligro este "derecho a los derechos" (derecho al trabajo y a la sanidad para todos, etc.), habría sido necesario conceder esta distinción con la mención "pendiente de confirmación", a modo de gran reserva.

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