El impuesto europeo: un voto piadoso

La propuesta de la Comisión de instituir un impuesto europeo para financiar el presupuesto de la Unión tiene todo lo que debe tener para complacer a los países contribuyentes netos. Sin embargo, De Volkskrant estima que se enfrenta a la hostilidad de los Estados miembros con respecto a las transferencias de competencias en un ámbito tan delicado como este.

Publicado en 11 agosto 2010 a las 14:59

¿Estamos preparados los europeos para pagar un impuesto directo a Bruselas, tan solo diez años después de la introducción de la moneda única? El Comisario europeo del Presupuesto, Janusz Lewandowki, opina que es hora de dar este nuevo paso en el camino hacia un Estado federal europeo y ha querido tantear el terreno con respecto a este tema a través del Financial Times Deutschland, pero su propuesta no tiene posibilidad alguna de llegar a buen puerto.

Con todo, el cebo que ha utilizado Lewandowski para que los Estados miembros de la UE elijan de qué lado se ponen no deja de ser apetitoso: a cambio de una tasa sobre las transacciones financieras o los vuelos comerciales, se reduciría la contribución de los países de la UE a Bruselas. Para países como Alemania o los Países Bajos, es una idea condenada a despertar mucho interés. Desde hace años, el hecho de que sean contribuyentes netos es una causa permanente de tensión. A ella se añade el rigor presupuestario al que están sometidos por el pacto de estabilidad. Una menor contribución monetaria a la UE les convendría sobremanera.

Estrategia de supervivencia

Pero las desventajas son claramente superiores. Para los Estados miembros, un impuesto directo cobrado por Bruselas iría en detrimento de sus propias competencias en materia tributaria: la presión fiscal sobre los ciudadanos tiene límites, sencillamente, a pesar de que sean imprecisos. Además, la recaudación de impuestos es una prerrogativa de los gobiernos nacionales que estos guardan muy celosamente. “Si le das un dedo a Bruselas, te querrá llevar el brazo”, estarán seguramente diciendo ya en el Reino Unido, donde se inculca el miedo al super-Estado europeo desde la más tierna infancia. Otros países europeos se han acercado a los británicos en este sentido. En los Países Bajos y Francia, el rechazo a la Constitución Europea de 2005 ha cambiado la forma de concebir Europa. Las propuestas del Comisario Lewandowski hacen caso completamente omiso a este euroescepticismo renovado.

Sin embargo, estas propuestas no son tan fruto de la burbuja burocrática en la que vive Bruselas como tienen tendencia a creer los euroescépticos, sino más bien de una estrategia de supervivencia: la Comisión está haciendo previsiones para las negociaciones presupuestarias correspondientes al período 2014-2021, que podrían ser aún más difíciles que de costumbre a causa de los problemas financieros de los países miembros. Por eso una fuente alternativa de ingresos podría ser una solución. Si no es más que esto, va a chocar con la resistencia que ha crecido entre los Estados miembros contra “más Europa”.

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El punto de vista de Alemania

Hacia un presupuesto de la UE más transparente

La idea de un impuesto más no va precisamente a alegrar al contribuyente, señala el Süddeutsche Zeitung. “El impuesto europeo no va a representar un cobro adicional”, añade el diario recordando que en 2010 cada alemán aporta indirectamente unos 260 euros al presupuesto de la Unión. En cambio, podría desencadenar la tan esperada reforma de este último, que cada año da lugar a “chanchullos entre los Estados miembros”. “Si los ciudadanos pagasen directamente a Europa, tal vez prestarían más atención a dónde va a parar su dinero. Y se preguntarían por qué en pleno siglo XXI la mayor parte del presupuesto de la UE sigue estando dedicado al sector que dominó la economía durante el siglo XVIII: la agricultura”.

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