Nigel Farage, presidente del UKIP, se dirige a sus seguidores en Londres en 2011.

UKIP, el partido que pone nerviosos a los conservadores

Este movimiento, con un marcado carácter euroescéptico y calificado por el primer ministro británico David Cameron de "grupo de chiflados, disparatados y racistas encubiertos", se está convirtiendo en una fuerza política dominante. Su fórmula: atraer a los seguidores más euroescépticos de los conservadores y e influir de esta manera en la política del Gobierno.

Publicado en 11 diciembre 2012 a las 12:43
Nigel Farage, presidente del UKIP, se dirige a sus seguidores en Londres en 2011.

La noticia política más destacada de este invierno puede que no se centre en los conservadores, ni en los laboristas, ni en los liberal-demócratas, sino en una organización que hasta hace poco había sido relegada sistemáticamente al margen, había sido objeto de burlas y tachada de grupo de excéntricos.

El Partido por la Independencia del Reino Unido normalmente obtenía el 6 o el 7 por ciento de votos según las encuestas, a veces ha llegado incluso al 11 por ciento, pero realmente entró a formar parte de la corriente dominante cuando se acercaron las elecciones extraordinarias de Rotherham a mediados de noviembre. Las posibilidades de éxito del partido aumentaron con un caso muy sonado: el Ayuntamiento decidió retirar a unos padres de acogida el cuidado de tres niños, cuando se descubrió que la pareja estaba afiliada al Ukip. Los niños eran inmigrantes de la Europa continental y la directora de los servicios sociales de Rotherham alegó que tenía que velar por sus "necesidades culturales y étnicas", teniendo en cuenta el contexto de las políticas del Ukip sobre el multiculturalismo.

Hace poco, el diputado y vicepresidente del partido conservador Michael Fabricant publicó un informe titulado "El pacto", en el que plantea un acuerdo electoral entre los conservadores y el Ukip, basándose en un referéndum sobre la pertenencia de Gran Bretaña a la UE y en el que además ofrece un lugar en un futuro Gobierno conservador a Nigel Farage, líder del Ukip.

Como era de esperar, la dirección del partido conservador descartó su sugerencia, pero el planteamiento subyacente era evidente: el ascenso del Ukip está poniendo de los nervios a los conservadores. Y con razón.

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Un Estado reducido con recorte de gastos

El Ukip ya cuenta con 12 miembros en el Parlamento Europeo y con otros tres miembros del partido en la Cámara de los Lores que antes fueron conservadores. El partido ahora cuenta con 158 personas que ocupan puestos en Ayuntamientos, aunque la gran mayoría se concentran en distritos y en ciudades. Pero el número va aumentado progresivamente porque a sus filas se suman cada vez más conservadores rebeldes.

Califican a su partido de "libertario, no racista y que lucha por la retirada de Gran Bretaña de la UE". Sus ideas se basan en el principio de que incluso los conservadores (léase detenidamente) "ahora son social-demócratas" y que los principales partidos "no ofrecen a los votantes una opción real".

Además de la retirada de Europa, las otras posiciones y políticas notables del Ukip parecen ideadas a propósito para acabar con lo que queda de la agenda de "modernización" metropolitana que Cameron y sus seguidores aportaron a la política conservadora moderna. Entre ellas destaca la creencia de que el cambio climático es un asunto cuestionable, que "la energía eólica es inútil" y la opinión de que deberían realizarse "recortes reales y severos en la ayuda al exterior" (que al parecer "se sustituiría por el libre comercio"). Si tuviera la posibilidad, el Ukip además congelaría "la inmigración permanente" durante cinco años.

El partido se inclinaría hacia el recorte de gastos y a un Estado reducido, aunque se aferra a las armas nucleares de Gran Bretaña y "haría del aumento del gasto en defensa una prioridad clara". Se opone al matrimonio homosexual (aunque no le parecen mal las uniones civiles), y aboga por el fin de la prohibición de fumar en "salas reservadas en bares, clubes y hoteles". Los radicales del partido también creen en la aplicación de un porcentaje único del impuesto de la renta, una idea que ha tenido una gran acogida en Serbia, Ucrania, Eslovaquia, Georgia y Rumanía.

En 2006, para el disgusto del Ukip, Cameron les tachó de "grupo de chiflados, disparatados y racistas encubiertos". En algunas ocasiones, han salido a la luz informes sobre miembros del Ukip vinculados a la extrema derecha. En el Parlamento Europeo, sus eurodiputados son parte de una agrupación llamada Europa de la Libertad y la Democracia, que además incluye a la Liga Norte italiana, al partido lituano Orden y Justicia y a una organización griega llamada Concentración Popular Ortodoxa.

Las razones del éxito

¿Por qué ha aumentado de repente el apoyo al partido? Según John Curtice, renombrado sociólogo y profesor de política en la Universidad de Strathclyde, la respuesta inevitablemente está vinculada a dos instituciones que han vivido un nefasto 2012: la Unión Europea y el Partido Conservador británico. "La respuesta sencilla es que los británicos se están volviendo mucho más euroescépticos", afirma. "Pero tampoco está claro que sean más euroescépticos que a finales de los setenta y principios de los ochenta. El otro argumento es que hay muchas personas que normalmente apoyan al Partido Conservador, pero que no se fían de que Cameron controle la situación. Ya no confían en la competencia de los conservadores. Entonces, si una persona se encuentra en esa situación y es habitualmente votante de centro-derecha, ¿qué hará?".

En 1991, un historiador y académico de la London School of Economics llamado Alan Sked formó la Liga Antifederalista, un grupo que se oponía al Tratado de Maastricht, el acuerdo que establecía formalmente lo que ahora conocemos como Unión Europea. Dos años más tarde, se convirtió en el Partido por la Independencia de Reino Unido.

En 1999, el Ukip logró sus tres primeros eurodiputados. Cinco años más tarde, vivió su primer hito, cuando obtuvo 12. Nigel Farage, corredor de bolsa y antiguo conservador, se convirtió en el líder del Ukip en septiembre de 2006, aunque dimitió tres años después. En noviembre de 2010, volvió a convertirse en líder del Ukip y ahora es una figura destacada de la cultura.

Paul Nuttall, de 35 años y natural de Liverpool, fue académico y eurodiputado de la región el noroeste y ahora es el número dos de partido. Explica el aparente aumento del partido porque "han demostrado tener razón en todo lo relativo a la Unión Europea" y en las continuas advertencias del partido sobre "la inmigración masiva y descontrolada".

En las elecciones europeas de 2014, me recuerda, el objetivo del partido es ser ganador. En las elecciones generales del año que viene, quieren ni más ni menos que se produzca "un terremoto político", aunque no está muy claro qué quieren decir con ello. Entonces me pregunto, ¿por qué no tragar saliva y seguir adelante con el programa de Fabricant? Después de todo, un acuerdo con los conservadores les garantizaría al menos un lugar en el Gobierno y se supone que unos cuantos diputados. "El mayor obstáculo en estos momentos es el propio primer ministro", afirma Nuttall. "No se puede confiar en él en lo que respecta a la Unión Europea".

Visto por The Economist

¡Adiós, Europa!

Más que estrellarse con su cazabombarderos con los colores de la UE, Britania, la encarnación de Gran Bretaña, prefiere auto-eyectarse. Así representa The Economist una corriente que gana adeptos en Reino Unido, según la cual sería mejor abandonar la Unión Europea. A la velocidad a la que las cosas están evolucionando, “un referéndum sobre la salida o la permanencia de Gran Bretaña en la UE parece ahora una cuestión de tiempo”, escribe el semanario. Según The Economist, en todo caso

la salida del Reino Unido sería una tragedia doble. Los británicos sufrirían más de lo que se imaginan: fuera del mercado único, Londres vería cómo los fabricantes de automóviles que están instalados en Gran Bretaña abandonan el país, así como gran parte de los servicios financieros. El Reino Unido debería renegociar decenas de acuerdos comerciales bilaterales, partiendo de una posición mucho menos favorable que si perteneciese a la Unión Europea. Y tendría mucho menos peso a escala internacional.

Pero todavía es posible evitar que se produzca “este desastre al ralentí”, señala The Economist, volviendo a aprender el arte de la negociación y haciendo pedagogía. En el fondo, “por humillante y difícil que pueda llegar a ser, el mejor camino consiste en seguir a Europa muy de cerca y tratar de que se decante hacia el Reino Unido”, concluye.

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