Un agente de aduanas rumano en el puesto de Sculeni, en la frontera con Moldavia.

La UE se amplía a hurtadillas

Moldavos, macedonios, serbios, ucranianos o turcos: gracias a la política de visados de algunos países fronterizos de la Unión, ahora pueden obtener un pasaporte europeo. Y esto no ha hecho más que empezar.

Publicado en 16 agosto 2010 a las 15:03
Un agente de aduanas rumano en el puesto de Sculeni, en la frontera con Moldavia.

La Unión Europea, sometida a una presión migratoria que no se desmiente y a opiniones públicas obsesionadas con el síndrome de la invasión, bien podría haberse ahorrado las iniciativas de tres de sus nuevos miembros. Hungría, Rumanía y Bulgaria, a quienes Bruselas delegó la seguridad de las fronteras orientales de la UE, han transgredido un tanto su misión al decidir abrir las puertas de la fortaleza europea. Cinco millones de moldavos, macedonios, serbios, ucranianos y turcos tienen o tendrán la posibilidad de obtener un pasaporte europeo en toda regla. La historia y sus injusticias les permiten ahora tomar atajos. Se trata de un regalo inesperado del que los dirigentes húngaros, rumanos y búlgaros esperan en secreto obtener dividendos políticos, aunque corran el riesgo de enojar a las capitales de la vieja Europa.

El texto aprobado el pasado 26 de mayo por el Parlamento húngaro, impulsado por el primer ministro de derecha Viktor Orban, con el apoyo de la extrema derecha, suena a revancha. O a provocación. Hungría nunca ha llegado a recuperarse del trauma que le creó el Tratado de Trianon. Firmado el 4 de junio de 1920, este tratado amputó dos tercios de su territorio y la mitad de su población.

La ley sobre la doble nacionalidad incumbe a 3,5 millones de personas y entrará en vigor el próximo enero. Con ella, podrán beneficiarse del paraíso europeo unos 300.000 serbios de origen húngaro establecidos en la provincia autónoma de Voivodina y unos 150.000 ucranianos que pertenecen a la minoría húngara. Además, contribuye a sembrar cizaña entre otros dos países miembros de la UE: 1,4 millones de magiares viven en Rumanía y 520.000 húngaros en Eslovaquia (es decir, el 10 % de la población). A las autoridades eslovacas la iniciativa no les ha hecho ninguna gracia. Como represalia, el Parlamento de Bratislava ha aprobado una ley que estipula que aquella persona que opte por la nacionalidad húngara perderá de inmediato la nacionalidad eslovaca.

Vínculos de sangre

Las autoridades rumanas, más prudentes, no quieren avivar el fuego de la discordia. En primer lugar, porque una parte de la minoría húngara de Transilvania sueña a veces en voz alta con la autonomía para la "tierra de los sicules". Y por otro lado, Bucarest no se atrevería a criticar a Hungría, pues acaba de hacer lo mismo que ella.

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En abril de 2009, Traian Basescu decidió conceder la ciudadanía rumana a los moldavos que así lo desearan y pudieran probar su ascendencia. "Tenemos la obligación de mantener los vínculos de sangre", declaró el presidente rumano para justificar su decisión. Moldavia tiene una historia complicada. La creó Stalin a partir de un territorio que pertenecía a la ex Unión Soviética y de Besarabia, que fue provincia rumana de 1918 a 1940 y luego de 1941 a 1944. Dos tercios de los moldavos son rumanófonos y un tercio rusófono. Moldavia, con alrededor de cuatro millones de habitantes, es un pequeño país carente de recursos y muy pobre. Un tercio de su población activa se ha visto obligado a emigrar para encontrar empleo, en la mayoría de los casos de forma ilegal.

Por ello, este pasaporte directo a la UE podría tener un efecto fatídico y llegar a desintegrar este frágil Estado, presa de una crisis de identidad que desde hace tiempo ponía en duda su viabilidad. Unos 120.000 moldavos ya poseen un pasaporte rumano, otros 800.000 ya lo ha solicitado y todo hace pensar que este número podría ir en aumento. Además, Bucarest ha abierto, a costa de la UE, dos nuevos consulados en las ciudades de Balti y Cahul.

Refugiados búlgaros en Turquía

Al igual que Hungría, Bulgaria ha facilitado los procedimientos de obtención de la nacionalidad búlgara a unos 2,5 millones de búlgaros de pura cepa que viven en el extranjero y que se encuentran dispersados por Ucrania, Moldavia, Albania, Grecia y sobre todo por Macedonia y Turquía. Alrededor de 1,4 millones de macedonios, cifra equivalente a tres cuartos de la población, podrían beneficiarse de un pasaporte europeo. Para algunos historiadores, Macedonia constituye uno de los mercados de la nación búlgara. Además, el idioma macedonio no sería más que un dialecto búlgaro.

A Sofía le preocupan también los pomaks, los búlgaros islamizados en la época de la ocupación otomana. Esta minoría, integrada por unas 900.000 personas, antes de la caída del comunismo fue víctima de una política de asimilación forzada que culminó a finales de los años ochenta. Alrededor de 350.000 pomaks se refugiaron en Turquía y por lo tanto ahora no tendrán que esperar a la posible adhesión de Ankara para obtener un pasaporte europeo.

América Latina

Las "fábricas de españoles" funcionan a todo gas

Convertirse en español es sencillo, explica Le Figaro: en 2010 se aprobaron en España cerca de 120.000 solicitudes de nacionalidad. El 95% corresponden a sudamericanos, sobre todo cubanos y argentinos. Esta situación se explica por una disposición de la "ley sobre la memoria histórica", aprobada a finales de 2007, con la que los descendientes de españoles exiliados durante la Guerra Civil o el régimen franquista pueden reclamar la nacionalidad. El gobierno, desbordado ante el éxito de la ley, ha ampliado un año el plazo legal para presentar la solicitud del preciado pasaporte ante los consulados, hasta diciembre de 2011. Hasta entonces, el número de nuevos españoles podría alcanzar los 500.000.

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