La Ucrania de hoy es un ejemplo clásico sobre el tema “La fragilidad de la democracia, o cómo se nos empuja de nuevo hacia la dictadura”. El hombre que interiorizó profundamente “la ofensa de 2004” [en las elecciones presidenciales, fue derrotado por Víctor Yúshenko] saborea la venganza. Víktor Yanukóvich es el primer “presidente minoritario” de nuestra historia: en la segunda vuelta de las elecciones [del pasado febrero] obtuvo menos del 49% de los votos. Por eso pareció que estaría aún menos en condiciones de imponerse que su predecesor. Pero fuimos los únicos en creerlo, ingenuos nosotros que creíamos que la Constitución de un país era inviolable.
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Política
¿Hacia una 'segunda Rusia'?
“¿Es ya Ucrania una democracia?”, se pregunta en euobserver.com el jefe de la People First Foundation, Viktor Tkachuk: “un poder absoluto dotado de múltiples fuentes financieras quizá ilimitadas se encuentra actualmente en las manos del presidente y su entorno. Ucrania se ha convertido en una oligarquía clásica, con una oposición que se limita a hacer una retórica hueca”. “Los ideales de la Revolución Naranja han sido traicionados”, afirma este portal europeo de información, que señala que “los contrapesos del poder previstos por la Constitución para una democracia que funcione, con un gobierno y una oposición, han sido debilitados por el nuevo Ejecutivo, y los diputados venden abiertamente sus votos al mejor postor. Los últimos vestigios de una política basada en elecciones democráticas y en partidos están a punto de desaparecer y ser reemplazados por un Estado dirigido por un partido único, que no servirá al pueblo sino a una élite autoproclamada que no piensa más que en el dinero”. En otras palabras, “Ucrania adopta pura y simplemente el modelo ruso”.