Lille, norte de Francia, 20 de agosto de 2010. Durante la evacuación de un campamento de gitanos.

La hipocresía sin límite de París y Bruselas

En opinión del editorialista búlgaro Svetoslav Terziev, la repatriación “humanitaria” a Rumania y Bulgaria de varios centenares de gitanos, principalmente desde Francia, es una decisión cínica y demagógica. Por encima de todo, no resuelve el problema de su integración.

Publicado en 26 agosto 2010 a las 15:18
Lille, norte de Francia, 20 de agosto de 2010. Durante la evacuación de un campamento de gitanos.

Dentro de tres meses, Francia ha prometido desmantelar la mitad de los campamentos ilegales de gitanos en su territorio y repatriar a sus habitantes a Rumania y Bulgaria. Por solidaridad entre países francófonos [Rumania y Bulgaria pertenecen a la Organización Internacional de la Francofonía], Bucarest y Sofía se han comprometido a acoger a los gitanos expulsados de Francia e incluso a enviar policías locales para ayudar a sus colegas franceses. La Comisión Europea ha dado luz verde a París para llevar a cabo esta operación, en la que no ha visto nada objetable.

En resumen, todo está a punto para que tenga lugar en Europa la primera y más masiva deportación oficial de gitanos desde la Segunda Guerra Mundial. En efecto, se trata de miles de personas. ¿Y cuál va a ser el resultado? Los gitanos rumanos y búlgaros volverán a casa y, tras pasar algún tiempo en compañía de sus familiares, se pondrán otra vez al volante en dirección hacia Francia. ¿Por qué? Porque ya conocen el camino y porque están seguros de encontrar mejores condiciones de vida que en los dos países más pobres de la Unión Europea.

Los gitanos son nómadas por naturaleza y tienen problemas para adaptarse a nuestro estilo de vida. Muy pocos de ellos se han habituado a una vida sedentaria. Los demás prosiguen el viaje iniciado hace más de cinco siglos por sus antepasados indios. Un viaje que visiblemente no ha llegado aún a su fin. Su concentración en los Balcanes se debe a dos razones: en primer lugar a los otomanos, que les abrieron camino hasta allí, y en segundo lugar al comunismo, que contuvo su emigración hacia el oeste del continente al erigir el Telón de Acero. Los países occidentales, en especial Francia, han contribuido también a ello a través de una persecución constante de los gitanos que se remonta al siglo XVII, una persecución que llegó a su apogeo durante el nazismo.

Una solución policial que no resuelve nada

Las insinuaciones que acusan a Bulgaria y Rumania de practicar la segregación y empujar así a los gitanos a irse resultan indignas, pues históricamente hablando estos dos Estados han sido más bien su refugio frente a la hostilidad general del resto de Europa. Tampoco se puede acusar a Bulgaria y Rumania de ser pobres expresamente para poder desembarazarse de su población gitana. Europa no encontrará la solución a este problema en la hipocresía. Ondeando la bandera de los derechos humanos, Europa acusa hoy a Bucarest y a Sofía de no hacer esfuerzos suficientes para integrar a los gitanos. Al mismo tiempo, las autoridades italianas y francesas afirman que no están expulsando a los gitanos de su territorio por intolerancia, sino únicamente porque no desean extranjeros que violen sus leyes.

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Visiblemente, lo que se busca es una solución policial al problema que constituyen los gitanos mediante su expulsión a países-gueto, pero estos no tienen derecho ni medios para retenerlos. El protocolo nº 4 de la Convención Europea de los Derechos Humanos y las convenciones europeas sobre la libertad de circulación estipulan claramente que todos los ciudadanos de la UE tienen derecho a abandonar su país y viajar libremente por el territorio europeo. Ciertamente, Bulgaria y Rumania podrían retener a los gitanos, pero para ello haría falta que ambos países reinstauraran las leyes de la época comunista, que preveían, entre otras cosas, la necesidad de “visados de salida” para todo ciudadano que quisiera abandonar el territorio nacional.

Por otro lado, Francia conoce perfectamente la solución a este problema: se trata del estatuto de “población itinerante”, una solución que aplica a nivel nacional. ¿Tendrá el valor de proponerla a nivel europeo? En efecto, París obliga a todos los municipios de más de 5.000 habitantes a destinar terrenos, provistos de agua corriente y electricidad, para acoger a la población itinerante. De este modo, el nomadismo se vuelve más civilizado y se aproxima a la categoría del camping. En lugar de invertir en la creación de guetos modernos en Rumania y Bulgaria, lo que debería hacer la Unión Europea es acondicionar espacios por toda Europa para los gitanos que prefieran vivir perpetuando la tradición del viaje. Pues los gitanos son europeos desde hace siglos y no hay manera de hacer que vuelvan a Asia.

Cómic

Viaje al corazón del alma gitana

El éxito planetario de Persépolis, de Marjane Satrapi, pone de manifiesto que el cómic —novela gráfica— puede llegar a ser un mediador extraordinario entre distintas culturas. O přibjehi, cómic checo de reciente publicación a modo de trilogía por el editor Ašta šmé , tiene la misma ambición, afirma Lidové Noviny. Sus autores, la especialista en cultura gitana Máša Bořkovcová, la antropóloga Markéta Hajská y el ilustrador Vojtěch Mašek —autor del cómic— han recopilado los relatos de tres gitanos rumanos, dos checos y una eslovaca. Ferko es el mayor de los tres protagonistas. Es un hombre jovial. Le encantan las aventuras del barón de Münchhausen. La historia de Keva está marcada por sus recuerdos de infancia y sus estancias en diversas instituciones educativas, una imagen que la sociedad, por lo general, prefiere obviar. Albína tiene 45 años. Se vio obligada a seguir a su marido hasta el pueblo gitano de Hermovce y tuvo siete niños antes de enamorarse de Karel, un voluntario que llegó al pueblo para prestar auxilio en las inundaciones de 1998. Lejos de presentar una visión idílica y políticamente correcta de los gitanos y de su estilo de vida, O přibjehi habla de violencia, de desgaste, e incluso, del tráfico de drogas; elementos aún presentes en esta comunidad.

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