El primer ministro británico, David Cameron, se apoya en el ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, y en líder de los liberal-demócratas, Nick Clegg.

Que hablen los proeuropeos

Reino Unido corre el riesgo de que los políticos y los magnates de los medios de comunicación eurófobos saquen al país de la UE. Los que estén a favor de Europa deben dejar a un lado sus miedos e iniciar un debate objetivo en el que defiendan la pertenencia de Reino Unido a la UE, escribe un editorialista en The Guardian.

Publicado en 14 enero 2013 a las 12:24
El primer ministro británico, David Cameron, se apoya en el ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, y en líder de los liberal-demócratas, Nick Clegg.

En teoría, una de las funciones de los políticos es iniciar, informar y dirigir un debate nacional sobre las cuestiones de actualidad. Para Gran Bretaña, una de esas cuestiones es sin duda el futuro de la Unión Europea y el lugar que ocupa en ella el país. Pero nuestros políticos, y quizás también nuestros medios de comunicación, están fracasando en esa tarea.

Por una variedad de motivos, en los que se entrelaza la historia, la geografía, la cultura y el idioma y que incluyen restos de un autoengaño postcolonial sobre la superioridad británica y la inferioridad continental, muchos británicos forman parte de Europa con poco entusiasmo y a regañadientes. En parte por este motivo, a muchos políticos de todos los partidos les resulta más sencillo repetir o apaciguar las opiniones de algunos periódicos de derecha, muchos de cuyos propietarios no pagan impuestos en este país y consideran que "Europa" es sinónimo de normativas que amenazan sus intereses como propietarios y ricos. Gran parte de la opinión pública instintivamente se muestra más precavida y más pragmática, en particular porque no confía en la prensa, pero también porque los políticos no le ofrecen muchas pautas.

Con los años, el resultado ha sido el aumento de un populismo antieuropeo en muchas ocasiones banal en la derecha y en parte de la izquierda. Esto ahora ha generado una especie de hegemonía euroescéptica en el debate público británico. En el Partido Conservador, el escepticismo con respecto a Europa se está convirtiendo en un temerario menosprecio en toda regla, que alimenta las reivindicaciones para salir de la UE y aumenta la popularidad del Ukip. Esta situación pone de los nervios a los políticos sensatos de todos los partidos. El resultado, dada la credibilidad de los problemas realmente graves de la eurozona, es que la sociedad civil, especialmente en Inglaterra (no tanto en Escocia), fracasa de forma colectiva y estrepitosa a la hora de pensar en su relación con Europa con algo que se aproxime al realismo o a la objetividad.

Ausencia de sensatez en el debate político

El discurso planeado de David Cameron sobre Gran Bretaña y la UE debería haber servido de llamada de atención para los políticos más precavidos y más proeuropeos. Quizás lo sea con el tiempo. Si es así, será para bien. Pero de momento no parece que sea el caso. Es cierto que Ed Miliband pronunció un valioso discurso a finales del año pasado ante la Confederación de la Industria Británica (CBI). También es cierto que Nick Clegg y casi todos los liberaldemócratas siguen defendiendo el compromiso con la UE. Pero el Partido Laborista se muestra receloso ante la cuestión europea y los liberaldemócratas se esfuerzan por otros motivos para obtener apoyos sobre cualquier aspecto. Esta situación deja demasiado terreno en manos de los euroescépticos conservadores, cada vez más audaces. Esto tiene que cambiar y pronto. La negligencia proeuropea no debe permitir que Cameron hable por Gran Bretaña sin ninguna oposición.

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Ante la ausencia de un debate político más sensato sobre los costes y beneficios del compromiso del Reino Unido con Europa, al menos se han expuesto otros intereses. Hemos escuchado importantes intervenciones en el país y en el extranjero. El primer ministro irlandés dijo que sería desastroso que Gran Bretaña saliera de la UE. El ministro finlandés de Exteriores, al igual que sus homólogos polaco y holandés antes que él, lamentó la dirección que estaba emprendiendo el debate británico "incivilizado" sobre la UE. La Administración de Obama advirtió que Gran Bretaña se está encerrando en sí misma y señaló que Washington quería que Reino Unido siguiera formando parte de la UE. Un alto cargo de la CDU de Angela Merkel afirmó que Gran Bretaña no debería intentar chantajear al resto de Europa con el bloqueo en los cambios de los tratados generados por la crisis de la eurozona. Y quizás la intervención más influyente de todas fue la de un grupo de líderes empresariales británicos que dijeron a Cameron que no pusiera en riesgo la pertenencia de Reino Unido en la UE.

Todas estas mediaciones son útiles y se agradecen. Pero los observadores y los líderes del mundo empresarial en el extranjero están planteando argumentos que también deberían estar exponiendo los políticos y los comentaristas británicos, incluidos los políticos y comentaristas serios del Partido Conservador. Este país corre el riesgo de que el Partido Conservador y la prensa eurofóbica le saquen en estampida de la UE y abandone su lugar en Europa. Los proeuropeos deberían dejar a un lado sus miedos. Esas voces que llevan en silencio demasiado tiempo deben hacerse escuchar.

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