Una estatuilla de San Precario durante el desfile del Euromayday en Milán, el uno de mayo de 2007.

San Precario, el nuevo patrón de Europa

La austeridad y los embates de los mercados han creado una nueva oleada de “fieles” a su pesar: los precarios. Con la consecuencia de poner en riesgo a la joya de la civilización europea, la seguridad social, según el escritor belga Geert Van Istandael.

Publicado en 15 enero 2013 a las 17:04
Una estatuilla de San Precario durante el desfile del Euromayday en Milán, el uno de mayo de 2007.

¿Conocen la parroquia de San Precario? Incluso sin ayuda serían capaces de encontrarla y el día que así sea, tendrán motivos de sobra para caer en la desesperanza.

En la parroquia de San Precario no tiene cabida la esperanza. La mayoría de sus feligreses trabaja por un salario mísero para garantizar que el alto clero mantenga sus privilegios. Ese alto clero que ha cambiado la teología por la economía.

Las cifras de crecimiento se veneran en la parroquia de San Precario. De hecho, siempre hay excedente de presupuesto. ¿Cómo es posible? Es simple, bajen los salarios. Y sobre todo, prohíban la solidaridad. Acaben con todas las cargas sociales que había que pagar en el pasado a los jubilados egoístas, a los parados vagos y a los enfermos imaginarios. Larga vida a esa minoría privilegiada.

El reino de TINA

¿A qué se parece la iglesia consagrada a San Precario? El edificio tiene únicamente altos muros sin ventanas y también carece de tejado que cobije a los creyentes de la lluvia o el sol. No trate de escalar los muros, se destrozará las uñas. Sobre el altar flotan las letras TINA, lo que en latín moderno se traduce por There Is No Alternative — No queda otra alternativa- [el eslogan político atribuido a Margaret Thatcher en los tiempos en que era primera ministra de Reino Unido].

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Pero no crean que la parroquia de San Precario es fruto de la imaginación desbordante de un poeta melancólico. Existe de verdad. En Milán, en 2004 se produjo la primera procesión que ensalzó la imagen de San Precario. Lo sorprendente fue que el cortejo estaba compuesto únicamente por jóvenes, recién licenciados, nuevos miembros de la sociedad activa, nuevos parados. Jóvenes que imploraban clemencia a los pies de San Precario.

Dejen que les recuerde uno de los significados de precario, o más bien de su raíz latina, "precarius": obtenido a través de la oración y de la súplica. Los designios del señor son insondables. Hoy en día reparte monedas de oro poco comunes en toda Europa. Mañana puede que entregue otras aún más raras a los chinos o a los nigerianos. Eso se llama “globalización”. Y la globalización es el futuro.

Obcecados por el celo religioso

Mi tesis es la siguiente. La crisis económica y financiera que desde hace ya cuatro años sufre Europa se utiliza para destruir los fundamentos de la civilización europea, el Estado de bienestar y la democracia.

¿Pero quién lo hace? La Comisión Europea y el Banco Central Europeo, pero también el Consejo de Ministros y, fuera de Europa, el Fondo Monetario Internacional, aunque se puede percibir que existe una lucha feroz sobre qué orientación adoptar en el seno de esta última institución. Además, en un gran número de Estados miembros de la Unión, los políticos se comportan como misioneros que difunden el mensaje destructor obcecados por su celo religioso.

El número de fieles aumenta. Día a día. En España, en Portugal, en Grecia y en Italia se comprueba cómo el tipo de economía que dejamos crecer ahoga a la juventud.

Pero comienza a verse la luz. En noviembre de 2008, el intelectual político probablemente más importante de Alemania hoy en día, Jürgen Habermas, habló de flagrante injusticia social en Die Zeit.
Si Habermas no fuese un hombre tan comedido, diría que es un profeta. Las élites gobernantes han rechazado unilateralmente su gran pacto tácito con el ciudadano. Y consistía en lo siguiente: la clase dominante puede amasar tantas riquezas como quiera, mientras el ciudadano lambda se gane su pan y se beneficie también de una razonable seguridad social. Este pacto se ha roto.

Según los presidentes del BCE, Mario Draghi, de la Comisión, José Manuel Barroso, y del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, ya se percibe el final del túnel de la crisis. Pero Europa sigue sometida al yugo de los mercados financieros. Aunque Europa se resiste cada vez más, el resultado sigue siendo el mismo. Puede que haya un alivio que dure solamente tres horas, como cuando el BCE concedió a España una ayuda de 100.000 millones de euros. A lo mejor dura un día entero, o incluso una semana.

Los mercados financieros ya no parecen tan feroces desde que Draghi consiguió que el consejo de administración del banco aprobase comprar títulos de deuda de los Estados en dificultad a través del Mecanismo Europeo de Solidaridad (MEDE) para hacer bajar los intereses que pesan sobre las obligaciones de dichos Estados. ¿Quién se sorprende todavía de que los países que necesitan este apoyo se vean obligados a arrastrarse, de que la democracia ceda su puesto a la tecnocracia?

Pero hay otro elemento a tener en cuenta. La decisión del BCE supone la creación de dinero. Resulta casi cómico que Mario Draghi, si llegamos a eso, pondrá en funcionamiento la plancha de imprimir billetes. Y yo que siempre había pensado que ese tipo de cosas eran para gente como Mobutu.

A golpe de látigo

No solamente los populistas, comunistas o fascistas puros y duros han llegado a la conclusión de que hay algo que chirría en la táctica y la estrategia europea. También los ciudadanos pacíficos y trabajadores sienten que su corazón se encoge de angustia, ciudadanos que no desean otra cosa que un modesto lugar en que vivir, tener hijos y un salario que les permita vivir decentemente con su familia. Pero ni siquiera nos conceden eso, tratan de robarnos esa pequeña felicidad, nos encaminan a golpe de látigo hacia la iglesia de San Precario.

Un trabajo pagado a un precio equitativo, una pequeña casa, una familia. Es lo que yo denomino deseos racionales. Pero parece que únicamente tiene derecho a la existencia una racionalidad, la racionalidad económica que impone que la gente busque siempre sacar el máximo beneficio en su provecho.

Que haya paz en el hogar, en el jardín y en la cocina, esa ambición contenida pero mantenida democráticamente sólo ha sido posible gracias a uno de los mayores logros de la civilización europea. Y me refiero al estado de bienestar o, simplemente, a la seguridad social.

Enemigo de la civilización

Debemos calificar sin duda alguna de joya de la corona europea a la seguridad social que Bélgica, Suecia, Francia,
Países Bajos y, hasta hace poco, Alemania han venido construyendo desde el siglo XIX y especialmente durante los años de la posguerra. Tan preciosa como las catedrales francesas, las sinfonías de Beethoven, los cuadros de Vermeer, el Fausto de Goethe o las novelas de Camus. La edificación y la preservación de la seguridad social exigen visión, imaginación, conocimientos técnicos, ingenio, racionalidad; precisamente las misma facultades que Beethoven necesitaba para componer sus sinfonías.

Si como dice Draghi en el Wall Street Journal el modelo social de Europa ya ha desaparecido y el tradicional contrato social del continente se ha visto superado, la cabeza visible del BCE se autodenomina a sí mismo como enemigo de la civilización europea. Draghi pertenece al alto clero de la parroquia de San Precario.

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