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La parálisis de la Unión

Una UE sin visión de futuro, replegada sobre sí misma, dividida, sorda y ciega ante el mundo en el que vive: así es el rostro de Europa al día siguiente del acuerdo presupuestario que negociaron los Veintisiete el 8 de febrero.

Publicado en 11 febrero 2013 a las 16:15

El proyecto de presupuesto europeo que acaba de acordarse es, por qué no decirlo, indigente. Este texto ratifica la ausencia de ambición y de visión económica entre los Veintisiete, mientras competimos de frente con países-continente como Estados Unidos, China o India.

Estos países aplican estrategias cuyo objetivo es alcanzar la excelencia en ciertos ámbitos y en promocionar a sus potencias más destacadas, apoyándose en la gran base de retaguardia de su mercado interior para conquistar el mundo. El proyecto de presupuesto europeo hace exactamente lo contrario: acaba con los proyectos de futuro que podrían servir de punto de apoyo para una estrategia industrial europea. Tan sólo representan una fracción de las ayudas directas a la agricultura y apenas algo más de una décima parte del presupuesto total.

En cambio, volvemos a adoptar casi las mismas políticas del pasado, sin preguntarnos por su idoneidad. Así, seguiremos dedicando más de un tercio del presupuesto de los siete próximos años a las ayudas regionales de las que se benefician los países de Europa del Este y del Sur.

Pero ¿necesita realmente Grecia más dinero para construir carreteras y rotondas? Las tensiones dentro de la eurozona han demostrado el fracaso de estas políticas de subvenciones mientras no se impongan condiciones de progresos verificables y verificados en materia de gobierno, de transparencia y de competencia.

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Sabotear el interés general europeo

La crisis, la transformación acelerada del planeta económico y la extraordinaria evolución de las relaciones de poder mundiales tendrían que haber instado a Europa a dar un salto y a actuar como una unión ante una América que se recupera, una unión ante una China conquistadora, una unión en un mundo en el que existe una mayor movilidad de capital y de talentos.

Precisamente la crisis y los enormes retos de los años treinta fueron los que forjaron el Estado federal estadounidense e hicieron aumentar su presupuesto de un 3,4 % del PIB en 1930 al 10 % al final del decenio. En los anales de la historia quedará registrado que Europa en la crisis hizo lo contrario, ya que ha reducido su presupuesto hasta el 1 % del PIB. Unos desafíos inmensos y una ambición nula…

Hay que sacar conclusiones políticas de este desastre. Un país tomó como rehén la discusión presupuestaria: Reino Unido, que no está seguro de seguir perteneciendo a la Unión en el futuro. David Cameron llegó para sabotear el interés general europeo y lo consiguió. Así constará en las actas. Pero, en este caso, lleguemos hasta el final en este asunto: puesto que el club de los Veintisiete está condenado a la impotencia, las reflexiones estratégicas deben tener lugar en el ámbito de la eurozona.

Aunque para ello sea necesario reparar las relaciones con Alemania. Porque es la otra lección que podemos aprender del drama bruselense: el eje París-Berlín ya no funciona. Por ello, debemos plantearnos de una vez la pregunta clave: desde el punto de vista de Pekín o de Washington, ¿la parálisis de Europa es realmente una mala noticia?

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