Los católicos querrían creer...

Lombardía, la región más poblada y rica del país, será decisiva para determinar cuál será el ganador de las elecciones legislativas del 24 y 25 de febrero. Pero el electorado católico, decisivo para el resultado de la votación, está más indeciso que nunca, escarmentado por la falta de ética de la clase política.

Publicado en 22 febrero 2013 a las 16:06

Como todos los domingos, filas de sillas de plástico se colocan junto a los viejos bancos de madera. La iglesia barroca, un tanto decrépita, de Santa Eufemia está llena a rebosar. Es una parroquia milanesa como tantas otras cerca de Porta Romana, un barrio ahora aburguesado y bohemio de la capital lombarda. Loden y visones combinan con cazadoras y chándales. Familias, algunas personas mayores y muchos jóvenes. Alrededor del 20% de los italianos acude, de media, una vez a la semana a misa, pero los practicantes son más numerosos aún en la diócesis de Milán, la más importante del país.

A la salida de la celebración, pequeños grupos comentan las próximas elecciones. “A todos nos han asqueado las extravagancias de Berlusconi pero, más que la cuestión moral, están todas las reformas que prometió y que no ha llevado a cabo en ocho años”, se indigna Matteo, un profesor de primaria en una iglesia católica. “Cada uno debe preguntarse, en conciencia, cuáles son los asuntos más importantes de hoy en día y qué partido les da una mejor solución. Pero la respuesta nunca ha sido menos evidente”, recalca Riccardo, licenciado de carrera de letras buscando empleo. Como decenas de miles de jóvenes católicos de la capital lombarda, colabora con un “voluntariado”, cuida de los enfermos de un hospital psiquiátrico y da cursos de apoyo escolar.

Progresistas contra Comunión y Liberación

En la otra punta de la ciudad, junto a Sesto San Giovanni, la periferia industrial en crisis, en su tiempo conocida como la «Estalingrado italiana» por su masivo voto comunista, se erige la Fundación de la Casa de la Caridad, instalada en una antigua escuela de primaria. Este edificio acoge a inmigrantes desamparados, personas en paro sin recursos y, como efecto directo de la crisis, a algunos pequeños empresarios que quebraron. “La sociedad civil es viva y creativa, pero todavía no ha conseguido encontrar su representación política”, suspira Don Virginio Colmegna, una figura prominente de la izquierda cristiana milanesa que está plenamente comprometido con lo social. Cerca del 33% de los italianos todavía están indecisos con respecto a su voto. Entre ellos destaca un gran número de católicos, especialmente de Lombardía, que representa un enclave electoral crucial. La gran prima de mayoría, que se otorga al partido que llega en cabeza, se calcula a escala nacional para el Congreso de los Diputados, pero región por región para el Senado. Ganando Lombardía, la derecha tendría más opciones de conservar la mayoría de la cámara alta.

En Milán, y aún más en el resto de esta región de más de 10 millones de habitantes, con mucho la más poblada, la más rica y la más productiva de la península, los movimientos católicos constituyen desde siempre una fuerza política y cultural.

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Por una parte, están los progresistas en sentido amplio, que se reconocen siempre en el mensaje social del difunto cardenal Carlo Maria Martini, jesuita de renombre, que entre 1980 y 2002 fue el arzobispo de la ciudad. Por otra, están quienes, inspirados por Juan Pablo II, esgrimen ante todo la primacía de los valores católicos, como el movimiento Comunión y Liberación (CL). El actual arzobispo, el cardenal Angelo Scola, uno de los grandes favoritos para la sucesión de Benedicto XVI, está muy próximo a esta corriente, cuyo peso político es determinante en la región gracias a sus vastas conexiones en la sociedad y la economía. Los progresistas se han decantado claramente por la izquierda y el Partido Demócrata, pero el resto, y en primer lugar CL, que ha apoyado a Silvio Berlusconi durante años, hoy están perplejos. El problema de gran parte de los católicos lombardos es aún más fuerte desde que Roberto Formigoni, el todopoderoso presidente de la región durante diecisiete años y miembro de CL, se ha visto obligado a dimitir por acusaciones de corrupción.

Sacrificios que no hayan sido en vano

La jerarquía católica ha apoyado durante mucho tiempo al Cavaliere, pero desde comienzos de otoño de 2011, antes de que se viese obligado a dimitir por la presión de los mercados, ya se pasó a la ofensiva. Reivindicó la urgencia de una renovación ética. “No se trataba de dar orientaciones de voto, sino de reafirmar los principios y de reflexionar sobre cómo reforzar la presencia de la sociedad civil para reavivar la política”, explica Massimo Ferlini, líder milanés y vicepresidente nacional de la Compañía de Obras. Una red de cerca de 40.000 pymes, de las que casi la mitad está en Lombardía, que tiene un volumen de negocio de alrededor de 70.000 millones de euros. Las empresas operan en el ámbito de la sanidad, la restauración, el tratamiento de desechos, la biotecnología o la alta tecnología, pero también apadrinan bancos de alimentos o de medicamentos para ayudar a los más desfavorecidos. Sus adversarios ven el brazo armado de CL en la economía y en el corazón de un sistema de poder adosado a la administración regional.

Para Massimo Ferlini, exdirigente de las Juventudes Comunistas que ha regresado a su credo de infancia, lo importante es “mantener el rumbo sobre Europa” y no hacer que los sacrificios impuestos desde hace un año por Mario Monti y su Gobierno de tecnócratas hayan sido en vano. Muchos adoptan ese mismo enfoque, incluidos algunos de los cargos electos de primer orden como el eurodiputado Mario Mauro, que dimitió del partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad (PDL). Otros se mantienen pese a todo fieles al Cavaliere, ante la ausencia de otra alternativa creíble a su alcance.

¿Puede cambiar de orientación la región?

“Los católicos nunca habían estado tan divididos entre las distintas fuerzas políticas, pero ésta puede ser la oportunidad de reavivar a través de los valores humanistas comunes una izquierda que carece de una visión”, proclama Paolo Sorbi, un activista del sesenta y ocho que se ha convertido en líder de la formación comunista y revolucionaria Lotta Continua [Lucha continua]. Ha regresado a un catolicismo ferviente hasta el punto de haber llegado, a lo largo de los años, a ser un de los líderes milaneses del Movimiento para la Vida. En esta ocasión, votará por el Partido Demócrata, pues algunos candidatos pertenecen al mundo católico o llevan a cabo campañas sobre temas que interesan a los creyentes.

“En los últimos veinte años, no hemos visto los efectos devastadores del egoísmo furioso y de la arrogancia individualista”, repite encantado Umberto Ambrosoli, que recuerda “que un valor, como el de la legalidad, es la base de su compromiso”. Novato en el ámbito político, este joven criminalista, hijo de Giorgio Ambrosoli (el abogado de renombre asesinado en 1979 por la mafia), abandera los colores de la izquierda para la presidencia de la región tras haber ganado las primarias al frente de una lista cívica. Hace apenas dos años, en las regionales, Roberto Formigoni se hacía con Lombardía por tercera vez, con más del 54% de los votos.

Tradicionalmente ubicada en el espectro de la derecha, ¿podría esta región cambiar, como ya lo hizo el año anterior la ciudad de Milán? Los sondeos auguran un mano a mano de Umberto Ambrosoli con Roberto Maroni, el líder de la Liga Norte, aliado de Berlusconi. A muchos católicos les preocupa que ese partido de tendencias secesionistas gane en Lombardía, cuando controla ya el resto de las regiones del norte. Y el carácter xenófobo que acompaña a los “leghistes” [miembros de la Liga] irrita a un gran número de creyentes.

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