La política de Merkel derrapa en Roma

Los electores han rechazado a Mario Monti y la tutela de Angela Merkel, por lo que sabotean la estrategia de la canciller de “congelar” la crisis del euro hasta las elecciones alemanas de septiembre. Pero para evitar que se desmorone totalmente el consenso sobre Europa, el proceso de integración europea debe retomarse lo más rápido posible.

Publicado en 27 febrero 2013 a las 16:06

Angela Merkel ha hecho todo lo posible para apartar de su camino hacia las elecciones de septiembre el peligro de un nuevo sobresalto de inestabilidad europea. En Italia, apostó de lleno por Monti, aunque no fue más allá de las declaraciones de estima, para evitar el efecto bumerán que produjo en Francia el año anterior su apoyo explícito a Nicolas Sarkozy.

Después de este contratiempo, intentó transigir con su sucesor, François Hollande. Y para mantener la tranquilidad de los mercados, incluso llegó a “despenalizar” el incumplimiento de los compromisos de París sobre la reducción de su déficit, de modo que se oficializó en una carta de la Comisión Europea la nueva línea de flexibilización de la aplicación de las normas. Y con ello se ratificó lo que estaba sucediendo en Grecia, Portugal y España.

Más o menos Europa

La estrategia de la canciller no ha funcionado. La respuesta en las urnas italianas ha reabierto de forma espectacular la herida de la inestabilidad, tanto en el interior como fuera de sus fronteras. Como era previsible, los mercados han vuelto al ataque. Europa tiembla y sueña con poner a nuestro país bajo tutela para limitar los daños colaterales, con su eterna vuelta a la estrategia de los países bajo vigilancia, donde ya se encuentran Grecia y compañía.

En realidad, la crisis nerviosa electoral de Italia supera con creces la dimensión nacional del descontento y sitúa a Europa, siempre esquiva, ante una serie de verdades incómodas. Le muestra de frente los asuntos que no se han resuelto y que empiezan a reflotar en la superficie.
Estos asuntos corren el riesgo de volver a poner a prueba al euro. No tanto por la nueva explosión de la cuestión italiana, sino más bien porque Italia, la tercera economía del club del euro, deja al descubierto todos los problemas de la moneda única que hasta ahora se han intentado parchear deprisa y corriendo o más bien, que se han escondido precipitadamente bajo la alfombra.

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Hastío con respecto a la austeridad

La votación del domingo y del lunes sin duda nos dice mucho sobre el hastío general con respecto a la política de austeridad y a los impuestos en un país postrado por la recesión y el desempleo. Expresa sobre todo la rebelión contra las élites de un sistema que, tras haber decidido entrar en el círculo de la moneda única, no ha hecho lo necesario para permanecer en él. No se ha modernizado. No se ha autorreformado. No se ha liberalizado para volverse más competitivo y mantenerse al ritmo de sus socios. De este modo, este sistema ha generado entre los italianos la ilusión de que podíamos seguir como antes, perpetuando vivir de las rentas, desde las más pequeñas hasta las más jugosas, sin tener que pagar el precio.
Pero los italianos no son los únicos en Europa que no han medido las consecuencias de la elección de la moneda única. De ahí surge el dilema “Más o menos Europa”, “Estar o no estar en el euro”. El dilema no es sólo italiano, sino que es una cuestión tabú más extendida de lo que podríamos pensar, entre los miembros de club del euro y entre los que aspiran a entrar al mismo.
La cuestión no ha dejado de crecer desde hace cuatro años en un contexto de crisis, mientras que el club parece que sólo es capaz de dar la respuesta dogmática de la austeridad y de las reformas obligatorias al estilo alemán, sin los amortiguadores del crecimiento, y menos aún los de la solidaridad intra-europea. Por no hablar del rechazo a recurrir a la dinámica democrática normal, en nombre de una opción tecnocrática supuestamente más eficaz.

Acelerar la integración

Y todo esto ocurre mientras se vuelve más profunda la fractura entre el Norte y el Sur y Europa y su industria no deja de perder puntos en el mercado global. A nadie le gustan los sacrificios. Y mucho menos a los que señala que “Europa tiene el dinero necesario para rescatar a los bancos pero no para reactivar el crecimiento y el empleo”. Por otra parte, los mercados necesitan certezas sobre el futuro y la integridad del euro para recuperar la calma. ¿Bastará con la garantía ofrecida por Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo? ¿Y hasta cuándo, ahora que Italia corre el riesgo de abrir la caja de Pandora, al exponer ante todos los numerosos problemas sin resolver del euro y de la Unión?

Mientras el consenso popular sobre Europa se desmorona por todas partes, paradójicamente la moneda única, para hacer frente a sus problemas internos, necesita acelerar su integración mediante la ratificación de la triple unión bancaria, presupuestaria y política. Necesita decidir de una vez por todas si acepta realmente un destino compartido a todos los niveles y según el modelo alemán, que es el que prevalece y se impone.

Las elecciones en Alemania y las elecciones europeas de 2014 han congelado momentáneamente el debate y las negociaciones, posponiendo unos meses más el momento de la verdad, en el que será necesario afrontar las numerosas contradicciones de las que se compone Europa. Pero las preocupaciones siguen presentes e incluso se agravan por todas partes. Incluso en la Francia de François Hollande.

¿La flexibilización de la austeridad concedida por Angela Merkel bastará para calmar a los mercados y para avanzar sin grandes problemas hasta septiembre? Italia ha dado la voz de alarma, una alarma atronadora. Hacer caso omiso de ella sería peligroso. Para Europa y para todos.

Visto desde Alemania

Mario Monti, víctima de la canciller

¿Ha perdido Angela Merkel las elecciones italianas? En la prensa alemana se dedica al “caos político en Italia” el doble de espacio del que se consigna al fracaso de la política de austeridad por la que aboga la canciller.

El Süddeutsche Zeitung señala que:

el frío realismo con el que Berlín insiste en las reformas y que marca la UE se percibe como un diktat hostil. Monti y Bersani, pero también Berlín y Bruselas, no han conseguido transmitir a los italianos que la cura drástica vendrá seguida de recuperación.

Más vale por tanto dejar de seguir a Merkel en su política económica, aconseja el periodista Eric Bonse en Cicero. Nicolas Sarkozy en Francia, Mark Rutte en los Países Bajos y ahora Mario Monti han demostrado que “aprender de Angie quiere decir... ¡aprender a perder!”:

Queda por saber por qué todo esto repercute sobre Merkel. Ella deja la tierra quemada. Que no se diga que todo esto no tiene nada que ver con su política...

En todo caso así lo explica el Frankfurter Allgemeine Zeitung. El diario conservador denuncia que los “partidos políticos degenerados pueden continuar así saqueando” Italia:

Esta obra maestra de desestabilización de la nación y de la Unión Europea no hubiese sido posible sin la clase de escrutinio desconcertante que los hombres políticos astutos, fíjese bien en Berlusconi, han hecho a medida para las necesidades de este último. [...] 357, una cifra histórica estas elecciones, representa también la edad de los cuatro candidatos y del presidente juntos. Para millones de jóvenes italianos que, en este paraíso de diputados enriquecidos, no encuentran trabajo, ni formación, ni una universidad que pueda funcionar, ni pensión, nada cambiará tras estas elecciones.

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