Plamen Goranov murió el 3 de marzo, once días después de haberse inmolado quemándose a lo bonzo ante el Ayuntamiento de Varna [al este del país]. Pedía "la dimisión de Kiro [Kiril Yordanov, alcalde de la ciudad] y de todos los concejales antes de las 17 horas, el 20 de febrero de 2013". Es lo que había escrito en la pancarta que llevaba esa mañana, según el fiscal. Una pancarta que, por otro lado, ha tenido un extraño destino: tras haber desaparecido misteriosamente del lugar del drama, volvió a aparecer en el domicilio de uno de los empleados del Ayuntamiento. Pero dejemos ese asunto a un lado.
Nadie ha visto aún las grabaciones de las cámaras de vigilancia que sin duda habrán registrado lo ocurrido. Todo lo que sabemos es que Plamen, de 36 años, ha fallecido.
Ha empeorado la situación del país
No creo que tenga sentido polemizar hoy para saber si su destino se puede comparar al de Jan Palach, el joven que se inmoló el 16 de enero de 1969 en Praga, antes de convertirse en el símbolo de la protesta contra la ocupación soviética en Checoslovaquia. La realidad es muy sencilla: para muchas personas Plamen es ya el Jan Palach búlgaro.
El estudiante checo dejó una carta en la que explicaba su gesto. No estaba solo, sino que pertenecía a un grupo: un mes más tarde, otro joven cometió el mismo acto en el mismo lugar de Praga [en la plaza de Wenceslao]. En cambio, Plamen Goranov no ha dejado ninguna carta, al menos, de momento no conocemos su existencia. Jan Palach se roció con gasolina y se inmoló ante la mirada de muchos transeúntes. En Varna, nadie sabe exactamente qué ha ocurrido con Plamen. ¿Hubo algún testigo? De momento, lo ignoramos. Lo único que sabemos es que se descubrieron dos bidones de líquido inflamable a su lado, uno medio vacío.
La imposibilidad de saber más al respecto ilustra por sí sola hasta qué punto ha empeorado la situación de Bulgaria, con nuestro consentimiento. Porque no se sabe si se inmoló deliberadamente, si alguien le "ayudó", si quería realmente inmolarse o hacer otra cosa… El verdadero cambio que reclama cada uno de los miles de manifestantes puede empezar por esta reivindicación: que se descubra toda la verdad sobre la muerte de Plamen.
Una lucha por el Estado de derecho
Era un hombre con opiniones, participaba habitualmente en las manifestaciones y criticaba con firmeza la gestión de la ciudad por parte de Kiril Yordanov. En Internet existe un vídeo en el que se le puede ver cómo coge un micrófono en un mitin y hace un llamamiento a la multitud para que grite "¡Abajo TIM!" [un poderoso holding con una oscura reputación, acusado por los manifestantes de hacer y deshacer a su antojo en Varna]. Y aunque no se sepa exactamente qué le ha ocurrido a Plamen, sabemos con exactitud contra qué se rebelaba: la gestión despectiva y opaca de la ciudad, el saqueo de los recursos públicos, la aniquilación de los disidentes, la dictadura de un puñado de elegidos embriagados de poder…
Lo que ocurre en Varna también ocurre en otras grandes ciudades de Bulgaria. Varna simplemente se ha convertido en el símbolo de esta realidad, que no es nada nuevo. La dimisión del alcalde de la ciudad [anunciada el 6 de marzo], ya no tiene importancia. Lo que cuenta es que la gente sigue reclamando más transparencia y la supremacía de la ley. Los habitantes de Varna lo han comprendido. Y eso es precisamente lo que distingue su revuelta de la de Sofía, donde los manifestantes esgrimen reivindicaciones exóticas y a veces contradictorias.
El Estado de derecho por el que luchan los habitantes de esta población marítima también implica una investigación independiente y profunda sobre la muerte de Plamen Goranov. Es lo mínimo que podemos hacer por él.
Opinión
¿Luto por qué?
“Hoy [6 de marzo] es una jornada de luto nacional, decretada en memoria de Plamen Goranov”, escribe la periodista Ana Zarkova en el diario Troud. Pero ¿quién guarda este luto?, se pregunta:
Es probable que los que hoy guardan luto lloren por aspectos muy distintos. Los ministros, por sus puestos; los parados, por sus empleos. Los pobres, por no tener dinero para pagar la factura de calefacción y de electricidad. Los ricos, porque les pueden asesinar o secuestrar. Los manifestantes, porque han perdido su unidad. Estamos divididos en el mismo duelo. Y compadezco a los políticos que intentan acercarse hoy al pueblo y a su pena. ¿Por qué no lo intentan mostrando su arrepentimiento?