Kolontar, foto aérea tomada el 8 de octubre de 2010.

La marea roja, señal de alerta

La contaminación de lodos tóxicos que afecta a Hungría amenaza a la cuenca del Danubio. Para la prensa europea, esta catástrofe pone de manifiesto la necesidad de regular mejor las actividades industriales en ámbito europeo.

Publicado en 8 octubre 2010 a las 14:37
Kolontar, foto aérea tomada el 8 de octubre de 2010.

No hay nada que hacer en Kolontar. En su visita al primer municipio afectado por la fuga de lodos tóxicos de la balsa de contención de una fábrica de aluminio, el primer ministro húngaro Viktor Orbán declaró que no se podía rehabilitar el entorno y que simplemente habría que construir en el lugar un monumento en memoria de las víctimas. Esta propuesta ocupa la portada del diario Népszabadság.

Al igual que toda la prensa húngara, el diario se pregunta sobre las responsabilidades de la catástrofe ocurrida el 5 de octubre. Al menos 6 personas han fallecido y 150 han resultado heridas por los residuos tóxicos de la fábrica de Ajkai. El diario Magyar Nemzet destacaque "el secretario de Estado adjunto del ministerio de Medio Ambiente es un antiguo comisario de vigilancia local. Él fue quien hace quince días firmó el documento que calificaba este líquido asesino de ‘residuo industrial inofensivo’".

"El veneno rojo ya ha llegado al Danubio y el martes llegará a territorio rumano", se alarma Adevărul en Bucarest. Aunque no impide al diario ironizar sobre el partido "Hungría-Rumanía, con un empate de 1-1 en desastres", recordando la catástrofe de Baia Mare en 2000, cuando una presa cedió y derramó más de 100.000 m3 de residuos mineros en ríos rumanos y húngaros. Esta vez, son alrededor de 1 millón de metros cúbicos los que la fábrica de Ajkai ha vertido en la cuenca del Danubio.

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Otras bombas a punto de explotar

Ante este nuevo desastre, "¡todos deberíamos sacar conclusiones!", se rebela en su portada Jurnalul naţional. El diario de Bucarest considera que "observar al vecino e intentar prever las catástrofes en lugar de renunciar a una tecnología obsoleta equivale a negarse a vivir en el siglo XXI. Actualmente, las tecnologías disponibles y la legislación europea permiten evitar los accidentes al 99%". Los Estados y la sociedad civil, expone el diario, "deberían obligar a cada inversor a garantizar que el uno por ciento de riesgo restante no se hiciera jamás realidad".

Por desgracia, previene Die Presse, a Europa le esperan más sorpresas. El diario vienés asegura que Europa Central y Oriental está plagada de "bombas medioambientales". En numerosas instalaciones industriales antiguas, "muchas tecnologías peligrosas para el medio ambiente, con anomalías como depósitos y balsas de almacenamiento mal aseguradas, son consecuencia de la industrialización socialista", explica en diario. Así, "en la época comunista, se utilizaba bauxita en Ajka, que se enviaba transformada en tierra de arcilla a la Unión Soviética para volver a importarla posteriormente transformada en aluminio. Y es Hungría la que asumía y sigue asumiendo todo el riesgo medioambiental".

Importantes lagunas reglamentarias

En Hungría, precisa Die Presse, 21 lugares se consideran peligrosos, entre los cuales se encuentran varios antiguos aeropuertos soviéticos. Ajka tan sólo figuraba en la posición 12 de esta lista. Aún más peligrosa resultaría la balsa de almacenamiento de Oradea, al oeste de Rumanía. La fábrica y su balsa, que forman parte de una fábrica de aluminio cerrada tras la caída del Muro y que fue vendida a un inversor ruso que quebró en 2006, se pudren desde entonces sin que nadie proteste por ello.

"Cuando se producen catástrofes de esta magnitud, recurrimos de inmediato a la Unión Europea", señala De Standaarddesde Bruselas. "Y es algo positivo. Ser conscientes de hasta qué punto dependemos los unos de los otros contribuye al proyecto de integración europea". Pero el diario flamenco reconoce que "hay importantes lagunas en la normativa europea. Una serie de organizaciones poderosas y profesionales logran con mucha frecuencia encontrar estas lagunas en la legislación. Y también con demasiada frecuencia, el interés general tan sólo es prioritario tras una catástrofe".

Por lo tanto, son las autoridades nacionales y europeas las que deben controlar mejor la aplicación de las normativas. Porque "los ciudadanos siguen teniendo una relación ambivalente con Europa. No hay mejor forma de ganarse la confianza de los ciudadanos que actuar como diligentes guardianes del interés general".

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