En una oficina de empleo en Burgos. Febrero de 2013.

Seis millones de razones para otra política

El número de desempleados en España ha alcanzado la cifra de seis millones. Un desastre económico y social a pesar de la terapia de choque prescrita desde la UE y aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy. ¿Hasta dónde tienen que llegar las cosas para cambiar de política? se pregunta El Periódico en editorial.

Publicado en 26 abril 2013 a las 15:00
En una oficina de empleo en Burgos. Febrero de 2013.

Las tremendas cifras del paro en España son el indicador más claro de la profundidad de la crisis y sus consecuencias. Y a la vez la dramática constatación de que las medidas que se están aplicando, tanto en Bruselas como aquí, con todos los sacrificios que suponen, no dan resultados. Al contrario, cada vez estamos peor. La encuesta de población activa (EPA) arrojó ayer el peor dato de la historia: por primera vez más de seis millones de personas carecen de empleo. De ellas, casi dos millones llevan más de dos años así, lo que significa que solo cuentan, como mucho, con los 400 euros de la renta mínima de inserción. Un panorama desolador.

Hasta la fecha, las directrices con que se mueve la Unión Europea en su combate contra la crisis se han referido a las grandes ratios de las cuentas públicas, una disciplina que persigue no distorsionar los equilibrios financieros para que los mercados puedan funcionar sin interferencias. Y poco más. El presidente del Banco Central Europeo (BCE) acaba de reclamar contundencia frente a los incumplimientos de déficit, pero ni una palabra de lo que debe ser el objetivo de la economía y de la política económica, el bienestar de los ciudadanos, cuya primera e indispensable manifestación es el empleo. Sobre todo cuando su carencia se hace crónica, como ocurre en España, y empieza a ser sinónimo de exclusión social. En el concierto de las grandes instituciones internacionales, solo el FMI por boca de su directora gerente se ha referido al dramático cuadro del paro en España para sugerir un cambio, si no en las medidas, sí en sus ritmos de aplicación.

Un callejón de difícil salida

La reacción tras las cifras de ayer por parte del Gobierno, que tras apelar a la herencia recibida comparó la pérdida de puestos de trabajo del primer trimestre de este año con la del anterior sin tener en cuenta que la Semana Santa cayó este año en marzo, deja bien a las claras la ausencia de un discurso coherente. Subrayar que entre enero y marzo del 2013 se han perdido menos empleos que en el mismo periodo del 2012 es una forma de reivindicar –sin decirlo– la reforma laboral que hace un año puso en marcha el propio Gobierno. Pero los datos son tozudos: la sangría continúa, aunque, eso sí, con menos costes para las empresas. La EPA pone de manifiesto que, como era de temer, a la destrucción de empleo temporal le ha seguido la de los contratos fijos, cuya resolución se ha abaratado con la nueva ley. El discurso oficial, que ya no habla de que cuando llegue la recuperación la reforma permitirá que la creación de empleo se dispare, sino que se limita a confiar en que la salida del túnel mejore las perspectivas, transparenta el convencimiento de que la nueva legislación no ha dado los resultados que se buscaban.

La EPA del primer trimestre es el principal argumento que el propio Gobierno debe esgrimir para justificar un giro en la política económica. La prolongación de la crisis está convirtiendo a millones de personas en parados crónicos que no podrán volver por sí mismos al mercado laboral. Y frente a eso, cualquier reforma estructural de la economía o cambios en el sistema de pensiones serán inútiles. El país no podrá soportarlo. Un hombre tan ortodoxo y ponderado como Andreu Mas-Colell, el conseller de Economia de la Generalitat, reclamaba ayer un «punto de inflexión» en las políticas europeas, incluso un cambio. Desde su punto de vista, la Unión Europea está excesivamente obsesionada por la austeridad. Los resultados de esa política no la respaldan: el PIB europeo cae, aumenta el desempleo y en el caso español nos conduce a un callejón de difícil salida.

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Vista la experiencia de estos últimos años, cabe esperar que Bruselas mantenga la doctrina oficial, aunque aumente los plazos para el cumplimiento de los objetivos de déficit, y que solo aplique un cambio real si los problemas del desempleo y la pobreza en el sur de la Unión afectan a las economías del norte, como apuntan ya algunos indicios. Pero es muy probable que cuando esto ocurra sea demasiado tarde para nosotros.

Unión Europea

Unas cifras subestimadas

Según las estadísticas publicadas por Eurostat, 26,3 millones de europeos no tenían empleo a finales de febrero, 19 millones de ellos en la zona euro, lo que corresponde a un índice de desempleo del 10.9% y del 12%, respectivamente.

Pero según Le Soir, esta cifra “subestima de manera importante la extensión del subempleo". El nivel de "subempleo" calculado por Eurostat a través de la Encuesta de la Fuerza Laboral, cuyos resultados de 2012 acaban de ser publicados. Si a los desempleados se les añade los "trabajadores desanimados", "la fuerza de trabajo potencial suplementariar" (aquellos que desean trabajar pero no están en disposición inmediata para hacerlo) y los "trabajadores a tiempo parcial de forma involuntaria", indica el diario belga

45.4 millones de europeos sufren realmente de escasez de empleo, lo que significa el ¡19% de la población activa! Casi el doble que el índice oficial de desempleo. Así se explica por qué el índice de "subempleo" no es publicado.

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